Viva
las Vegas!
El suroeste de
Estados Unidos está formado por los Estados de Nevada, Utah, Arizona y Nuevo
México, y en él podemos encontrar espectaculares paisajes, con desiertos,
profundos cañones y elevadas mesas, sin olvidar su legado
multicultural, herencia de indios americanos (si, los de las películas del oeste, pero en serio), españoles y colonos
angloamericanos.
La ciudad de Las Vegas se encuentra extrañamente en el desierto al sur de Nevada, provincia que
recibe los sobrenombres de Estado de Plata o de la Artemisa, cuya capital es
Carson City. Fue fundada por la codicia y la ambición, y desde entonces posiblemente encarna el lado turbio del sueño
americano.
Los primeros
habitantes de Nevada fueron los paiute y los antiguos indios pueblo. Posteriormente, con la llegada de los españoles pasa a pertenecer al Virreinato de la Nueva España, pero el dominio colonial era más
nominal que efectivo y, de hecho, los europeos apenas se dejaron ver por Nevada
hasta la década de 1820, cuando los tramperos se aventuraron por el valle del
río Humbolt.
Situado en pleno
desierto, el valle de Las Vegas había sido primero, alrededor de 1840, un lugar
de acampada para las caravanas que transitaban por la antigua ruta española
que comunicaba Santa Fe con California. En 1855 un grupo de mormones, dirigido
por Brigham Young, estableció un puesto de comercio viendo las posibilidades del lugar como zona de paso.
Sin embargo, casi
todos los emigrantes del siglo XIX pasaron de largo hacia las zonas auríferas
de California, hasta que, en 1859, se descubrió al sur de la ciudad de Reno la veta de
Comstock, el mayor depósito de plata. Al agotarse
la veta, descendió la población de Nevada. A principios del siglo XX, nuevos
hallazgos minerales revivieron temporalmente las fortunas del estado, pero la
Gran Depresión acabó con aquellos sueños.
Un aspecto a tener en cuenta para el crecimiento del estado de Nevada, y de Las Vegas en particular, es que el matrimonio y el divorcio en los demás estados, realizados por los ritos puritano o católico, eran difíciles de materializar por los trámites, ya que requerían largas esperas
y motivos muy serios. Pero Nevada se mostró liberal en este terreno; cowboys y
pioneros, que sólo estaban allí de paso, debían poder casarse lo más
rápidamente posible. Y para el divorcio, el tiempo de espera se limitaba a la
verificación por parte de las autoridades locales de la calidad de residente
del estado del solicitante, algo que se conseguía al cabo de seis semanas. Por
lo tanto, sólo se tenían que tomar 42 días de vacaciones en un hotel de Las
Vegas para obtenerlo. El cuanto al motivo, el estado de Nevada se encargó
también de proporcionarlo, fue aquí donde se acuñó el concepto de “crueldad mental”.
Las Vegas experimentó
un gran auge en los años veinte gracias a los proyectos urbanísticos con subvención federal. Todo empezó alrededor del núcleo de la ciudad antigua,
en Freemont St - calle que lleva el nombre de John Fremont, un célebre explorador del
oeste de Estados Unidos en el siglo XIX-. Esta histórica calle acumula numerosas
primicias: el primer hotel de Las Vegas, el Hotel
Nevada, abrió aquí sus puertas en 1906 -en la actualidad es el Golden Gate Hotel- ; fue la
primera calle pavimentada, en 1925; la primera licencia de juego fue concedida
en 1931 al Northern Club; el primer
neón instalado, en 1934, en el Boulder
Club.
Gracias a la
legalización en 1931 del juego en Nevada, los casinos hicieron que Las Vegas
prosperará rápidamente y sostuvieron a la ciudad durante la Gran Depresión. La actitud de las autoridades en cuanto al
juego fue, sin duda, consecuencia de la liberalización del divorcio; había que
distraer a los clientes durante sus 42 días de ocio en espera de él. El
primer casino, el Rancho Vegas Hotel-Casino,
abrió en 1941, fundado por Tom Hull.
Benjamin Siegel,
apodado “Bugsy” (majara o loco en yanqui) era un gánster riquísimo y muy violento, pero con muchas ideas. Controlaba la red más grande de juego y prostitución de Los Angeles. Obnubilado
por el cine y con una desbordante megalomanía, envió a Nevada a su hombre
de confianza, Little Moe Sedway, que descubrió el pequeño Rancho Vegas, que Bugsy compró con el
apoyo financiero del boss Meyer
Lansky. Y aquí levantó en 1946 el Flamingo,
el primer casino gigante de Las Vegas, que al principio fue un auténtico
desastre financiero, y con él el estilo del viejo Oeste, Wild West, fue reemplazado por el tropical de Miami Beach.
Poco después, Bugsy fue asesinado de un balazo en un ojo
en casa de su amante en Beverly Hills. Pero el Flamingo levantó el vuelo económico, y generó grandes beneficios, por lo que pronto su éxito se extendió a la ciudad entera y comenzaron a proliferar
los casinos en la ciudad.
Durante la Segunda Guerra
Mundial se instaló en Nevada una enorme base de las fuerzas aéreas, un proyecto aeroespacial y además se construyó una autopista hasta Los Angeles. Poco después, la Guerra Fría
justificó el Nevada Test Site, donde se realizaban pruebas atómicas. Pero
aquello no resultó un problema: las explosiones en superficie hacían añicos las
ventanas de los casinos todos los meses mientras la mascota oficial
de la ciudad, Miss Hongo Atómico, promovía las bondades de la fusión del átomo
en las campañas turísticas (esto no es raro, es lo siguiente a raro elevado a la décima potencia).
Desde la Segunda
Guerra Mundial, los espacios abiertos de Nevada se han usado para probar armas
nucleares y aviones militares, aunque en 1992 el gobierno estadounidense
dejó de realizar experimentos nucleares de manera clandestina, el final de la
era nuclear para los residentes del estado no está tan claro. En 1998 un
informe del Departamento de Energía de EEUU, que llevó más de 18 años de investigación
con un coste de más de 5.000 millones de dólares, recomendó la montaña de
Yucca, 160 km al nordeste de Las Vegas,
como la mejor ubicación para un depósito a largo plazo de residuos nucleares de
alta radioactividad. Los políticos de Nevada, entre ellos el alcalde de Las
Vegas hasta 2011, Oscar Goodman, han luchado contra tal propuesta con fuerza y voluntad, pero el Congreso la aprobó el 23 de julio de 2002, y se preveía que el
almacenaje de residuos comenzara en 2010, pero el proyecto se detuvo oficialmente
el 3 de marzo de 2010 cuando el Departamento de Energía presentó una moción
conjunta con la Comisión de Regulación Nuclear para retirar el permiso para
construir y operar el almacén nuclear permanente en Yucca Mountain. El dinero
que se está gastando ahora es para desmantelar el proyecto e investigar
alternativas para el desecho; además la Administración Obama prometió eliminar
completamente el proyecto en 2011.
En los años cincuenta del siglo XX
se produjo un auge de la construcción que trajo consigo la aparición de
numerosos hoteles, con una historia algo curiosa como fondo. Como la Seguridad Social no garantizaba las pensiones en
Estados Unidos, eran los sindicatos los que se encargaban de reunir los fondos
para nutrir sus propias cajas. El poderoso sindicato de los camioneros (los teamsters) disponía de una gran
liquidez, que decidió invertir, sus vínculos con la mafia le llevaron a
hacerlo en los casinos de Las Vegas. Además de sus enormes
beneficios, este tipo de negocios tenían y siguen teniendo una gran ventaja: la
práctica totalidad del dinero gracias al juego es en efectivo.
Algunos de los
grandes nombres del espectáculo, como Frank Sinatra y Elvis Presley, además del
excéntrico millonario Howard Hughes, han contribuido a crear la imagen de Las
Vegas como una ciudad divertida con limusinas, coristas y un deslumbrante modo
de vida, todo envuelto en glamour. En la actualidad cuenta con inmensos centros de vacaciones y
casinos, y también es popular por sus capillas, donde se casan más de 100.000
parejas al año. Las Vegas es más un negocio que una ciudad.
Muchos magnates del
país, respaldados por la mafia, invirtieron en hoteles y casinos. Los hoteles The Sands, Desert Inn, Sahara y Stardust iniciaron el proceso que
transformó The Strip (la calle principal) en un parque temático para adultos. Aunque muchos de estos
hoteles al norte del bulevar siguen existiendo, resultan hoy irreconocibles
gracias a los programas millonarios de reconstrucción.
En la década de 1960 llegó el famoso Rat
Pack, con Frank Sinatra, Liberace, Sammy Davis Jr, Dean Martin, Peter Lawford, además de Liberace y Joey Bishop, todos ellos nombres y hombres muy ligados al desarrollo de la ciudad (donde tampoco faltó John F. Kennedy).También llegaron las camareras en topless, un reclamo más.
La compra del Desert
Inn en 1966 por el excéntrico director de cine y empresario aeronáutico Howard
Hughes, dio a la industria del juego una muy necesitada pátina de legitimidad.
Además, Hughes lanzó una fuerte campaña contra la mafia, pero su objetivo no
era ahuyentar a los dueños de la ciudad, sino romper su monopolio en los juegos
de azar, por lo que presionó a las autoridades de Nevada para que cualquier
empresa que cotizara en bolsa pudiera obtener legalmente la licencia necesaria
para abrir un casino. Los dueños de los casinos-hoteles vieron llegar
una nueva clase de inversores, las poderosas cadenas hoteleras como Hilton o Mirage, e incluso de algunas sociedades como ITT.
La leyenda (que
parece confirmar la historia de Las Vegas) cuenta que el excéntrico Hughes
subió a su suite en el Desert Inn y vivió allí recluido durante varios años,
sin cortarse el pelo y las uñas (historia narrada en la película El aviador, con Leonardo di Caprio en el papel de Hughes).
En las décadas de
1970 y 1980 los hoteles comenzaron a ser más grandes y extravagantes. La
presentación en sociedad del MGM Grand
en 1993 marcó el comienzo de la era del “centro vacacional”.
También llegaron Treasure Island y Luxor, como hoteles temáticos (que hay
que verlo para creerlo).
La década de 1990 y
el principio del siglo XXI han visto cómo la locura inmobiliaria
recobraba un nuevo ímpetu. Los edificios, a cada cual más extravagante, han
surgido como si no hubiera un mañana. En 1998 comenzó una época
nueva con el lujo del Bellagio, para
lograrlo, su propietario Steve Wynn, vendió el grupo Mirage a MGM.
Aunque a lo largo de
muchas décadas Las Vegas ha construido su reputación con el juego, el dinero
y el sexo, no quiere ahogarse bajo esta imagen de ciudad libertina, y
desde hace varios años está en camino de convertirse en una ciudad-espectáculo
a imagen de Disneyland y Hollywood. El alcalde Oscar Goodman, apodado “Big O”,
pretendió conseguir dar un halo de respetabilidad a la ciudad (tras treinta
años de buenos y leales servicios prestados a la mafia como abogado, que todo hay que contarlo). El sucesor en la alcaldía de Goodman es Caroline Goodman, su
esposa (todo queda en familia).
El cambio de la
ciudad se ha visto en las numerosas familias acompañadas de sus hijos (de todas las edades) que
pasean por The Strip. Pero este mercado infantil no
ha resultado tan rentable como se esperaba, por lo que los casinos intentan ahora atraer
a las generaciones venideras, sin perder su aspecto “respetable”. Además,
temiendo la legalización en los demás estados (ya son 42 donde está legalizado), ha empezado a
desarrollar, para intentar resistir la competencia, una
infraestructura hotelera de un lujo cada vez más refinado y una arquitectura
cada vez más demencial.
Hoy Las Vegas tiene múltiples caras u ofertas: ciudad del juego, escenario de espectáculos artísticos
y musicales -entre los más asombrosos y profesionales del mundo, de gran calidad - así como parque de atracciones y ciudad de congresos.
De hecho, Las Vegas sigue siendo el destino turístico preferido, muy por
delante de Hawaii y Orlando, de los yanquis.
El corazón de Las
Vegas se extiende por Las Vegas Boulevard, una rutilante avenida de luces de
neón conocida como The Strip, arteria
que va de norte a sur, cuyo nombre hace referencia al riesgo de acabar desnudo
por perderlo todo con el juego. En el extremo sur de esta arteria de 6 km se agrupa una serie de lujosos hoteles
temáticos con sus propias tiendas, restaurantes, salas de espectáculo y por supuesto, casinos. Reciben a casi 37
millones de visitantes al año, convirtiendo Las Vegas en la capital mundial del
entretenimiento.
Y aquí estamos
nosotros, en esta vorágine de hoteles, casinos y luces, aunque como es de día y temprano
nada es lo que parece, y parece que nada es lo que tiene que ser, es una mentira hecha realidad, o una realidad de cartón piedra.
Para nuestra primera
estancia en la ciudad, pasaremos dos veces por ella, elegimos un hotel atípico,
ya que es de los que no tiene casino en el edificio (¡bendita elección!), el
Mandarin Oriental, al que llegamos con el coche de alquiler, siguiendo las
indicaciones del GPS, aunque los carteles son muy claros para entrar en Las
Vegas.
La planta baja del
edificio es un espacio con sillones pero aquí no se encuentra la recepción, es
más un lugar para esperar un transporte o para encontrarse con alguien con el
que se haya quedado. La decoración hace honor a su nombre, tiene un estilo
oriental pero sin pasarse, formal y elegante, sin extravagancias.
La recepción se encuentra en la planta 23, y gracias a las gestiones de nuestra agencia de viajes nos han conservado la habitación, ya que teníamos que haber llegado anoche; nosotros habíamos escrito un mail desde el aeropuerto contando el retraso pero de madrugada parece que el servicio de lectura de mails no funciona, y por la mañana parece que tampoco porque no tenían constancia (un hotel de esta categoría no puede tener estas lagunas). En fin, cosas que ocurren de viaje, nos lo tomamos con calma, que ya estamos aquí. Nuestra habitación está en la planta 15, manteniendo el ascensor su aspecto oriental en decoración y tonalidad.
Es una habitación
amplia, con una chaiselongue junto a la ventana, ventana que va de suelo a techo, por lo que ofrece luz y vistas.
El baño tiene su
puerta, pero además hay un panel corredero que permite tener algo de luz
natural en él, o disfrutar medianamente de las luces de la ciudad.
Sobre la encimera del
lavabo hay una bonita caja a modo de joyero con cajones, donde hay amenities
colocadas.
Desde la gran ventana
tenemos vistas parciales a The Strip, parciales porque la planta no es
suficientemente alta, y parciales porque la situación del hotel es al sur de
esta calle, pero aún así nos resultan agradables, tanto por la noche como en el
amanecer. Y en esta zona es donde se encuentran los edificios más "reales" y modernos arquitectónicamente, incluyendo el propio edificio del hotel, aunque asoman las excentricidades.
Como solo pasamos una
noche, el desayuno de la mañana de nuestra salida lo pedimos en la habitación, por
aquello de ahorrar tiempo. Un placer desayunar con las vistas y
con las espléndidas viandas.
Ya estamos listos
para explorar esta iluminada ciudad.
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