¡Agua
vaaaaaaa!
Estando en Toronto hay una excursión que realizar si no se ha hecho todavía, que también se puede realizar desde New York, pero que nosotros no lo hemos hecho en ninguna de las tres ocasiones que hemos visitado esta ciudad, y esta es a las míticas y cinematográficas Cataratas del
Niágara, situadas a 128 km de Toronto.
Salimos de la ciudad por
la Gardiner Express, volviendo a atravesar los barrios residenciales de altas
torres, que impresiona su número y su extensión en kms desde Toronto, donde es
más económico vivir que en el caro centro de la ciudad. Además cuentan con un eficiente transporte de tren (o
eso dicen), estaciones cuyos párkings están llenos a rebosar en horario de
trabajo (de casa a la estación en coche, de la estación en tren al centro a trabajar y recorrido inverso).
En ocasiones
disfrutamos de la visión del inmenso mar que parece el lago Ontario, como en la
desembocadura del río Humber, con el Humber River Bridge.
Pasada la localidad
de Sainte Catherine, cruzamos el canal Welland, que comunica los lagos Ontario y
Erie evitando las cataratas en un recorrido de 45 km. Hasta su construcción,
las mercancías tenían que ser descargadas a un lado de las cataratas y vueltas
a cargas al otro lado, en un proceso lento y por supuesto costoso. El primer
canal, de 1832, ha sido ampliado y remodelado hasta en cuatro ocasiones,
terminándose en su totalidad en 1932. Consta de ocho gigantescas esclusas
sorteando un desnivel de 98 m entre los dos lagos, y admite barcos de más de
33.000 toneladas.
Llegamos a la
población de Niagara Falls (en Ontario, que en el lado estadounidense hay otra
población con el mismo nombre) tras sufrir un considerable atasco de entrada; y es que muchos
estadounidenses pasan al lado canadiense para disfrutar de las cataratas.
En el autobús viendo las cataratas hay una gran expectación, pero lo primero es
aparcar y luego lanzarnos como posesos a contemplar esta maravilla
de la naturaleza, que sin necesidad de verla completamente, se escucha el
estruendo y la niebla que levanta el torrente de agua en su caída.
Las cataratas del río
Niágara (un río de 58 km de longitud solamente) se sitúan en el límite entre
Ontario y el estado de New York y son el mayor destino turístico de Canadá, con
más de 14 millones de visitantes al año (¡formamos parte de este gran número!). Se dice que el
hermano de Napoleón viajó desde Nueva Órleans en un coche de caballos en
compañía de su reciente esposa para verlas, y que desde entonces es un popular
destino para las lunas de miel.
La zona del Niágara
estaba habitada por los ongiara, una tribu iroquesa que fue llamada neutrales
por los franceses, y que fueron eliminados en gran parte en sus disputas con
otras tribus. A los primeros exploradores que llegaron les intrigaron los relatos sobre una
gran catarata que hacía un infernal ruido, Niágara significa “trueno de agua”, y
Samuel de Champlain fue el primero que informó de su existencia en 1642 pero no
llegó a verlas. La mayoría de los historiadores están de acuerdo en que el padre
Louis Hennepin las vio y describió en 1677, cuando viajó con el explorador René
Robert Cavelier de La Salle.
Los franceses
fundaron Fort Niagara, hoy en el lado estadounidense. En 1759, los británicos
tomaron el control de la zona, siendo escenario durante la guerra de 1812 de
numerosas batallas. Tras la paz de 1814 se concentraron en las oportunidades de
las cataratas; superando la barrera de la navegación con la construcción del
Canal Erie en 1825, que unía el curso superior del río Niágara con el Hudson, y
la del mencionado Canal Welland en 1829.
Las cataratas son el
resultado de unos procesos geológicos dinámicos que continúan en la actualidad.
A medida que los glaciares retrocedían a finales de la última glaciación, hace
unos 10.000 años, las aguas del lago Erie, que antiguamente desaguaban en
dirección sur, encontraron una salida por la escarpadura del Niágara, hasta el
lago Ontario. Desde entonces, las pizarras y areniscas más blandas que hay bajo
la escarpadura han sido erosionadas por la acción del agua que cae, lo que ha
hecho que la capa superior de la caliza, más dura, se viniera abajo. La cara
vertical de las cataratas se mantiene, pero las cascadas van retrocediendo
lentamente río arriba, dejando tras ellas una garganta cada vez más larga, que
hoy en día tiene unos 11 km desde Queenston, el punto de entrada original al
lago Ontario. Es probable que en el futuro, pero no antes de 25.000 años, las
cataratas se retiren hasta el lago Erie y desaparezcan completamente.
Nuestra primera visión y sonido de las cataratas:
Durante los dos
primeros siglos posteriores al asentamiento europeo en la zona, las tierras junto
a las cataratas eran de propiedad privada. El desarrollo de la región amenazaba
la belleza natural del lugar y en ocasiones los visitantes debían pagar para
poder verlas a través de un agujero en una cerca (suena tragicómico). En 1885 las autoridades de
Canadá y Estados Unidos comenzaron a adquirir las tierras con la intención de
preservar la zona.
En New York, el
artista Frederick Church y el paisajista Frederic Law Olmsted (creador del
maravilloso Central Park y al que también nos encontramos en Montréal, en el Parc Mount Royal) encabezaron el movimiento Free Niagara, para que el estado de New
York comprara las tierras y creara una reserva estatal. Ese mismo año, Ontario
estableció el parque Queen Victoria Niagara Falls con el mismo propósito. El 2
de enero de 1929, Estados Unidos y Canadá llegaron a un acuerdo sobre el plan
de acción para preservar las cataratas, y en 1950 firmaron un tratado llamado
Niagara River Water Diversion Treaty, en el que se tenía en cuenta el tema de
la desviación de agua hacia las plantas hidroeléctricas instaladas en ambos
lados del río.
Además de los efectos
por la desviación de agua, los esfuerzos para el control de la erosión han
incluido la construcción de diques subacuáticos para redireccionar las
corrientes más dañinas. En 1953, el flujo se interrumpió para la construcción
de un encofrado que permitiese un flujo más uniforme de agua y reducir la tasa
de erosión; pero el trabajo más complejo tuvo lugar en 1969, cuando el
río Niágara fue desviado completamente de las cataratas estadounidenses durante meses por
medio de presas, interrumpiendo su caída, mientras que las
cataratas canadienses absorbían el flujo de agua extra, de modo que un grupo de
ingenieros estudiaron el lecho del río y trabajaron en él para retrasar la
erosión.
Foto: Russ Glasson
La historia de las cataratas es una historia hidroeléctrica. En 1759, Daniel
Joncairs construyó un pequeño canal sobre las cataratas para proveer de energía
a su aserradero cercano. En 1805 Augustus y Peter Porter compraron las tierras
y alargaron el canal para proveer de energía a su molino harinero y curtiduría.
En 1853, la compañía Niagara Falls Hydraulic Power and Mining Company fue
contratada para construir canales para utilizar el agua en la generación de electricidad,
y en 1881 se produjo suficiente corriente continua para iluminar las cataratas
y los poblados cercanos.
Con el descubrimiento
de Nikola Tesla de la corriente alterna se hizo posible la transferencia de
electricidad a distancia y en 1896 se construyeron gigantescos conductos
subterráneos y turbinas generadoras capaces de enviar energía hasta la ciudad
de Buffalo, a 32 km. Se construyeron plantas hidroeléctricas en los lados
estadounidense y canadiense. La canadiense Toronto
Power Generating Station fue construida en 1913 en estilo neoclásico y se
cerró en 1974.
Las cataratas están formadas por tres cataratas. A un lado están las canadienses (dos terceras
partes del total), que reciben el nombre de Horseshoe Falls y tienen forma
de herradura, por ello el nombre; se encuentran, sobre una cornisa de 671 m de ancho y 57 m
de altura, que se sumergen en el estanque
Maid of the Mist. Al otro lado de la frontera, las estadounidenses American Falls, sobre una cornisa de 260 m de ancho y 51 m de
caída, separadas de las canadienses
por la Goat Island; y las más pequeñas Bridal
Veil Falls, con 17 m de ancho y una caída de 55 m, separadas de las American Falls por la Lune Island. Con las cataratas el río Niágara ajusta los
dos niveles de agua distintos de los lagos Erie y Ontario, lagos unidos por ellas.
Vamos a verlas:
El salto
estadounidense es una brecha horizontal muy desgastada por la erosión; el
canadiense es más ancho, un arco que justifica la leyenda de los nativos
neuter, la serpiente maligna cayó al río, derrotada gracias a la
ayuda de la sirena o doncella de la niebla, maid
of the mist, que da nombre al estanque y al transbordador norteamericano.
No son las cataratas
más grandes del mundo (el poderoso Salto del Ángel de Venezuela mide 979
escalofriantes metros de altura), su fuerza y atracción reside en su extensión
y sobre todo en su caudal, se estima que cada minuto caen 110.000 m3- millones de litros de agua, casi dos millones al segundo-, que en momentos
puntuales puede alcanzar la cifra de 168.000. Miedo da tanta agua aunque desde
aquí produce respeto y admiración.
"Decir
algo sobre este maravilloso lugar sería una auténtica tontería",
exclamó Charles Dickens cuando visitó las cataratas en 1842. Dickens también dijo, "...sería difícil
para un hombre encontrarse más cerca de Dios que aquí". Y yo llevándole la
contraria a Dickens escribiendo y escribiendo, ¡me va a tirar de las orejas!
Al fondo se encuentra
el Rainbow Bridge, que comunica Canadá con Estados Unidos.
La primera ocasión en
la que el hielo detuvo el flujo de agua fue la mañana del domingo de Pascua de
1848, hecho provocado porque el viento provocó que grandes bloques de hielo del
lago Erie taponaran el cauce del río Niágara cerca de Buffalo, dejando de fluir
el agua durante 30 o 40 horas. Ese día, algunos aprovecharon (verbo muy bien empleado) para buscar objetos de valor en
el lecho del río, bajo la cascada, encontrando pistolas, bayonetas, hachas,
mosquetes y otros objetos de la guerra de 1812.
Muchas personas
vieron el suceso como un presagio apocalíptico, y en la mañana del día 31
fueron a rezar a las iglesias temiendo lo peor, y esa noche se escuchó un gran
ruido, el hielo había cedido a la presión del agua, y el cauce del río volvía a
la normalidad, por lo que un imponente muro de agua avanzó a gran velocidad. La
gente volvió a la tranquilidad (no sé yo la tranquilidad que produce una inmensa masa de agua cayendo).
Posteriormente, las cataratas se han congelado en 1902, 1911 y 1936.
Recientemente, el 21 de enero de
2014, las cataratas se congelaron debido al vórtice polar, con temperaturas de
hasta 30º bajo cero. Este hecho debe ser digno de verse.
Aparte del ruido
atronador y del inmenso flujo de agua, la otra característica principal de las
cataratas es la neblina que se produce en el salto.
En el lado
estadounidense hay estupendos miradores de las cataratas, pero no tenemos
tiempo para cruzar la frontera, y para hacerlo por supuesto hay que llevar pasaporte (y supongo que la ESTA autorizada).
Una vez que hemos
disfrutado de este espectáculo de la naturaleza sin casi mojarnos, algo de
gotas hemos recibido, pero pocas, es hora de emular a los que han estado
navegando junto a ellas, y ya desde arriba produce sensación de inseguridad
porque un mal golpe y todos al agua.
Desde el lado
estadounidense sigue surcando las aguas el mítico barco Maid of the Mist, funcionando
desde 1876, aunque el buen impermeable amarillo que portaba Marilyn Monroe en
la película Niagara (tráiler) ha pasado a ser un chubasquero barato de color azul.
Precisamente este año
ha dejado de operar en Canadá el Maid of the Mist (creo que en la parte estadounidense sigue operando) y se ha creado la compañía
Hornblower Niagara Cruises, con la que haremos el recorrido, llevando un chubasquero verde.
El acceso a los
barcos está muy organizado porque la avalancha de turistas es tremenda, el
flujo de pasajeros es continuo. En el barco pillamos sitio en proa, que hay que
ver todo lo mejor posible, y ¡disfrutarlo! aunque suponga un baño completo.
El barco sale frente
a las cataratas estadounidenses, por lo que tenemos una visión muy completa de
ellas al no haber tenido tiempo de recorrer el paseo superior. Desde aquí se
divisa mejor la pequeña Velo de Novia, ya que además el barco se acerca lo más
posible.
En el lado estadounidense
varios miradores, entre ellos uno que se acerca a la base,
precisamente por las escaleras utilizadas por Marilyn en la película.
Otro mirador es una
pasarela suspendida.
En la embarcación nos dirigimos de frente hacia
la catarata canadiense, y ya nos salpica con intensidad el agua, aparte del ruido ensordecedor
que hace que no nos escuchemos entre nosotros, pero no hace falta, compartimos las risas.
No todos aguantan en
proa el chaparrón, que no era fácil, el chubasquero se volaba y había que
anudarle, con lo que al final el pantalón quedaba al aire y dispuesto para acabar empapado, pero es que además
el agua se colaba por todos lados. Junto a nosotros, una pareja de menonitas
(menos estrictos que los amish; ambos visten al uso del siglo XVIII), con la
que compartimos risas y hasta un pequeño diálogo. El barco se aproxima mucho a la catarata, así que
nosotros terminamos completamente empapados, y la cámara, a pesar de la protección, también acabó
mojándose, pero afortunadamente pasó la prueba y pudimos ser haciendo fotografías.
Es muy corto el vídeo, pero poneros bajo la ducha y sentir la catarata sobre vosotros.
Lástima de no pasar
en Niagara Falls la noche, porque es cuando se iluminan las cataratas como un espectáculo más,
acompañado de fuegos artificiales, y aunque la opción fue barajada, finalmente
la descartamos a favor de conocer más Toronto. La tradición de iluminar las
cataratas nació en 1860, cuando el funambulista Great Blondin utilizó por
primera vez en su espectáculo antorchas y fuegos artificiales. Con toda
seguridad puede ser considerado un acto hortera, pero creo que simpático; sólo espero que no produzca la misma decepción que nos llevamos en el puente Banpo de Seúl (aunque no me arrepiento de haber asistido a él, siempre es mejor contarlo a que te lo cuenten).
Las cataratas se pueden disfrutar de muchas maneras: un paseo a pie, un paseo detrás de ellas, un recorrido en jet boat, utilizando el Whirpool Aero Car, diseñado por el español Torres Quevedo, y la que nosotros elegimos, sobrevolándolas en un helicóptero, una fantástica visión y experiencia.
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