¡Cuidado
con los cocos…!
Hoy de nuevo toca
desplazamiento, las maletas aunque vamos intentando mantenerlas en orden, ya van
siendo un auténtico caos, pero es lo que tiene el intentar pasar por la mayor
parte de lugares posibles. A las 8 h de la mañana pasan a recogernos, y curiosamente
el viaje lo realizaremos en compañía de las dos parejas con las que compartimos
viaje desde Tortuguero a La Fortuna.
Nuestro chófer hoy es
ella, Laura, que lo primero que hace es llevarnos a la central de la empresa de
transporte, tal y como habíamos escuchado en las noticias hay huelga de taxis
en el país, en contra de la plataforma Uber, y se teme que las carreteras
puedan ser cortadas, así que en previsión de que el viaje, de unas 4-5 horas
normalmente, puede convertirse en una odisea de todo el día, ¡Ave María!, nos
dan botellas de agua y unos paquetes de galletas, que no servirán de mucho si
de verdad la cosa se alarga más de seis horas. Con la incertidumbre salimos de Monteverde.
Volvemos a la
carretera sin asfaltar, llena de baches y guijarro, por lo que el interior de la furgoneta vamos pegando botes con nuestros cuerpos, aunque el paisaje sigue siendo bonito.
Finalmente salimos a
la carretera 1, que ya está asfaltada y nuestros cuerpos se calman y relajan,
y comenzamos a ver con asiduidad grupos de policías custodiando el tráfico
y los posibles incidentes. A la altura de Puntarenas y Puerto Caldera es el único
momento que encontramos una fila de taxistas ralentizando la circulación,
pero sin problemas, y afortunadamente en ese momento van en dirección contraria a
la nuestra, por lo que no nos vimos afectados; la razón de concentrar la
manifestación aquí es por su puerto y actividad comercial.
Realizamos una parada
técnica para refrescarnos, aliviarnos y comprar souvenirs, ya que pasamos bastante
tiempo en ella, y al final de tanto mirar y mirar acabas con algo en la mano.
Emprendemos de nuevo el viaje y le pedimos a Laura
que por favor nos haga una parada adicional, que el conductor desde Tortuguero a La
Fortuna nos recomendó, en el puente de la localidad de Tárcoles, y como no va
mal de tiempo, así lo hace, como muchos otros transportistas de
viajeros, ya que el puente es un trajín de personas. Para al principio del puente y nos esperará al final. La razón de esta parada y este ajetreo es que
el río Tárcoles es un hábitat de cocodrilos, algunos de ellos de impresionante
tamaño.
Supongo que la
concentración bajo el puente es un reclamo turístico más, ya que seguramente
les den comida y así se aseguran su presencia, pero al río visto así no apetece
demasiado acercarse.
El camino de costa
vuelve a ofrecernos palmerales, en este caso de aceites y no de cocos, palmeras de las que se extra el tan denostado últimamente aceite de palma.
Atravesamos varios
ríos o riachuelos o cursos de agua, todos ellos desembocando al océano
Pacífico, que es nuestro destino.
Vamos viendo grandes extensiones
verdes que en un principio no fuimos capaces de identificar (¡que tontos!) que son
arrozales.
En algunos puentes
hay que tener cuidado con la altura y la anchura de los vehículos.
Finalmente llegamos
al destino, el pequeño pueblo de Manuel Antonio, en el municipio de Quepos, todos
los viajeros nos alojaremos en el mismo hotel, el hotel Parador. Estamos en la costa central del
Pacífico, en la que hay bosques tropicales, playas de arena y por supuesto,
fauna y flora a doquier, en una zona en la que antaño había árboles bananeros
de la United Fruit Company, que fueron reemplazados tras la plaga que los
afectó en la década de 1940 por la introducción de palmeras africanas.
Los lugareños creen
que en algún lugar de la zona hay un tesoro que todavía no se ha descubierto, y
esto viene porque el pirata inglés John Clipperton, que parece ser que frecuentaba por aquí,
no consiguió capturar en 1670 a una flota española que había escapado de la
ciudad de Panamá antes de fuera incendiada por el capitán Henry Morgan (vamos,
que iban de mal en peor). Se cree que los españoles descargaron su valiosa
carga en la Misión de San Bernardino de Quepo, leal a la corona española, para
despistar a los piratas y evitar su abordaje. ¿Piratas del Pacífico? Clipperton
murió en 1722 sin encontrar el tesoro y la misión cerró en 1746, descubriéndose
sus ruinas en 1974, pero del tesoro no se sabe nada.
Mapa de la ruta:
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