Una estrella en la tierra
Desde el Sanctuaire de Notre Dame du Sacré Coeur, caminamos por la rue Sainte Ursule para luego girar a la derecha por la avenue Sainte Geneviéve y continuar por la rue d'Auteuil, calle que termina en la rue Saint Louis, al lado de la porte Saint Louis, junto a la que sale la calle Côte de la Citadelle, por la que subimos, pasando junto al cuartel general de la 35e Groupe Brigade de Canadá y del Connaught Barrack para llegar a la entrada de la Citadelle, la Ciudadela.
La puerta está custodiada por dos soldados del Royal 22e Regiment, regimiento conocido como Vandoos, que realizan el cambio de guardia a las 10 h de junio a septiembre; cambio inspirado en el cambio de guardia real británico, en el que visten traje escarlata (rojo a nuestros ojos) y un sombrero/gorra de piel de oso.
La visita sólo se puede realizar en un tour guiado, en inglés o en francés (16 $), y decidimos apuntarnos al que va a salir en cinco minutos, en francés, ya que en inglés tardará unos cuarenta y cinco minutos y preferimos comenzar la visita cuanto antes. Afortunadamente nos dan un folleto con información en español, que se devuelven a la salida, y con el que podremos conocer más de esta construcción. Sólo puede ser visita guiada porque sigue funcionando como cuartel militar, sede del mencionado regimiento Vandoos desde 1920 y hay que mantener la seguridad.
Se accede por la porte Dalhousie, la única puerta original del Vieux Québec, construida en 1828. Ya estamos dentro y tenemos que esperar a que se termine de formar el grupo y que llegue el guía.
Se accede por la porte Dalhousie, la única puerta original del Vieux Québec, construida en 1828. Ya estamos dentro y tenemos que esperar a que se termine de formar el grupo y que llegue el guía.
Una vez pasada la puerta, una gran explanada, y a un lado un lugar donde hacerse la típica fotografía de recuerdo, bien como soldado del regimiento, bien como la mascota del regimiento, la cabra Batisse.
Los franceses fueron los primeros en construir fortificaciones en Québec, como un primer muro de defensa en el siglo XVII bajo la dirección del conde de Frontenac, pero fueron los británicos los que construyeron esta ciudadela sobre el promontorio estratégico que domina la ciudad y el río Saint Laurent que es el Cap Diamant, el punto más alto de los acantilados.
La construcción fue dirigida por el coronel Elias Walker Durnford, comenzando en 1820 y durando los trabajos 30 años. Durnford se inspiró en el sistema de fortificación con baluartes desarrollado por el Marqués de Vauban, ingeniero del rey francés Luis XIV, y sobre esta base francesa construyó la ciudadela, la mayor de Norteamérica, ocupando 16 ha y siguiendo el patrón clásico barroco en forma de estrella, con baluartes, murallas, campo de tiro, zanjas y terraplenes.
Las Conferencias de Québec de 1943 y 1944 entre Winston Churchill y Franklin D. Roosevelt, propiciadas por el primer ministro canadiense William Lyon Mackenzie King para discutir la estrategia durante la Segunda Guerra Mundial, se celebraron en la Citadelle.
Las Conferencias de Québec de 1943 y 1944 entre Winston Churchill y Franklin D. Roosevelt, propiciadas por el primer ministro canadiense William Lyon Mackenzie King para discutir la estrategia durante la Segunda Guerra Mundial, se celebraron en la Citadelle.
En un pequeño terreno ajardinado la frase Je me souviens (Yo me acuerdo) realizada con flores. Recordemos que este es el lema de la provincia de Québec, en referencia a su origen francés.
Otro adorno floral en el recinto reproduce uno de los símbolos nacionales, la hoja de arce.
En la explanada donde se realiza el cambio de guardia se están produciendo ejercicios por el Regimiento Vandoos, grupo militar que se forjó una gran reputación en las dos guerras mundiales y en la Guerra de Corea. El cambio de guardia se realiza desde 1928, y la primera mascota cabra, de nombre Batisse, fue un regaló de la reina Isabel II en 1955, un descendiente de otra cabra regalo del Shah de Persia a la Reina Victoria en 1884.
Como fortificación militar que es, en la Citadelle se pueden ver tanques que han formado parte de su historia.
El antiguo depósito de pólvora francés fue construido en 1750 con ciertas medidas de seguridad, sobre todo para la época: paredes de gran grosor, contrafuertes y un techo arqueado que debía permitir la evacuación de la onda expansiva en caso de deflagración. Su capacidad era de 2.388 barriles de pólvora, dato que asusta si se piensa en una explosión.
En
el depósito se ha instalado un pequeño museo con piezas y objetos de la
época colonial. Nuestro guía abre la puerta, que permanece cerrada, nos
deja curiosear, nos controla y luego vuelve a cerrar la puerta.
En el interior se aprecia el techo abovedado.
Hay varios dioramas de batallas, como la de Carillon y la derrota francesa en Las Planies d’Abraham.
Se exhiben uniformes militares y armas, como mosquetes. En una vidriera se muestra el traje de un soldado del Regimiento, con su gorro alto de oso, en el que prende una insignia con un castor y su lema, Je me souviens, acompañado de la mascota Batisse (no tengo claro si era la mascota original pasada por las manos de un experto taxidermista o una simple reproducción muy fidedigna).
La siguiente parada es en el bastión del Príncipe de Gales, situado a 120 m sobre el río Saint Laurent, el punto natural más alto de la ciudad.
En este bastión se encuentra el cañón más importante de la fortaleza, el Fraser Gun, que pesa 12 toneladas y su alcance es de 5 km.
Desde el bastión se tienen buenas y amplias vistas del río Saint Laurent y de Lévis, ciudad situada en la otra orilla. Desde esta posición es fácil volar la imaginación y las balas de cañones de un lado y de otro.
También hay vistas de la ciudad: el Hotel Hilton, el Parlamento, el Hotel Delta o edificio Place Hauteville, el edificio André Laurendeau, de uso gubernamental, el edificio Marie Guyart, que tiene un mirador sobre la ciudad pero que durante nuestra visita estaba cerrado, pendiente de adjudicación (eso nos contó Ángel) –menos mal que nosotros teníamos otras vistas desde el hotel, aunque no fueran tan amplias, y el Hotel Loews Le Concorde, con su restaurante mirador.
También se tiene la vista sobre la propia ciudadela y sus edificios, que se encuentran tras un foso rodeado por la muralla.
Bajamos del bastión Príncipe de Gales y pasamos junto a los barracones de oficiales.
No sé la razón de no acercarnos al observatorio, construido en 1850, siendo uno de los primeros construidos en Norteamérica, que está provisto de un sistema de bola ascendente y descendente; con un mecanismo traído desde el Observatorio de Greenwich de Londres. No hubo manera de acercarnos porque el guía en todo momento controlaba al grupo, y cuando nosotros, por razones obvias de no entender las explicaciones, nos retrasábamos enseguida nos daba un toque de atención.
El observatorio podía verse desde el río, a una distancia considerable, lo que permitía ajustar los relojes desde las embarcaciones.
Llegamos hasta el edificio que aloja el Estado Mayor del 22 Regimiento, que originalmente funcionó como hospital militar, ocupado con su función actual desde 1920, por lo que su puerta está custodiada por un soldado.
Sobre la puerta de este edificio, el escudo del Regimiento; y en la pequeña zona ajardinada, el escudo con decoración floral (siento la aparición de la mano del guía y sus papeles). El escudo tiene a un castor encima de un tronco con el lema Je me souviens (siempre presente); en el centro, el escudo de Québec rodeado por la inscripción Regimiento francocanadiense y el número 22; sobre todo ello, la corona británica (un pastiche vamos).
A continuación se hallan la cantina de los oficiales, la residencia del comandante del Regimiento, y la residencia que el gobernador general de Canadá, edificios que formaban parte del cuartel de oficiales construido en 1831 (la residencia del gobernador general es visitable con guía, siendo una visita complementaria a la de la Ciudadela). Lord Dufferin fue el primer gobernador general de Canadá en utilizar una parte del edificio del cuartel de oficiales como residencia en 1872.
Desde este lugar de la ciudadela se obtienen buenas y bonitas (aunque algo incompletas) del Château Frontenac.
Pasamos junto a la tenaza, fortificación en la parte inferior de un baluarte, construida en 1842, tras la sublevación popular de 1837 y en 1860 fue convertida en prisión militar.
La fachada lateral de la tenaza está perforada por 40 troneras y está orientada hacia el centro para servir de última trinchera en la Ciudadela.
En la tenaza se ha instalado un pequeño museo para así poder ver la prisión, con una exhibición de las campañas militares en las que ha participado el Regimiento por el mundo, incluyendo las más recientes en Afganistán o Irak, exhibiendo objetos como uniformes, utensilios y armas.
Por detrás de la tenaza se encuentra el reducto del Cap Diamant, edificio construido en 1693 bajo el gobierno del conde de Frontenac tras los ataques del británico capitán Phips en 1690. Es uno de las construcciones militares más antiguas de Norteamérica, que tenía una capacidad para 70 hombres y 8 cañones.
Desde el reducto alcanzamos el baluarte del Rey, que permitía la defensa del río Saint Laurent, cuyo cauce alcanza alrededor de 1 km frente a la ciudad.
En el baluarte hay una batería de 7 cañones reales que datan del periodo en que se construyó la Ciudadela.
También se encuentra el cañón Rachael, del tipo Armstrong, que fue instalado en 1872, con un alcance de tiro de 2,5 km y que está montado sobre rieles para poder desplazarle más fácilmente.
Desde el baluarte del Rey se tienen buenas vistas al río Saint Laurent, del puerto y de la Terrasse Dufferin, en la que se distinguen los tejados blancos y verdes de los quioscos que hay en ella.
Ya se intuía en la fotografía anterior, las mejores vistas de las torres y tejados del magnífico Chäteau Frontenac.
También se ve el Edificio Price, el único rascacielos en el casco antiguo de la ciudad.
Desde el baluarte del Rey emprendemos el camino hacia la puerta de salida, pasando junto a la estatua del subteniente Jean Couture, primer oficial superior en recibir el grado de Sargento Mayor de Regimiento en 1958. La estatua quiere mostrar el reconocimiento a los suboficiales del Regimiento, que son los que se encargan de aglutinar la unidad, el enlace entre los oficiales y la escuadra, entre la orden y su ejecución (todo suena tan militar).
Llegamos hasta la capilla, construida en 1631, que inicialmente fue un depósito de pólvora con una capacidad para 4.610 barriles, pasando a utilizarse como capilla a partir de 1921, por solicitud del General Georges P. Vanier, al que hay dedicada una placa. El general sirvió durante la Primera Guerra Mundial, y se convirtió en uno de los fundadores del Regimiento, del que es nombrado comandante después de la guerra, y gobernador general de Canadá, siendo el primer franco-canadiense en ocupar este cargo.
Al lado de la capilla está el Memorial del Regimiento, inaugurado por la reina Isabel II en 1964, que contiene los restos del general Vanier y de su esposa, las cenizas del Mayor Paul Triquet, y tierra de los lugares donde fueron enterrados el cabo Joseph Keable y el teniente Jean Brillant –los tres últimos condecorados con la Cruz de la Victoria-. También se guarda el Libro del Recuerdo, que recoge los nombres de los miembros del Regimiento caídos en combate.
Hacia el otro lado, los bustos de Triquet, Keable y Brillant, junto a la cruz de Vimy, que se erigió en la Cresta de Vimy en memoria de los canadienses que fallecieron en la batalla que tuvo lugar en 1917 en este lugar francés durante la Primera Guerra Mundial. La cruz fue trasladada a la Ciudadela en 1923 como regalo al Regimiento, y en Vimy se construyó un monumento dedicado a los soldados canadienses caídos en combate.
Aquí termina la visita por la Ciudadela, un lugar en el que realmente te sientes inexpugnable e invencible, de la que salimos por la puerta por la que entramos, la porte Dalhousie.
Donde no entramos fue en el Musée Royal 22e Régiment, Je me souviens, en la que se cuenta la historia del Regimiento Vandoos desde 1914 hasta la actualidad, pero preferimos salir a la ciudad y pasear por ella y sus rincones.
Yo me pido la cabra Batisse, que estar todo el día con el brazo en saludo, seguro que acabo con contractura.
ResponderEliminarComo ya te comente, Quebec es una ciudad que me agrada y con rincones muy interesantes.
Como siempre, voy pegado tras tus huellas. Besitos y gracias.
No te veía en otro papel que no fuera el de cabra. Québec es bonita pero le falta el alma que tienen Montreal y Toronto, por lo menos así lo hemos visto y sentido.
ResponderEliminarGracias a tí y un besote.