El
hotel de las cuestas
La teoría es que
estaremos alojados en el mejor hotel de Monteverde-Santa Elena, El Establo,
aunque el pálpito en mi interior desde antes de la partida era fluctuante, en
ocasiones confiado, y en ocasiones desconfiado. Su situación no está mal del
todo, no muy lejos del pueblo en sí, lo que facilita el llegar a él, si no fuera por esa empinada cuesta que
nos separa y que si ya es difícil de afrontar mentalmente no quiero ni pensar
lo que será caminarla (no, no estamos para trotes en este viaje).
La recepción es un
caos de gente, de los que se van y de los que llegamos. La primera sorpresa, es
que para ir hasta nuestra habitación nos llevan en una minivan, porque las
habitaciones del hotel se distribuyen en edificios que van subiendo la altura
de la colina en la que se encuentran.
Nuestra habitación
está situada en el primer edificio, y es un desencanto total, tanto porque al
tener tan poca altura no tenemos vistas del precioso paisaje, como por su
decoración interior, muy anticuada y con nada de encanto. La primera sensación
es la de estar en un spa añejo, y por este edificio cargamos con nuestras
maletas escaleras abajo para llegar a ella.
No hay tiempo para
mucho, ni para quejarse de la habitación (además la recepción sigue colapsada), colocamos ropa y maletas con poco convencimiento, nos damos una
ducha y sin necesidad de llamar a la furgoneta encargada del traslado de los clientes colina arriba, colina abajo, nos vamos andando porque no estamos lejos y así
exploramos un poco el lugar. Lo primero es ir a comer que luego realizaremos nuestra primera
excursión en Monteverde, Don Juan Tour, un recorrido para conocer el café, el cacao y la caña de azúcar.
A la mañana
siguiente, tras el desayuno, nos pasamos por recepción para mostrar nuestras
quejas ante la habitación, con vistas al parking y una pequeña zona de verde
donde en cualquier momento nos podemos encontrar con la mirada de un paseante.
Nos ofrecen un cambio de habitación, aunque en este momento no podemos
realizarla, tenemos una excursión, a la bonita Reserva Biológica Bosque Nuboso, con lo que quedamos que a la vuelta lo
haremos, vamos a ver donde nos ponen ahora. Nos pasan al edificio siguiente, al
segundo piso, por lo menos estamos más altos, sin vistas al parking.
La decoración de la
habitación mantiene la tónica de la anterior, aunque los muebles parecen menos
viejos, o por lo menos tienen una mayor capa de barniz y de conservación.
Ahora tenemos un
balcón, y algo de vistas, a las que hay que esperar si la niebla se ha
apoderado de ellas.
La ventaja de nuestra
nueva ubicación está claro que son las vistas, y por el contrario, la desventaja es que podremos bajar andando
al restaurante donde sirven los desayunos, pero no así subir, yo por lo menos,
que las cuestas son bastante empinadas, y estos esfuerzos los reservo para las
excursiones. Así que desde aquí, las subidas en minivan, las bajadas a pie. Las habitaciones situadas en los edificios
más altos tendrán unas vistas estupendas, y en contra, el depender de la
minivan para entrar y salir, o realizar ejercicio continuo.
El baño es incluso
algo más grande que el anterior, que ya era suficientemente grande y
desangelado. Su ventilación es a través de una ventana grande al pasillo, que
se puede abrir y cerrar (con mucho cuidado), ya que es un panel de cristales en
persiana. El buen detalle, disponer de bañera y ducha; lo extraño, la situación
del inodoro, junto a la puerta (en caso de necesitad urgente puede resultar útil).
Subiendo por la
carretera, de vez en cuando hay un pequeño camino lateral paralelo por el que caminar más tranquilamente, accedemos a
los edificios más altos del hotel; la pena fue que no llevábamos la cámara en uno de estos paseos para haber
fotografiado el cruce por la carretera de un gran grupo de coatíes o pizotes,
entre 20-25. Nos quedamos asombrados, y no sé que hubiera pasado si en lugar de
estar a bastante distancia, hubiera ocurrido justo a nuestro lado.
Llegamos al edificio
que aloja la piscina, no demasiado grande, semi a cubierto, y con unas buenas
vistas. Enfrente se sitúa la zona de spa, pero no llegamos a entrar.
Extraño nos parece un
recinto vallado en el que hay varios pavos reales, que son preciosos, pero no
preguntamos la razón de tenerlos allí.
Abajo del todo del complejo se encuentra la cafetería Las Riendas, donde sirven
desayunos, comidas y cenas. Es un amplio espacio donde por las mañanas hay un
bullicio y una ocupación completa. Aquí realizamos
nuestra primera cena, un bocadillo de pavo y un sándwich de pollo, aceptables pero nada del
otro mundo.
Arriba del complejo,
detrás del spa, se sitúa el otro restaurante, Laggus, que ofrece una comida más
elaborada. La segunda noche cenamos aquí previa reserva, y como solicitamos una
hora temprana todavía no habían llegado los comensales, por lo que pudimos
hacer una fotografía del local.
Nos sirven un
simpático aperitivo de aceite y vinagre, acompañado de frutos secos y queso rallado. La presentación tipo yin y yang es chula.
Nos dejamos aconsejar
por el maitre en la elección del vino, preguntándole entre dos, nos sugiere el
argentino Saurus, que resultó estar francamente bueno.
Compartimos de entrada un atún
al estilo nikkei, con vinagre de soja y ensalada de fresas.
La recomendación en
recepción fue que pidiéramos carne, que era un auténtico manjar, y eso es lo
que hicimos. Un Rib Eye a la Jimena, de ternera angus, acompañado (que no
bañado porque va en salsera aparte) de salsa de queso, patatas y verduras.
Y un lomito Romeo
& Julieta, con salsa de vino y salsa de trufa blanca, con patatas y
verduras. En este caso, la salsa si moja la carne, pero no con exceso.
Una carne exquisita
sin lugar a dudas, creo que la mejor que hemos comido durante todo el viaje.
De postre compartimos
una fantasía de chocolate: brownie de chocolate, cesta de chocolate con helado
de vainilla y mermelada de naranja, y espuma de chocolate blanco con perfume de
triple sec.
El Establo no es un mal hotel,
pero no es el tipo de hotel que nos guste o nos encante; no puedo dejar de recomendarlo
porque su localización es buena, sus habitaciones no están mal, sus vistas (con
habitación en los pabellones más altos del complejo) son preciosas…pero no nos
ha convencido, posiblemente si no hubiéramos venido desde la excelencia del
hotel Nayara Springs, la comparación no hubiera resultado tan negativa, pero
aún así, creemos que tiene muchos aspectos a mejorar y limar. Lo mejor, el
restaurante Laggus, y por supuesto, la atención del personal en todo momento.
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