De
metro a metro
A la salida de la
Basílica de los Sacramentinos tomamos la decisión de caminar por la calle Arturo Prat, ya que no hay
ninguna estación de metro cercana, por esta calle llegaremos a una de ellas. Frente a
la basílica un anuncio que no parece muy católico, ¿o sí?, ya que se trataría
de una “resurrección”.
La calle Arturo Prat
no es hermosa, y en ella hay una importante concentración de tiendas de muebles, como la concentración de artículos para los vehículos se encontraba en los alrededores de la avenida Cumming en el barrio Brasil. Algunas de estas tiendas están alojadas en locales comerciales tradicionales
o en naves, pero otras lo hacen en casas que antaño serían sino palacetes o
mansiones, si se nota que fueron buenas casas.
La calle, aparte de
muebles de todos los estilos y tipos nos ofrece imágenes cotidianas, ¿Qué mejor
para el sol que coloridos paraguas?
Salimos de la calle justo al lado
de una la estación de metro Universidad de Chile, y entramos a este transporte por varias
razones, la más importante, para ver la estación, que está decorada con el mural Memorial visual de una nación, obra de
Mario Toral que narra en 1.200 m2 la historia del país. Realmente preciosa y colorida la estación.
Nos bajamos en la
siguiente parada, estación de metro La
Moneda, nuevamente es para ver su decoración, en esta ocasión se trata
de óleos de paisajes chilenos, pintados por Guillermo Muñoz en España. Creo que
se trata de una colección de catorce óleos, pero en el andén solo vimos dos,
uno dedicado a los Andes (nos lleva a los infinitos paisajes que veíamos en el vuelo de Santiago a Calama o al viaje en carretera de Calama a San Pedro de Atacama o a cualquier lugar de los que nos enamoramos en la región de Atacama), y
otro al mar.
Deberíamos haber
explorado la estación para ver todos los óleos pero nos conformamos con estos
dos, y es que el tiempo es el tiempo, con lo que el siguiente metro lo tomamos
ya con un destino definido, la estación Puente Cal y Canto, junto a la Estación Mapocho. El billete se lo queda la máquina, así que para tener uno de
recuerdo lo tuvimos que sacar.
Nos queda poco tiempo para pasear, el atardecer comenzará pronto, así que intentamos rematar algunos de los lugares que nos han quedado pendientes por el centro,
y para ello nos dirigimos hacia la zona del Mercado Central, cuyos alrededores
son un hervidero de tiendas, puestos en la calle y gente.
El Mercado Central se aloja en edificio que fue
inaugurado en 1872 para albergar la Exposición Nacional de Artes e Industrial,
diseñado por Fermín Vivaceta. Tras la exposición el edificio se convirtió en el
mercado más importante de la ciudad, y actualmente acoge casi exclusivamente
pescaderías y restaurantes de productos marinos.
La fachada del
mercado no es especialmente llamativa, lo llamativo se encuentra en los
tejadillos y la torre que asoma por detrás de ella. Se trata de una imponente
cubierta de metal fundida que fue construida por una empresa de Glasgow, y que
tenía el diseño especial para la época de tener entramados y ranuras para
absorber el aire hacia arriba y ventilar el edificio (esto me recuerda a los
establos de las vacas en la Finca de Jiménez Barbero). Al igual que con la cercana
Estación Mapocho, una vez terminada la estructura en Glasgow, fue
embalada por piezas y enviada a Santiago, donde se ensambló (que trabajera).
Este ha sido nuestro tercer
intento de visitar el mercado, ya que se encontraba en la agenda de lugares a
intentar visitar, y además ha sido el intento más cercano con el que casi lo conseguimos, pero no fue posible en ninguna de las ocasiones.
El primer día de exploración
de la ciudad era el lugar elegido para comer, pero el cansancio nos hizo parar
en el Centro Cultural Palacio de la Moneda.
El día que paseamos
por el barrio Bellavista, como estaba a un corto paseo, también habría sido un
buen momento, pero nos sentimos atrapados por otro restaurante, Azul Profundo, que
luego no resultó culinariamente tan buena como nos esperábamos, pero nos encantó el local.
Y por último hoy, que
hemos llegado cuando estaban cerrando, y por mucho que hemos intentado colarnos
(ya sé, esto no se debe hacer) y curiosear desde lejos, no hemos tenido mucha
oportunidad de disfrutar de la grandeza de su interior.
El mercado, su actividad
comercial, la vista de productos y una buena mariscada en los restaurantes que
aloja, es otra de las asignaturas pendientes en Santiago a aprobar.
Frente al Mercado
Central, en el cruce de avenidas muy transitadas, se sitúa la plaza Prat, y en ella se alza el Monumento a los Héroes de Iquique, que
consta de una pirámide de 25 m de altura coronada por un faro. Fue inaugurado
en 1962 y las figuras en bronce fueron fundidas con los acorazados Capitán Prat
y Esmeralda. En la pirámide hay habilitado un mirador, pero no sé si se puede
subir a él (aunque me da que las vistas no serán especialmente bellas).
En todos los lados de
la pirámide hay figuras alegóricas o de homenaje a figuras navales chilenas
importantes, pero la principal está dedicada a la batalla de Iquique, que tuvo
lugar en 1879, durante la Guerra del Pacífico, en la que la goleta chilena
Esmeralda fue hundida por el
buque de guerra peruano Huáscar, en la que murió el comandante chileno Arturo
Prat, cuyo nombre se encuentra en calles y plazas en cada ciudad del país (sino
en todas).
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