Sacré
Coeur chileno
Desde el parque Almagro una cúpula nos llama la atención, aunque ya nos había
intrigado su existencia al buscar información de la ciudad de Santiago.
Se trata de la Basílica de los Sacramentinos, diseñada
por el arquitecto Ricardo Larraín Bravo a imitación del Sacré Coeur de París,
como se puede apreciar tanto en la lejanía como en la cercanía, y motivo por el que nos pareció curioso.
En Santiago no
solo se copiaba a Europa en sus mansiones, como las que hemos visto principalmente en lacalle Dieciocho, en el barrio París-Londres o en el barrio Concha y Toro, con esta basílica rizaron el rizo.
No recuerdo con
claridad el Sacré Coeur de París, hace demasiados años de su visita (casi treinta y cinco), pero
aparte de la diferencia del color, supongo que más debido a la contaminación chilena y a la
limpieza parisina, destaco que posiblemente por la mejor ubicación del Sagrado Corazón original o
precisamente por el paso de los años por mi memoria, le recuerdo de mayor tamaño.
La basílica fue
construida entre 1919 y 1931, un largo periodo pese a lo cual no se terminó del
todo ya que la crisis del 29 afectó a la clase adinerada que financiaba su
construcción. La basílica destaca por su
arquitectura bizantina. Fue declarada Monumento Histórico en 1991.
Aunque recibe el
nombre de basílica, realmente se trata de una iglesia parroquial, que aparte de
la contaminación, debido a su construcción inconclusa ha sufrido inundaciones y
sobre todo ha sufrido recientemente el impacto del terremoto del 2010.
La entrada a la basílica
se realiza por la calle Arturo Prat, por lo que tenemos que dar la vuelta a la basílica, lo
que nos ayuda a tener una visión más completa de su construcción por todos sus
lados.
Una
curiosidad de la prensa del corazón es que en esta basílica tenían planeado su
matrimonio la pareja formada por el futbolista chileno (que pasó por el Real Madrid) Iván Zamorano
(al que en Chile le atribuyen la famosa frase de Jesulín de Ubrique, “en dos
palabras, im – presionante”) y la modelo–actriz– presentadora de TV, María
Eugenia Larraín (bisnieta del arquitecto de la basílica). Carambola por todos
los lados.
El
interior de la iglesia (no contábamos que sus puertas estarían abiertas tanto por la hora como viendo las obras de restauración a su alrededor) consta de tres naves y resulta majestuosa su visión,
amplia, luminosa y por supuesto bizantina. Se utilizaron placas de mármol para
cubrir paredes y columnas.
Los
suelos de parqué fueron los primeros de este tipo fabricados en Chile. El
púlpito, los confesionarios y los bancos de madera fueron tallados a mano por
la orden de los salesianos. El órgano fue importado de Alemania. Las vidrieras
son de origen francés y en ellas se incluyeron las imágenes de los que ayudaron
en la construcción, como el arquitecto Larraín Bravo, el ingeniero Víctor
Auclair y Monseñor Errázuriz. Se cuidaron todos los detalles, con derroche de pesos chilenos.
La
cúpula alcanza una altura 69 m y sus ventanas permiten dar más luz a la basílica.
El
altar fue traído desde Argentina en partes y ensamblado aquí.
No
vimos el acceso a la cripta, o nos lo saltamos o posiblemente durante nuestra visita estuviera cerrada por los daños
estructurales causados por el terremoto, pero esta cripta parece ser tan impresionante
como lo es la iglesia en la superficie, ocupando 1.500 m2, que originariamente
estaba dedicada para el culto de la congregación sacramentina. Una iglesia dentro de otra iglesia.
Nos
hemos sentido afortunados por poder conocer esta iglesia porque
parece ser que no siempre sus puertas están abiertas (y nosotros solemos
padecer el síndrome de puertas cerradas), con lo que el desviarnos de nuestra
ruta prevista nos ha merecido la pena (siempre la suele merecer, por lo menos a mí, que
siempre saco positividad de lo que vemos, ya sea especialmente monumental o en su aspecto humano, todo nos enseña y de todo se aprende).
Espero que la basílica la sigan conservando y cuidando, que
pueda ser reparada y sobre todo que intenten mantener el poco entorno adecuado
que le queda, con la visión desde el parque Almagro -que no entorpezcan la bonita visión desde aquí- y con la pequeña
plaza al frente de su entrada, que merecería algo más de alegría.
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