El
país verde paz
Como ya es costumbre, antes de empezar a viajar por el país que hemos
tenido la suerte de conocer en la medida de nuestros días, daremos un repaso por su historia, pero antes
vamos a situarnos geográficamente. Costa Rica ocupa un lugar privilegiado en el
corazón de Centroamérica, con 51.000 km2 de extensión -diez veces menos
que la extensión de España para hacernos una idea mejor-; su anchura máxima es de 280 km y de norte a sur no
pasa de 480 km. Limita al norte con Nicaragua, al este con el mar Caribe, al
sureste con Panamá y al oeste con el océano Pacífico. Está formada por siete
provincias, que a su vez se dividen en cantones y estos en distritos
colegiados.
Los primeros
habitantes del territorio que ocupa Costa Rica llegaron del norte hacia el
10.000 a.C., pero la región y su escasa población no llegaron a desarrollar
complejas estructuras sociopolíticas ni arquitectónicas como las sociedades que
se crearon al norte y al sur de ella. Además los pueblos no se unieron, permanecieron
enfrentados bajo la autoridad de caciques rivales.
El pueblo más
desarrollado fue el de los chorotega, establecidos en la actual Guanacaste, que
eran originarios del norte de México. Tenían una avanzada cultura agrícola,
disponían de escritura y calendario, hablaban el nahua (lengua azteca), tenían
un rígido sistema social con aristócratas y esclavos, y un sangriento culto
religioso –con sacrificio de vírgenes cada plenilunio-.
Los corobicí se
organizaban en pequeños grupos de cazadores y agricultores, que dominaban el
Valle Central. Llegaron a ser excelentes orfebres y establecieron la única
ciudad precolombina de cierta importancia, Guayabo, al pie del volcán
Turrialba.
Los cabécar y los
guaimí vivían más al sur, en Talamanca, siendo recolectores.
Los boruca, los
chibchas y los diquis habitaban en el sudoeste; los bribrí, los caribes y los
kekoldis vivían en la costa caribeña. Estas tribus eran cazadores y pescadores
seminómadas.
Cristóbal Colón fue
el primer europeo que llegó a lo que hoy es Costa Rica, fondeando junto a la
costa caribeña el 18 de septiembre de 1502, durante su cuarto viaje, obligado a
fondear cerca de la actual ciudad de Puerto Limón porque un huracán dañó su
barco. Colón llamó a la región La Huerta, y llegó a abrigar grandes esperanzas
en cuanto a su riqueza, ya que durante sus incursiones en la zona afirmó que
había visto “más oro en dos días que en
cuatro años en La Española”. Finalmente, Colón bautizó el litoral que va de
la actual Honduras hasta Panamá como Veraguas.
El primer intento de
asentamiento fue en 1506, y fue desastroso. Colón pidió a la corona española
que le nombrara gobernador de estas tierras, pero decidieron nombrar gobernador a Diego
de Nicuesa, rival de Colón, enviándole al frente de una expedición para tomar
posesión de la costa caribeña, y además descubrir el oro indígena. La flota
zozobró junto a la costa de Panamá, y la expedición tuvo que seguir el viaje
hacia el norte por tierra, a través de la selva, y cuando llegaron al destino,
el recibimiento no fue cordial, sucumbiendo ante las tribus, el ambiente malsano
de las ciénagas y las enfermedades tropicales.
El término Costa Rica
apareció por primera vez en 1522, cuando el capitán Gil González Dávila partió
de Panamá en misión colonizadora y llegó a la región; a su encuentro salieron
dignatarios indígenas con adornos de oro, por lo que el conquistador asoció
estas adornos con riqueza y llamó al lugar Costa Rica. La expedición de Gil González
Dávila terminó corriendo el mismo destino que la de Diego de Nicuesa.
A partir de 1513, cuando Vasco Núñez de Balboa descubrió el océano Pacífico, los
españoles se concentraron en la exploración de esta costa. Balboa reclamó el
océano y los territorios limítrofes para el rey de España. En 1524, Francisco
Fernández de Córdoba estableció una colonia en la costa cerca de
la actual Puntarenas.
En Costa Rica los
españoles no encontraron ni plata ni oro, por lo que se dedicaron a esclavizar
a los indígenas para que trabajaran en las minas, y con ello estos
pueblos iniciaron su decadencia. Pero a pesar de esta actividad minera no llegaron a establecer una colonia permanente.
En 1543 se creó la
Capitanía General de Guatemala, o Reino de Guatemala, que abarcaba los
territorios desde el istmo de Tehuantepec, en Yucatán, hasta los cenagosos llanos
del sur de Panamá, incluyendo Costa Rica, Nicaragua, Honduras, El Salvador,
Guatemala y el estado mexicano de Chiapas.
En 1562, Juan Vázquez
de Coronado fue nombrado gobernador y fundó la ciudad de El Guarco, a orillas
del río Reventazón, que luego se llamó Cartago, que fue la primera capital de
Costa Rica. Coronado usó más la diplomacia que las armas con los indígenas, y
El Guarco fue la base desde la que se exploraron los territorios al sur y al
oeste. Costa Rica se convirtió en una provincia del Virreinato de la Nueva
España, que comprendía los territorios del imperio español en América del
Norte, Central, el Caribe y Asia.
En los años
siguientes al gobernador Vázquez de Coronado, los soldados españoles recibieron
en propiedad vastas fincas, llamadas encomiendas, en las que sometían a los
indígenas, que sucumbían a las enfermedades europeas –viruela, paperas y tuberculosis-. La gran pandemia de 1610 a 1660 fue un último golpe
para la población indígena, y los supervivientes huyeron a las montañas del
interior, de modo que los colonos españoles se encontraron sin mano de obra
para crear grandes haciendas como hacían en otros lugares. La excepción de esta
situación se encontró en los llanos de Nicoya, la actual Guanacaste, que
pertenecían a la misma jurisdicción que Nicaragua, donde se establecieron
haciendas ganaderas, donde trabajaban los chorotega.
En 1723 el volcán
Irazú entró en erupción y destruyó la ciudad de Cartago. En 1737 se funda la
ciudad de San José y entra en rivalidad con Cartago por la capitalidad del país, que
culmina en una guerra civil que terminó en 1823, con la victoria de la primera.
En general, el resto de los asentamientos fundados eran escasos y modestos, con pequeños
propietarios.
Situación especial se
dio en los llanos caribeños. Piratas y mercaderes ingleses, holandeses y
franceses incursionaron durante tres siglos en la zona, y a causa de esta
piratería, los españoles cerraron el puerto de Limón, ahogando el comercio
legal, favoreciendo el contrabando y la creación de puertos clandestinos
ingleses.
Costa Rica era como
una Cenicienta entre las colonias españolas, recibiendo escasa atención
oficial, por lo que no llegó a sufrir los rigores del poder colonial,
manteniéndose al margen del movimiento independentista que creció en toda
América desde finales del siglo XVIII.
La Guerra de la
Independencia de España de 1808, con los vacíos de poder durante este tiempo,
llevó a España a perder casi todas sus posesiones coloniales. Cuando el 15 de
septiembre de 1821 América Central accede a su independencia, a la zaga de
México, la noticia tardó un mes en llegar a Costa Rica, donde un consejo
provisional aprobó la unión con México.
En 1823, las
provincias de Guatemala, El Salvador, Honduras y Nicaragua formaron una
federación, las Provincias Unidas de Centroamérica, con capital en la ciudad de
Guatemala, pero manteniendo la autonomía de cada uno de estos estados (en aquel
momento Panamá formaba parte de Colombia). Esta federación provocó una breve
guerra civil en Costa Rica, donde los dirigentes de Cartago y Heredia eran
partidarios de mantener la unión con México, mientras que los dirigentes de San
José eran federalistas. El 5 de abril de 1823 los federalistas vencieron en la
batalla de Ochomongo y Costa Rica se incorporó a Las Provincias Unidas de
Centroamérica.
Si América Central se
sumió en un torbellino de guerras civiles bajo el dominio de las elites
locales, Costa Rica fue un escenario diferente, ya que las diferencias de clase
eran relativamente poco acusadas, surgiendo instituciones que hicieron posible
la resolución de las tensiones sociales a través de reformas.
Para rematar el clima
tenso en América, la Doctrina Monroe declara formalmente las intenciones de EEUU de
ser el país dominante en el hemisferio occidental, a pesar de las protestas
europeas.
En 1824, en Costa
Rica se elige al maestro Juan Mora Fernández como el primer Jefe de Estado, y
durante su liderazgo se promovió la construcción de la nación, con nuevas
poblaciones y carreteras, la publicación de un periódico y la acuñación de la
moneda. En este mismo año, la
región de Nicoya Guanacaste se separa de Nicaragua y se une a Costa Rica,
aunque la voluntad de la región desde entonces es ser independiente de ambos
países.
Las tensiones en las
Provincias Unidas condujeron a su disolución en 1839, un año después de que el
dictador Braulio Carrillo, impuesto como Jefe de Estado por los militares de
San José, se retirase de la federación y declarase la independencia.
En aquellos tiempos,
la moda de beber café hacía furor en Europa. Las condiciones climáticas y el
suelo del Valle Central hacían del terreno un lugar ideal para el cultivo del
café, y tanto Mora como Carrillo lo impulsaron mediante la concesión de
parcelas a inmigrantes europeos, con los que llegaron las ideas liberales de la
época. Costa Rica fue la nación pionera en cultivar café, transformando al hasta
el momento empobrecido país en el más rico de la región. En 1830, el café, llamado ya “el
grano de oro”, ya era la principal exportación del país. Con el tiempo, este
rentable comercio quedó concentrado en manos de unos pocos cafetaleros, que
empezaron a dominar la escena política, y en 1849, depusieron al primer
presidente del país -ya la República de Costa Rica, proclamada en 1847-, el
progresista José María Castro y colocaron a Juan Rafael Mora, uno de los suyos,
y pariente de Juan Mora Fernández.
Al principio los
productores de Costa Rica exportaban su cosecha a Sudamérica, donde se
procesaban los granos y de ahí se enviaban a Europa, pero en la década de 1840
los comerciantes ya disponían de instalaciones adecuadas y el gran paso llegó
cuando convencieron al capitán del HSM Monarch para que transportara cientos de
sacos de café a Londres.
El café de Costa Rica
llegó y triunfó. Las posibilidades de negocio atrajeron a una oleada de
empresarios alemanes, que dieron un nuevo impulso técnico y financiero al
sector. Hacia finales del siglo XIX, más de una tercera parte del Valle Central
se dedicaba al cultivo del café, que suponía además más del 90% de las
exportaciones y el 80% de las ganancias del país en moneda extranjera.
Con el auge del café
surgió una elite cafetalera que se llevaba los beneficios de la exportación,
pero que carecían de tierras. Los pequeños agricultores se convirtieron en los
principales productores, y los barones monopolizaron el procesamiento, la
comercialización y la financiación, por lo tanto, los subsodichos beneficios.
Esto fue diferente al resto de América Central, donde además una pequeña elite
controlaba grandes fincas con campesinos arrendatarios.
Los mandatos de Juan
Rafael Mora estuvieron caracterizados por la prosperidad económica y por un
curioso episodio. El presidente de Estados Unidos, James Buchanan, se proponía
abrir a través de Nicaragua un canal entre el océano Pacífico y el Atlántico,
pero el presidente nicaragüense pedía un precio exorbitante. Así que ni corto
ni perezoso, Buchanan respaldó la iniciativa del aventurero William Walker, que
en junio de 1855 desembarcó con sus mercenarios en Nicaragua, llegando a
deponer al presidente y se autoproclamó presidente del país aprovechando la
guerra civil que vivía el país. En noviembre de 1856, Walker invadió
Guanacaste, aunque Mora había adivinado sus intenciones y reunió un ejército de
9.000 voluntarios para combatirlo, que vencieron a los filibusteros de Walker
en Santa Rosa. Walker huyó a la localidad nicaragüense de Rivas, refugiándose
en un fuerte, pero el tamborilero costarricense llamado Juan Santamaría dio su
vida para incendiar su refugio, y de esta manera ascendió a la categoría de
héroe póstumo.
Esta pequeña guerra
dio paso a un periodo de militarismo, durante el que los cafetaleros utilizaron
a los generales para mover los hilos del poder. Mora fue derrocado por su
cuñado después de que este propusiera crear un banco nacional independiente de
los grandes cafetaleros.
En 1870, mediante
elecciones, llegó a la presidencia el general Tomás Guardia, de talante
reformista, estableciendo un gobierno central viable que controló a los
cafetaleros y a sus militares, que invirtió los ingresos generados por los
impuestos del café en obras públicas y favoreció la construcción de un
ferrocarril para unir San José con el Atlántico, para facilitar el comercio del
café.
En 1889, el
presidente Bernardo Soto convoca las primeras elecciones limpias del país, demócratas
y con participación popular, en las que se presentó a la reelección, pero que
dieron la victoria a su oponente, al que se negó entregar el poder y el pueblo
se lanzó a la calle, movilizados en parte por la Iglesia.
La línea férrea, que
conectaba las tierras altas centrales con la costa caribeña, Puerto Limón, no fue
inaugurada hasta 1890. El tendido de la vía fue un desastre, la malaria y los
accidentes mataron a muchos obreros: costarricenses, reclusos estadounidenses,
sirvientes chinos y esclavos jamaicanos liberados. El proyecto fue llevado a
cabo por Minor Keith, un aventurero estadounidense, al que el gobierno le cedió
3.200 km2 de terreno adyacentes a la vía, y además le ofreció una
concesión de 99 años para la gestión del ferrocarril. Keith comenzó a plantar
bananas junto a las vías como fuente de alimentación barata para los obreros, y
como negocio paralelo, envió unos cuantos plátanos a Nueva Orleans que fue todo
un éxito. A principios del siglo XX los plátanos superaron al café como
exportación más lucrativa, y Costa Rica se convirtió en el primer exportador de
bananas del mundo, pero sus beneficios no se quedaron en el país, salieron
fuera de él.
Keith se unió a otro
importador estadounidense para fundar la United Fruit Company, que dominó la
economía y la política de América Central durante varias décadas. La compañía
atrajo una oleada de inmigrantes de Jamaica, lo que alteró la composición
étnica del país y provocó tensiones raciales.
Mientras tanto, el
proceso democrático del país se veía entorpecido por presidentes que cercenaban
la Constitución o mandaban al exilio a sus rivales. Cuando en 1917, el
presidente Alfredo González Flores propuso un sistema fiscal progresivo, los
cafetaleros propiciaron un golpe de estado encabezado por el ministro de la
Guerra, Federico Tinoco, que suspendió la Constitución, pero el pueblo salió a
la calle y el dictador fue derrocado sin incidentes.
El cambio llega con
el presidente Rafael Ángel Calderón, que promulgó una serie de reformas,
incluyendo la fiscalidad progresiva, un sistema de seguridad social y un código
de derechos de los trabajadores, con el establecimiento de un salario mínimo y
una jornada de ocho horas. Antes de su llegada a la presidencia, en 1934 las condiciones impuestas por la
United Fruit Company condujeron a una sangrienta huelga de cuatro años.
Calderón se encontró con la oposición de la aristocracia rural a los cambios, incluidos los
cafetaleros de origen alemán, cuyas tierras confiscó cuando Costa Rica declaró
la guerra a la Alemania nazi. El programa de gasto público de Calderón
combinado con el estancamiento de la economía condujo a la inflación, perdiendo con ello
el apoyo popular.
En las elecciones de
1944 Calderón intentó una alianza con los comunistas y la Iglesia, formando el
Partido Unidad Social Cristiana (PUSC), unión del Partido Republicano Nacional
y del Partido Vanguardia Popular; mientras los dirigentes sindicalistas
pactaron con las elites empresariales y rurales, a los que se unieron los intelectuales
urbanos, formando el Partido Socialdemócrata.
Calderón elige como
sucesor para la presidencia a Teodoro Picado, que ganó las elecciones, aunque
Calderón se vuelve a presentar en las de 1948, elecciones que gano un tercer
aspirante, Otilio Ulate, pero Calderón las impugnó por fraude: el edificio
donde estaban depositados los votos fue incendiado y el parlamento, de mayoría
calderonista, anuló las elecciones. La guerra civil estalla el 10 de marzo de
1948.
Tenemos que
retroceder en el tiempo para introducir la figura de José María Figueres
Ferrer, hijo de cafetaleros catalanes, que tras estudiar en Boston, a su
regreso a Costa Rica, fundó una plantación de café en una utópica comunidad
socialista. Criticó abiertamente al presidente Calderón, la policía le detuvo
mientras realizaba una entrevista en la radio, y fue deportado a México, tiempo
en el que formó la Legión del Caribe, una asociación de rebeldes democráticos
de toda América Central, decididos a derrocar a todos los dictadores militares
de la región.
José Figueres es
conocido como “Don Pepe”, y cuando pudo regresar en 1944 a Costa Rica, volvió a
sus críticas contra el gobierno y a intentar deponerlo. Fundó un variopinto
ejército, las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional, que se entrenaba en su
finca situada en las montañas, en Santa María de Dota. Tras el escándalo de las
elecciones de 1948, los insurgentes tomaron Cartago y Puerto Limón. El
gobierno, confiado, solo opuso una fuerza de hombres mal entrenados –reclutados
entre los macheteros de las plantaciones de banano- y peor armados –armas obtenidas
del gobierno nicaragüense de Somoza-. Durante 40 días, las dos fuerzas libraron
numerosas escaramuzas, dejando más de 2.000 muertos. Cuando los hombres de
Figueres se disponían a tomar San José, las penosas fuerzas gubernamentales se
rindieron.
Figueres constituyó
la Junta Fundacional de la Segunda República, que gobernó el país durante 18
meses, tras lo cual Figueres convocó a Otilio Ulate y le cedió el poder.
En las elecciones de
1953 ganó José Figueres como líder del Partido de Liberación Nacional (PLN),
partido fundado en 1951. Asombró al mundo cuando disolvió el ejército y declaró
la neutralidad de Costa Rica citando a H.G. Wells, “El futuro de la humanidad
no puede incluir las fuerzas armadas”. Figueres era un cruzado contra el
comunismo y la corrupción, ilegalizó el Partido Comunista, redactó una nueva
Constitución e inició una serie de reformas sociales, construyendo un Estado
del Bienestar; derogó las leyes de discriminación racial, concedió el voto a
las mujeres, nacionalizó la banca y las compañías de seguros, estableció
impuestos para los ricos, impuso limitaciones a los mandatos presidenciales y
creo la corte electoral, un organismo independiente para supervisar las futuras
elecciones. Hoy, su régimen es considerado la base de la democracia sin armas
de Costa Rica.
Figueres se ganó las
iras de su enemigo, el presidente nicaragüense Somoza, y los dos países
tuvieron un breve conflicto en 1955, cuando tropas nicaragüenses atacaron
Guanacaste y fueron derrotadas en La Casona, tal y como ocurrió anteriormente con el
filibustero estadounidense William Walker en 1856.
La posguerra se
caracterizó por la estabilidad política y la prosperidad económica. Los
gobiernos del PLN aplicaron programas conservadores, favorables a los
empresarios; y los gobiernos socialdemócratas impulsaron el Estado del
Bienestar. En la década de 1970, los funcionarios públicos constituían una
cuarta parte de la población activa, se produjo un estancamiento económico por
la gran devaluación de la moneda, se padeció una inflación devastadora, todo
ello sumado a la tremenda caída de los precios mundiales del café, los plátanos
y el azúcar. La crisis económica se vio empeorada por la crisis política
nicaragüense, que consumió a la región durante una larga y sombría década.
Durante las décadas
de 1970 y 1980, la soberanía de los países de América Central quedó cercenada
por EEUU, que utilizó la “diplomacia” del dólar, además de las armas, para
acabar con el ascenso político de los socialistas, principalmente en Guatemala,
El Salvador y Nicaragua.
En la década de 1970,
el nicaragüense Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) declaró la
guerra al régimen derechista de Somoza. El gobierno costarricense del
presidente Rodrigo Carazo permitió a los sandinistas establecerse en Costa
Rica, y cuando las fuerzas aéreas de Somoza empezaron a realizar incursiones a
través de la frontera, Carazo intentó clausurar los campamentos sandinistas,
pero también rompió relaciones diplomáticas con Nicaragua y confiscó las fincas
que la familia Somoza poseía en Guanacaste.
Un dato importante es
que en 1977 se aprueba la Ley Indígena, que reconocía a las comunidades
indígenas como propietarias de sus territorios, pero hasta 1994 no tuvieron
derecho al voto.
El 19 de julio de
1979 los sandinistas entraron en Managua y los partidarios de Somoza,
respaldados por EEUU, se exiliaron en Costa Rica, donde encontraron apoyo en
los grandes hacendados de Guanacaste. Los exiliados formaron el Frente
Democrático Nicaragüense (FDN), más conocido como La Contra. Los EEUU, Con
Ronald Reagan de presidente, alarmados por los vínculos sandinistas con la URSS
y Cuba, decidieron que había que intervenir, y bajo el mando de Oliver North
ayudaron a La Contra a instigar la guerra civil en Nicaragua (guerra que
"supuestamente" además fue financiada con el tráfico de droga, con el
consentimiento de North).
El presidente de
Costa Rica en 1982, Luis Alberto Monge Álvarez, intentó permanecer neutral,
pero la situación económica del país era bastante crítica, y los EEUU lo
presionaron para apoyar a La Contra. La CIA construyó pistas de aterrizaje y
bases de aprovisionamiento junto a la frontera nicaragüense, y EEUU envió
asesores para militarizar a la policía costarricense (recordar que el país no
tenía ejército).
La fuerza área
sandinista bombardeó las bases de La Contra, mientras que grupos paramilitares
costarricenses cometieron atentados en el país, que pretendieron atribuir a los
sandinistas. Costa Rica se estaba desviando de la neutralidad.
La guerra
nicaragüense y sus consecuencias en Costa Rica polarizaron el país. Los
conservadores pretendieron restablecer el ejército, por supuesto con el apoyo
de EEUU, y así unirse a la cruzada anticomunista. En mayo de 1984, más de
20.000 personas se manifestaron en San José para pedir la paz.
En febrero de 1986 se
celebran elecciones, que gana Óscar Arias, intelectual reformista al estilo de
Figueres, su mentor político. Arias expulsó a La Contra, y los escolares
plantaron árboles en las pistas de aterrizaje de la CIA; además trabajó
intensamente por la paz en la región (El Salvador y Guatemala también vivían
sangrientos conflictos). En febrero de 1987, Arias presentó un plan de paz, que
firmaron los cinco presidentes centroamericanos a pesar del boicot de la
administración Reagan; y por ello Arias recibió el premio Nobel de la Paz en
1987. Sabias palabras de Arias fueron: “convencido de que los riesgos que
corremos en la lucha por la paz siempre serán menores que el coste irreparable
de una guerra”.
La guerra de
Nicaragua produjo que entraran en Costa Rica alrededor de 250.000 refugiados
nicaragüenses, suponiendo un coste económico tremendo para el país. La
confianza internacional se resintió, se produjo una fuga de capitales y una caída del 60% del comercio. El país
estaba en bancarrota, y entre 1960-1980 Costa Rica financió su desarrollo
contrayendo una enorme deuda externa; aunque en 1981 fue el primer país en
incumplir sus pagos, lo que suscitó una crisis bancaria en toda América. En
1989, con una deuda de 5.000 millones de dólares, Costa Rica tenía el dudoso
mérito de ser el país del mundo con mayor deuda por habitante, y se imponía una
fuerte dosis de austeridad económica para devolver al país estabilidad y
progreso económico.
En febrero de 1990
asume la presidencia Rafael Ángel Calderón Fournier, hijo del anterior
presidente Calderón, que tomó medidas para reducir el déficit y la enorme deuda
externa del país; y además tuvo que hacer frente en 1991 a un gran terremoto.
Su sucesor fue José María Figueres, hijo de Figueres, que presionado por el FMI
y el Banco Mundial siguió practicando la austeridad, y en 1995 se produjo la
mayor manifestación en el país, saliendo más de 100.000 personas a las calles.
Para seguir empeorando las condiciones, en julio de 1996 el huracán César
devastó el país, ya que entró por el Caribe y salió por el Pacífico.
En 2006, Óscar Arias
vuelve a ser presidente, y en 2007 ratifica el Tratado de Libre Comercio entre
EEUU y Centroamérica. De 2010 a 2014 es elegida Laura Chinchilla, la primera
mujer presidente de Costa Rica y la quinta de América Latina. En 2014 es
elegido Luis Guillermo Solís, al retirarse su rival de la campaña durante la
segunda vuelta, ya que dio por pérdida la votación.
Como dato final sobre
la presidencia de Costa Rica, de los 47 presidentes que han gobernado desde
1970, 33 han sido descendientes de las mismas tres familias.
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