¡Nos vemos en la plaza!
A 92 km de Madrid se
sitúa Tembleque, en la provincia de Toledo, y no puedo llevar la cuenta de la
infinidad de veces que hemos pasado por la antigua carretera de Andalucía (¡menudos atascos!) y
desde ya hace tiempo por la autovía IV sin desviarnos. Sólo en una ocasión que hicimos
turismo castellano-manchego por Cuenca, Ciudad Real y Toledo (gran viaje
interior) pasamos por el pueblo, pero no sé porque no recuerdo Tembleque con nitidez, así
que como nos paramos a paliar el hambre y hacer una prueba de un restaurante en
el que siempre veíamos coches aparcados –no resultó todo lo gratificante que
debería, sin esperarnos grandes alardes, pero si esperábamos una aceptable cocina manchega-
aprovechamos para por lo menos entrar a su magnífica Plaza Mayor.
La historia de
Tembleque está ligada a la de la ciudad de Toledo, y como territorio carpetano
fue romanizado a partir del año 193 a.C., año en que es conquistada Toletum
(Toledo). Con el declive de Roma, la región es ocupada por los visigodos y en
el año 711 por los musulmanes. Tras la toma de Toledo por Alfonso VI en 1085
pasa a manos cristianas y es puesta bajo el dominio de Consuegra.
Hacia 1183, el rey Alfonso VIII de Castillo dona Consuegra y todo su territorio
a la Orden de San Juan de Jerusalén.
Tras la batalla de
las Navas de Tolosa en 1212, el prior de la Orden otorga carta de población a
Tembleque en 1241, y en 1509 la reina Juana I de Castilla (más conocida como
Juana La Loca) le otorga la condición de Villa. La buena situación, la
importancia de la venta de lana y de la transhumancia hacen que Tembleque viva
una etapa floreciente.
Durante la Edad
Moderna la villa experimenta una fase decadente que se acrecienta durante los
siglos XVIII y XIX.
Aparcamos junto a la
Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, construida en el siglo XVI y ampliada
en el siglo XVIII, de estilo de transición del gótico al renacimiento, pero sus
puertas estaban cerradas con lo que nos conformamos con una visión exterior,
y decidimos no darnos un paseo completo alrededor y dejarlo para mejor
ocasión y mayor tiempo disponible. En primer término se ve la capilla de Jesús
Nazareno, construida en el siglo XVIII.
Nos dirigimos
directamente a la coqueta Plaza Mayor, entrando por debajo del llamado
torreón, lugar utilizado por las autoridades como palco durante las
celebraciones, y que como se puede ver es soberbio. La plaza fue diseñada como
centro de la vida de la población y como plaza de toros (muy típico de muchas
localidades españolas).
La plaza es de planta
cuadrada, con pórticos de columnas de granito y corredores en su planta
superior, con soportes y ornamentación de madera.
Las ornamentaciones
en yeso representan las cruces de la Orden de San Juan de Jerusalén.
En uno de sus
laterales está el Ayuntamiento, construido en 1654.
La plaza está necesitada de una
renovación de sus maderas y los dibujos de las cruces de la Orden, pero supongo
que el proyecto estará pendiente de mejores tiempos económicos, y aunque sería
un testimonio de su estado actual, desmerecería la belleza del conjunto el publicar fotos, por lo que ni siquiera se hicieron, solo a las partes embellecidas.
Nos resulta curioso la tranquilidad que se respira en la plaza, aunque ya es más hora de siesta que de comida, pero además es que sólo había un bar-restaurante en ella, con lo que alta concentración para tomar unas cañas o unas tapas no puede registrar.
Entre la Plaza Mayor
y la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción se encuentra la plaza de la
Orden, donde hay una fuente realizada con muelas de forma cónica, muelas de
los molinos de aceite de oliva (ummm, toma pan y moja). Realmente bonita queda
la fuente.
Si de viaje pasáis
por Tembleque, no dudéis en hacer un pequeño alto para visitar al menos su
Plaza Mayor, pero también hay varios monumentos más que podréis conocer, como
nosotros esperamos hacer en próximas ocasiones.
La de veces que habré dicho ¡nos vemos en la plaza!, aunque lógicamente no era la plaza en sí, sino en cualquiera de los bares que en mi pueblo si existían, más concretamente en sus aledaños; lástima que ninguno de los dos se mantiene abierto, pero en ellos se escribió parte de mi historia y de mis historias.
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