El secreto está en las brasas
Durante nuestro paso por Amandi visitando la iglesia de San Juan (tristemente solo por su bonito y sorprendente exterior) hicimos una reserva para comer en el
restaurante Güeyu Mar, en el pueblo de Vega, a 7 km de Ribadesella, por
eso nuestro paseo por Villaviciosa fue más rápido de lo que nos hubiera
gustado que fuera. Güeyu es ojo en asturiano, aunque por su pez en la
fachada podría ser más pez, pero esos ojazos del mismo son una
declaración del nombre.
La mesa que nos
adjudican está situada en la terraza cubierta, donde hacia un poco de
frío, ya que la cristalera y la falta de sol se aunaban para crear este
gélido ambiente. Pero obviando la temperatura, ¿A que son chulos los vasos?
La
especialidad del restaurante son los pescados a la brasa, y con la
intención de darnos un festín de ellos hemos venido, pero al ver que
tienen un menú degustación, no pudimos resistirnos, nos gusta probar de todo, y si nos lo ponen tan fácil... Manejando las brasas se encuentra Abel Álvarez desde 2007, en compañía de su esposa, Luisa Cajigal.
De aperitivo, una melva en caldo de espinas con soja y brotes. Impresionante la melva, macerada, para haber pedido un plato entero de ella hasta reventar, y el caldito para mojar pan, por supuesto. Y un mejillón en escabeche, que para no gustarme estos bivalvos, tengo que reconocer que estaba medianamente bueno (muy bueno para mi acompañante, yo al ser casi mi primera vez con ellos no puedo exagerar tanto).
De aperitivo, una melva en caldo de espinas con soja y brotes. Impresionante la melva, macerada, para haber pedido un plato entero de ella hasta reventar, y el caldito para mojar pan, por supuesto. Y un mejillón en escabeche, que para no gustarme estos bivalvos, tengo que reconocer que estaba medianamente bueno (muy bueno para mi acompañante, yo al ser casi mi primera vez con ellos no puedo exagerar tanto).
Primer entrante, ostra a
la brasa, ahumada con humo de madera de cerezo (vamos que no va sobre la parrilla directamente, que me parece sería una blasfemia gastronómica...o no... que los tiempos cambian que son una barbaridad), acompañada de caviar.
Pues a la ostra poquito a poco le vamos cogiendo el punto, yo más que
él, pero al caviar de momento no. De nuevo un rico jugo, casi como un
bloody mary, aunque el cerezo no lo encontramos (esto es de nota olfativa, gustativa y de sapiencia arborícola), aunque sí el ahumado de madera.
Segundo
entrante, del que nos gusta todo, el continente (plato de presentación) y el
contenido, sardina a la brasa en conserva Güeyu-Mar. Tanto nos gustaron
las sardinas que compramos unas cuantas latas de ellas, ya que las
tienen a la venta (también los mejillones).
Primer
plato principal, mero a la brasa, uno de nuestros pescados preferidos,
con lo que al verle en el menú de degustación, nos terminó de convencer.
Quizás un poco pasado de cocción, pero el ejemplar era espectacular.
Simpático el plato en el que es servido.
Segundo
plato principal, rey (o virrey) a la brasa; este pescado fue la razón
principal para venir aquí, ya que el restaurante tiene fama de
prepararlo muy bien, y luego nos encontramos con él y con el mero
anterior, así que carambola perfecta (le atacamos tan directamente que al hacer la foto ya le habíamos hincado el diente). ¡Viva el rey!
De
primer postre, un clásico asturiano, arroz con leche, que no es uno de
mis postres preferidos y no lo como, pero mi acompañante da buena cuenta del suyo y
del mío, por lo que está claro cómo estaba el postre.
De segundo postre, helado de turrón, y
aquí ya no tengo dudas, este sí me gusta y mucho, más con ese chocolate
servido en la cuchara para acompañar, que lames y lames sin pensar en quién te mira y cómo.
Terminamos la buena comida con un café, acompañado de ositos de gominola, eso sí, de los que no llevan azúcar por fuera, que con los dos postres ya hemos tenido la dosis más que necesaria y suficiente.
Una experiencia gastronómica muy buena, con una calidad de productos excepcional, donde la sencillez es lo que prima, en la buena compañía de las brasas.
Después
de la comida, hay que aposentarla y digerirla bien, nos damos un pequeño paseo por los alrededores, ya que el
restaurante se ubica junto a la playa de Vega, un ecosistema dunar
protegido, que parece agreste, virgen, aunque me da que en los meses de verano debe estar muy concurrida.
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