8 de noviembre de 2016

Uzbekistán - Vuelo de Tashkent a Madrid



La vuelta a casa

En el hotel, ya de madrugada, cerramos las maletas, con todo bien repartido, facturaremos dos y llevaremos la rota como equipaje de mano, ya que será la única forma de asegurarnos que llegue. Colocamos bien la documentación de salida del país: las tarjetas selladas de los hoteles por los que hemos pasado, a falta de colocar el de hoy; el papel de la aduana dispuesto para entregarlo a la salida, y el pasaporte.  Los pocos billetes de soms que nos llevamos de souvenirs ni mencionarlos, no representan nada en valor monetario, aunque está prohibido sacarlos del país. 




El vuelo, de Turkish Airlines, es a las 3.10 de la madrugada, con lo que a la una salimos para el aeropuerto; a estas horas, como a la llegada, no hay tráfico como para temer un atasco, y el número de vuelos no debe ser preocupante como para esperar un colapso en facturación y en el embarque. Oyott nos acompaña al aeropuerto, no hacía falta, con haber dispuesto de un transporte hubiera sido suficiente, pero es una responsabilidad suya y además quiere despedirse de nosotros, que llevamos casi quince días conviviendo. 


Facturamos y entramos sin problemas, pasando todos los controles casi con el pasaporte en la boca continuamente. Lo único que nos queda es esperar la llamada de embarque, y dado que la tienda está abierta aprovechamos para hacer unas compras de última hora, ¿y a … le llevamos algo? uppps, ¿y a …? upppps. 


Curiosas nos resultan las tiendas de marca reconocidas en el aeropuerto. 




Le decimos adiós a la Ruta de la Seda, o mejor, un hasta luego. 



Embarcamos en un Airbus 321-200, y nos dan nuestro neceser de viaje.Tal y como ocurrió en el vuelo de ida, al ser nocturno me pierdo los supuestamente bonitos paisajes que se podrían ver. 




Aunque la llegada a Estambul es a hora temprana, nos dan el desayuno: un pastel de estilo turco con queso, champiñones, tomate y pimiento verde; o una tortilla de queso gruyere con espinacas, pimiento rojo y patatas. Para acompañar un surtido de quesos, además de pan y croissants. Para no pasar hambre. 






Vuelo correcto y llegada en hora, tenemos hora y cuarto para la escala, con lo que sin prisa pero sin pausa recorremos los pasillos del aeropuerto, que están llenos de gente por todas partes, es un auténtico caos. A lo que teníamos algo de miedo es que los controles se intensificaran, porque en Turquía se habían producido atentados tanto en Estambul como en la capital Ankara, el 10 de agosto, y sinceramente, no teníamos todas en que el vuelo saliera a su hora y de que todo fuera sobre ruedas. Pero no hubo problemas, los trámites fueron los normales, como también los controles, aunque el vuelo finalmente sale con retraso, y es que este aeropuerto tiene un tráfico aéreo descomunal como para que todo funcione puntualmente. 




El vuelo a Madrid lo hacemos en un Airbus 330-200, también con Turkish Airlines, y dada su configuración tenemos los asientos de ventana y pasillo, separados precisamente por un pasillo, por aquello de intentar vernos las caras si fuera necesario. 




A pesar de ser temprano comenzamos con un zumo de limón el viaje. 




Sobrevolamos Estambul, y no tenemos grandes vistas de los preciosos monumentos que hay en esta ciudad, ya que la parte antigua se encuentra al este y nosotros volamos hacia el oeste. 




Lo único que podemos reconocer, si no estoy equivocada, es el Estadio Olímpico Atatürk. 




En este deja vú aéreo volvemos a desayunar, o por lo menos a picotear algo, más que nada por si a la llegada a Madrid nos da un bajón tremendo y en lugar de esperar a la hora de la comida nos da por ponernos a dormir. Así que no nos comemos todo, compartiendo los dos platos: la selección de quesos y unas crepes saladas. 





Sobrevolamos la provincia de Madrid y el famoso skyline de la capital (!!!!)





Aterrizamos, bastante cansados, no deja de ser una noche en danza voladora, a pesar de tener la fortuna de ir estirados en el asiento-cama. Lo que tenemos los dos es una buena sensación del viaje sorpresa que hemos realizado, sorpresa porque no estaba en los planes a corto plazo y ha sido una carambola del destino, y sorpresa porque Uzbekistán es sin lugar a dudas un país con una gran belleza en sus monumentos, para muchos desconocida, y que merece la pena conocer. 

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