El
sueño holandés
Llegamos a Manuel
Antonio, a Punta Quepos, donde nos alojaremos en el Hotel Parador, cuya
localización es casi perfecta (ya iré explicando el casi), junto al Parque Nacional Manuel Antonio, ocupando una extensión de 5 Ha. En 1993 llegó a
este lugar el holandés Jan Schans, y levantó este hotel con 56 habitaciones en
1996. En la actualidad tiene 132 habitaciones y es uno de los establecimientos
hoteleros líderes en el turismo sostenible. El hotel ofrece un servicio de
transporte gratuito a Manuel Antonio, pero para las noches hay que utilizar el
servicio de taxi, ya que no funciona este servicio.
En recepción nos dan
la buena noticia que tendremos un upgrade de habitación, ¡anda,! y yo que
finalmente no lo pedí por aquello de los costes... Luego, sorpresivamente, nos dan un pequeño
tour hasta que nos acompañan a la habitación. Tienen bastante jaleo entre
los que se van y los que llegamos, por lo que las maletas tardarán un poco, pero no tenemos prisa por nada, esta tarde toca tranquilidad.
Volvemos a descubrir que la comodidad no es precisamente un plus en los hoteles
de Costa Rica, ahora tenemos escaleras que afrontar.
En este primer
edificio, una construcción de estilo español en su decoración, se distribuyen
algunas zonas comunes en dos pisos. En el piso superior, abierto al inferior,
hay un espacio de biblioteca, algunas salas para eventos, una interesante
tienda de artículos principalmente nacionales, una terraza con cómodos
sillones...
La balconada del piso
superior da a parte del restaurante La Galería del piso inferior, donde hay una
bonita mesa siempre preparada pero más de decoración, ya que nunca la vimos
utilizar, o no había un grupo suficientemente grande para ocuparla.
Las mesas del
restaurante se sitúan en una terraza con vistas al océano Pacífico, un buen
lugar.
En este restaurante
realizaremos los desayunos, una comida y las cenas. Así, el primer día, comimos
un pargo, que no tenía nada que ver con el fantástico pargo a la parrilla que
comimos en Puerto Viejo de Talamanca, ya que tenía un exceso de rebozado que le
hacía pesado a más no poder; y una pechuga a la plancha.
Las noches parecía
que ofrecían algo mejor, pero se quedaba más en la presentación que en el
paladar. Trío de gazpachos (el clásico español más o menos, acompañado de dos
versiones frutales), pulpo a la parrilla, verduras a la parrilla (eso creo pero
no las recuerdo), brocheta Parador (ternera, cerdo y langostinos), tagliatelli
al pesto y pechuga de pollo a las finas hierbas. Los postres muy sencillos,
tartas clásicas y helados.
Los terrenos del
hotel son el hábitat de un bonito gavilán, que nos ofrecía su visión todos los días con su vuelo y su posado, incluso bajo la lluvia.
También asoma un
pecho amarillo, aunque hoy no le vemos su pecho característico, como si lo
haremos desde la terraza de la habitación.
También bajo la
lluvia un clarinero, o eso creo siguiendo la guía de aves.
Antes de la comida
habíamos hecho planes para hacer algún recorrido por los senderos del hotel,
pero como se puso a llover de forma torrencial, finalmente los abandonamos, y
cuando dejó de hacerlo ya era demasiado tarde, la noche nos caería paseando, y
aunque seguramente hubiéramos disfrutado viendo esos animales noctámbulos, lo
dejamos pasar.
Junto al edificio
principal, la piscina principal, con vistas al océano, dispuesta en dos niveles
que cuenta con un jacuzzi y un bar húmedo. En esta zona hay una pequeña tienda de
regalos, donde suministrarse de chucherías y agua, además de un mostrador para
contratar transportes y excursiones.
También hay un
restaurante, donde poder comer al tiempo que sigues refrescándote en la piscina.
Su oferta es menos elaborada pero es lo suficientemente grande como para
encontrar algo a tu gusto: sándwiches, quesadillas, hamburguesas…
La primera sorpresa
nos la encontramos en un árbol junto a la piscina, un perezoso a tiro de ojo,
que ya es mucho, se está alimentando y moviéndose continuamente. Divertido
verlo actuar a cámara lenta ya que sus movimientos hacen honor a su nombre. Todos los días a todas horas tenía bajo él una legión de seguidores.
Hay otra piscina solo para adultos, norma que no vimos incumplir aunque
nadie se encargaba de su cumplimiento.
La placidez de esta piscina se rompió
nuevamente por la sorpresa, de repente fuimos casi asaltados por una familia de
monos titís o ardilla, que no dejaron de moverse por todo el recinto, y es que
un grupo de personas había abierto unas bolsas de patatas, a las que acudieron sin ningún
rubor los traviesos monos, pero no lograron su botín. Otro animal visto, del que ya
pensábamos que no veríamos, y los tuvimos casi al alcance de la mano.
Un vídeo vale más que
mil imágenes en este caso.
La habitación
contratada originalmente era una Premium y ahora tenemos una Premiun Plus, cuya diferencia
está en el piso, estando situada a mayor altura. Y para llegar a ella o utilizas
las escaleras (para bajar, bien), o utilizas primero un ascensor inclinado y
luego las escaleras (supongo que no había manera de que llegara al piso superior el ascensor, ni por fuera ni por dentro). Cómodo no parece y cómodo no es, pero las vistas merecen la pena.
La habitación no es
grande, pero tiene lo básico para descansar, una buena cama, y además hay un
escritorio bastante útil para dejar de todo en esta mesa cuando llegas de las excursiones, o para trabajar con
la guía y los mapas (si consigues despejarla). El día de llegada sobre la cama tenemos
el detalle de un cisne realizado con toallas; no somos fans de estas figuras
pero lo agradecemos.
El baño está bastante
necesitado de una remodelación, se nota pasado de moda y de uso, eso sí, tiene
doble lavabo que es muy útil en determinadas horas del día.
Lo mejor de la
habitación sin lugar a dudas es la terraza, aunque salir a ella es dejar el
frescor del aire acondicionado y sentir la humedad asfixiante, pero las vistas
son espléndidas, ¡gracias por el upgrade!
Al atardecer o por la
noche también resulta una bonita postal.
La mayor sorpresa nos
la llevaremos por la mañana temprano, y temprano quiere decir 6-7 horas, que a
la que nos descuidábamos mirando y haciendo fotografías luego teníamos que
correr para bajar a desayunar. Y es que en los árboles aparecían todo tipo de
aves, y nosotros por supuestos encantados.
Uno negro de lomo
rojo y un pecho amarillo (o eso
creo).
Pero el que nos deja
apabullados las dos mañanas en las que amanecemos aquí es un precioso tucán, un
tucán Swainson, que tranquilamente
se posa para darnos los buenos días, y al que nosotros intentamos no molestar y
gritamos ¡ohhhh! para adentro.
Finalmente, más
alejado está un nuevo edificio que acoge las suites, donde hay un restaurante
que solo funciona para desayunos y comidas; además de una piscina, pero que
solo es de uso privativo para estas suites. Creo que el concepto es bueno, las
vistas son mejores, pero lo de tener que caminar en la noche para cenar en el edificio principal, o los
paseos hasta llegar o salir del edificio son sus inconvenientes, pero esto es
Costa Rica, y todos los hoteles parecen estar realizados con la máxima de
pasear por ellos.
El hotel está necesitado de una reforma y actualización, pero en general es una buena opción para alojarse en él.
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