Muy cerca de Shwenandaw Kyaunghay otro monasterio -esto es normal en Myanmar, pagodas y monasterios en una sucesión infinita-, Atumashi Kyaung,
cuya visita no estaba programada pero dada su cercanía le pedimos a Myo
ir. El edificio actual es una reconstrucción de 1897 ya que el original fue destruido por un incendio en 1890, cuando los británicos lo utilizaban como barracón para el ejército. La reconstrucción fue ordenada por la
Junta Militar, y se utilizó a convictos como mano de obra.
El edificio presenta cinco terrazas escalonadas, por lo que sale de la norma arquitectónica hasta entonces en los monasterios budistas de la superposición de una torre principal con siete tejados, llamado Pyathat. Se asemeja algo a un gigantesco pastel de bodas con los pisos y sus colores.
El edificio presenta cinco terrazas escalonadas, por lo que sale de la norma arquitectónica hasta entonces en los monasterios budistas de la superposición de una torre principal con siete tejados, llamado Pyathat. Se asemeja algo a un gigantesco pastel de bodas con los pisos y sus colores.
Como
ya es costumbre, Myo nos hace entrar por la puerta trasera, por los
bajos del edificio, que se asemeja a cualquier sótano de cualquier edificio, donde las columnas
parecen las de un parking, y donde hay una
escalera de madera para subir a la planta principal. En este espacio la poca magia del edificio ha terminado de desaparecer por completo.
Pero
es mucho mejor acceder por la escalera principal, aunque los escalones
quemen una barbaridad, ya que el sol los ha recalentado, así se puede disfrutar de la
bonita visión de los pisos y de los pináculos con sus hti (los paraguas dorados sobre ellas). Las escaleras
de acceso y las balaustradas son las originales, ya que se salvaron del
incendio.
Hay que fijarse en el pasamanos, un cocodrilo (como habíamos visto en Shwedagon Paya en Yangón) apoyado sobre una la figura de lo que se nos asemeja a una esfinge, con cuerpo de animal (león) y rostro humano.
En muchos monumentos suele haber una placa contando la historia del mismo, una información que se agradece.
Subimos
las escaleras -lo hacemos a saltitos rápidos, las plantas de los pies se están cocinando a la parrilla- y llegamos a la terraza, donde las baldosas negras queman terriblemente, así que mejor pisar las blancas, que también queman pero algo
menos, y por supuesto buscamos la zona a la sombra. Ha merecido la pena subir hasta aquí, esta terraza es un bonito lugar.
El edificio de la sala presenta unos marcos
decorativos alrededor de las puertas que me recuerdan en la lejanía al
estilo manuelino de Portugal y Extremadura.
Detalle de una figura en la puerta de entrada a la sala (¿se nota la diferencia con las imágenes labradas de Shwenandaw Kyaung?).
Entramos
en la amplia sala, muy desangelada y con cero encanto, donde hay varias personas
descansando y tomando el fresco en el suelo (no los que se ven sentados,
hay otros tumbados totalmente y yo diría que incluso alguno dormido; me confundo mucho con estos actos, la fe mezclada con el descanso y la nutrición, porque también hemos visto como se come en los santuarios de pagodas o monasterios).
El santuario está presidido por una estatua de Buda; originalmente la estatua estaba cubierta por ropa del rey Mindon Min.
Salimos
nuevamente a la terraza e intentamos caminar por ella lo que podemos para tener
diferentes ángulos de visión, pero nuestros pies no están todavía
preparados para ese calor que quema nuestras plantas y tenemos que
retroceder y salir cuando en un giro ya no hay sombra para cobijarnos.
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