De
barcos y barquitos
Está anocheciendo y
Obdulio durante la tarde nos mencionó un museo junto al Estrecho de Magallanes, así que le pedimos si es
posible ir por la hora, él cree que todavía estará abierto al público y nos dice que
estamos muy atentos tanto a sus explicaciones como a la guía diabólica que llevamos,
y eso que en este viaje la guía la he utilizado más como soporte a posteriori
en muchas ocasiones que como guía propiamente dicha.
Como el museo se encuentra a las afueras de la ciudad, pasamos al lado del palacio Braun Menéndez (no confundir con el palacio de Sara Braun, que alberga un Centro Cultural y el Museo Regional de Magallanes, pero
la fotografía desde el vehículo no es nada buena. El palacio fue edificado por
el hermano de Sara, Mauricio, y fue decorado, como el palacio de ella, con todo
lujo y materiales traídos de Europa, por lo que aparte de disfrutar con el museo es un buen modo de ver el oropel con el que vivieron estos ricos ganaderos.
Desde la plaza de Muñoz Gamero salimos de Punta Arenas por la costanera, bordeando el Estrecho de Magallanes, sobre el que
comienza un bonito atardecer y Obdulio hace una pequeña parada para disfrutar de ambos, del estrecho y el atardecer.
A 7,5 km al norte de
la ciudad se encuentra el Museo Nao Victoria (3.000 CLP) que exhibe una réplica a escala real del primer navío que dio la
vuelta al mundo, la Nao Victoria, al
mando de Fernando de Magallanes. El museo fue inaugurado en octubre de 2011, y
la nave nos había llamado la atención en los traslados al/desde el
aeropuerto, motivo este, la curiosidad, por lo que pedimos a Obdulio ir a visitarlo.
La réplica fue
construida en base a la documentación consultada en el Archivo de Indias en
Sevilla, y en los Archivos de Lisboa y Oporto, y en ella han trabajado tres
carpinteros de ribera con madera de árboles coigüe y lenga, a las órdenes de
un empresario carpintero que ha hecho de esto su pasión, su forma de vivir,
Juan Luis Matassi, que es quién nos recibe en el museo.
Por supuesto la
visita no consiste solamente en ver el exterior del barco, que resulta realmente
impresionante en tamaño, sino que lo interesante está en poder subir a él, con
una audioguía que facilitan al pagar la entrada (lástima que las baterías se
consumieron demasiado rápido). La nao mide 27 m de eslora y 7 m de manga.
(Enseguida
se piensa en navegar por mares y océanos en el siglo XVI… había una vez un
barquito chiquitito… y es que por muy grande que sea parece una cáscara de nuez
gigante ante una marejada en el océano)
El 20 de septiembre
de 1519 la expedición de la Nao Victoria zarpó de Sanlúcar de Barrameda (Cádiz), con la intención
de encontrar el paso marítimo hacia los territorios de las Indias Orientales y
buscar el camino que llegase a las Islas de las Especias.
(Más
que navegantes exploradores nos sentimos piratas, y solo faltaría desplegar la bandera con
la calavera… Johnny Deep nos ha marcado con La Perla Negra y el Caribe -a pesar de las malas secuelas-)
La armada constaba de
cinco naos y 260 hombres, que navegaron durante más de tres años, al cabo de los
cuales sólo volvieron la Nao Victoria y 18 hombres.
(Es
entretenido e interesante entrar en todos los habitáculos del barco, la mayoría de ellos con
maniquíes (de mejor o peor gusto o acabado) recreando acciones propias del
lugar o del barco en general. Aunque entrar en la bodega o en los pisos
inferiores cuesta un poco, porque algunas de las escaleras son estrechas, y lo
que es peor, al entrar la luz es demasiado tenue y no sabes ni por donde poner
los pies, pero sigue siendo divertido… ¡somos como niños!)
Magallanes nos espera
en una de las habitaciones, donde además hay un casco de soldado del siglo XVI, que pesa una barbaridad, y solo de imaginar a esos soldados vestidos con
mallas, cascos, y demás parafernalias cruzando el desierto de Atacama me pongo
a sudar.
Solo faltan las velas desplegadas
para sentir que se navega... en tierra.
En la cubierta hay un
cepo para los prisioneros o marineros rebeldes, en los que creo que te puedes
hacer una foto de recuerdo, pero este no sería mi recuerdo si pudiera navegar
en un barco como este.
Como estamos junto al
Estrecho de Magallanes no puede faltar una foto del mismo.
La nave principal de
este museo es la Nao Victoria, por su historia y por su tamaño, pero para
historias la que tuvo el bote salvavidas James Caird, utilizado por Ernest
Shackleton en su desafortunada expedición transantártica con el hundido
bergantín Endurance en 1915.
El irlandés Shackleton reactivó la carrera en la exploración antártica cuando casi estuvo
a punto de llegar al Polo Sur durante una travesía que, en realidad,
pretendía cruzar el continente. Se quedó a solamente 180 km del punto más
meridional de la Tierra. Curiosamente, de esta expedición casi nadie se acuerda, fueron otros los que pasaron con fama a la historia.
Al acabar la carrera
por la conquista del Polo Sur con la victoria del noruego Roald Amundsen sobre
el británico Falcon Scott (una expedición trágica la británica), Shackleton centró su atención
en cruzar el continente helado de punta a punta, pasando a través del polo, con
la Expedición Imperial Transantártica.
Partieron en 1914
pero su barco, el Endurance, quedó
atrapado en una banquisa de hielo que lo fue aplastando lentamente y lo acabó
hundiendo. La tripulación pasó dos años entre el hielo y en un viaje épico en
el bote salvavidas (signos de admiración infinitos) Shackleton sacó de allí vivos a todos
los miembros de la expedición, y por esta hazaña fue considerado un héroe (no
es extraño).
Frank Hurley, un
fotógrafo miembro de la expedición, tomó imágenes de la odisea,
razón por la que se ha hecho famosa; las desgracias ya no solo se relataban con
palabras, había imágenes de lo vivido (y sufrido, porque viendo el bote,
pensando en el frío polar, es inconcebible que salieran todos con vida).
La última réplica de
una embarcación del museo es la de la goleta
Ancud, cuya construcción fue
impulsada por el presidente Manuel Bulnes, que zarpó el 22 de mayo de 1843 al
mando del capitán John Williams, un antiguo oficial de la marina inglesa, y 23
tripulantes, llegando el 21 de septiembre a Punta Santa Ana, donde los
expedicionarios construyeron un fuerte en lo alto de una colina, Fuerte Bulnes,
y Williams declaró la zona territorio chileno, tomando posesión efectiva del
Estrecho de Magallanes.
A la mañana siguiente
de desembarcar la tripulación del Ancud,
llegó una fragata a vapor francesa, Le
Phaèton, posiblemente con la misma aspiración de nombrar la zona y el estrecho
de propiedad francesa, aunque puede que solamente fuera un fondeo para descansar. Tras un
comienzo enfrentados por las banderas el pequeño conflicto terminó
amistosamente.
A la goleta también
se puede subir, aunque su interior no está tan decorado como la Nao Victoria.
El museo seguirá
creciendo en réplicas de naves famosas, ahora está en plena construcción de la
réplica del Beagle, el barco de la
expedición en que viajó Charles Darwin. Ardua tarea tienen por delante.
Se han terminado las
visitas por hoy, nos ha llegado el anochecer en el Estrecho de Magallanes y es
hora de volver al hotel.
Por último, mencioner que desde Punta Arenas
hay varias excursiones interesantes a realizar, pero que por falta de tiempo o porque durante el invierno no se realizan, nos quedan pendientes.
Entre las primeras mencionar las visitas a Puerto del Hambre y Fuerte Bulnes; entre las
segundas, que si se hubieran efectuado es posible que hubiésemos cambiado el
planning del viaje, la visita a las pingüineras o el avistamiento de ballenas
(con las que disfrutamos, más él que ella porque yo me mareé todo lo posible, en nuestro viaje a Nueva
Zelanda).
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