Un
hotel boutique en el Fin del Mundo
El hotel de Puerto
Natales fue elegido porque me pareció muy coqueto, con una ubicación entre
buena y mala; buena, porque se encuentra junto a la costanera del Seno Última
Esperanza; mala, porque está alejado del centro, no demasiado la verdad, pero
sí lo justo como para quitarse las ganas de salir de él en noches desapacibles,
como serán dos de tres noches que pasamos en Puerto Natales, en nuestro caso. Se trata del Hotel Indigo,
de la cadena Noi.
Posiblemente su exterior no es lo más llamativo ni favorecedor, aunque tiene su punto por la mezcla de materiales arquitectónicos.
Fuente: terra.cl
En la zona de
recepción hay un salón para descansar, así como mesas donde estudiar mapas y
posibles excursiones, o para recordarlas o compartirlas.
En esta zona
hay colgada una pizarra con el tiempo actual y el previsto para tres días, que no pinta muy favorable, sobre todo por el
viento, hoy a 18 km/h (la razón de no salir a cenar a la ciudad), parece que mañana nos dará un pequeño respiro por lo menos. La temperatura no tan baja como podíamos esperar, en su línea para ser invierno en una localización tan al sur.
Desde recepción parte
una pequeña rampa que conduce al restaurante Kosten, estructurado en dos
niveles. En el piso inferior se sirve el buffet de desayuno y fue donde ayer cenamos.
El piso superior
aloja el Lounge Bar, pero también hay mesas en las que sirven comidas.
En esta zona de sofás
nos pedimos un pisco sour, insisto con él a pesar de que no consigo que me
guste plenamente, y una variedad del mismo, el calafate sour, que está menos
fuerte y se bebe mejor: pisco, salsa de calafate (el calafate es un arbusto que tiene bayas con el mismo nombre, de las que se obtiene esta salsa densa), azúcar y zumo de limón. Y aquí coincidimos con otra pareja de españoles, que
viven en Valencia, pero que son de una ciudad a 13 km de mi pueblo natal, ¡y
nos encontramos aquí!, y es que el dicho de "el mundo es un pañuelo" se hace realidad donde menos te lo esperas.
En este loung también hay mesas con
juegos, bueno, creo que realmente estaba esta mesa con un ajedrez.
En un lateral del
hueco central del edificio se encuentra la escalera de acceso a los pisos,
cuyas habitaciones se encuentran en dos pasillos paralelos comunicados por una
pasarela en voladizo, lo que le da un aire de ligereza a la estructura, aunque
también algo de confusión, porque para acceder al último piso hay que cambiar
de escalera, pero esto a la primera se aprende, ya que solo se trata de tres
pisos.
La escalera es mitad
escalera de peldaños, mitad rampa, lo que nos vino de fábula para el día de la
partida, ya que debido al temporal de viento y nieve se cortó la luz y sólo
funcionaba el generador para alumbrar los pasillos, quedándonos a oscuras en la
habitación. El ascensor no funcionaba y bajar las maletas por escaleras hubiera
resultado agotador, pero mitad por escalera y mitad por rampa se hizo algo menos pesado (todavía podemos hacer estos esfuerzos sin solicitar ayuda, pero todo llegará).
En el piso inferior,
al lado de las escaleras, un rincón tipo chillout, donde tras un día de
excursión te podrías quedar en el séptimo cielo. Desde el hueco de la escalera se ve mucho mejor y se fotografia también mejor.
Aunque para estar en
el séptimo cielo lo mejor es subir al Aiken Spa, en el último
piso.
Hay dos piscinas
jacuzzi en el exterior, que por supuesto no es la temporada idónea para
probarlas, pero que presupongo colapsadas en temporada alta.
Hora de pasar a la
habitación, que en esta ocasión, y asesorados por nuestra amiga y agente de
viajes, se trata de la suite, ya que ella estuvo alojada en este hotel, conoce
nuestros gustos y la habitación standard le parecía algo pequeña. No se
equivocó ella al asesorarnos ni nosotros al aceptar la propuesta. Está
localizada en el último piso destinado a habitaciones.
A lo más difícil de
adaptarse, tal y como habíamos sido avisados por ella, era al armario de
concepto abierto, pero no como en otros hoteles en los que nos hemos alojado en este viaje, como los de la cadena Altiplánico, tanto en
Isla de Pascua –con cortinillas- como en San Pedro de Atacama -en concepto alacena pero separado del dormitorio-. Debe ser una moda del diseño moderno, porque también en el hotel de
New York en el que estuvimos Fin de Año de 2012 el armario era
abierto, aunque el concepto era más de tipo vestidor al estar separado del dormitorio. Acepto armario y perchas como visión, pero que los cajones no existan o se reconviertan en baldas al aire libre no me convence (la ropa interior debe estar guardada y no exhibida aunque sean piezas de diseño).
Ya os habéis dado
cuenta que la estrella de la habitación es la bañera, colocada en un pequeño
altillo de la habitación, con dos ventanales en esquina. Pide ser disfrutada inmediatamente aunque la música de fondo, el fuerte viento que soplaba y movía las chapas de las construcciones haciéndolas sonar como si realmente fuera a llegar el fin del mundo, no favorecía la relajación.
En este concepto de habitación de
diseño abierto, el lavado también se encuentra integrado dentro de la
habitación; al fondo se encuentra la ducha, quizás algo oscura e incómoda por
no disponer de una pequeña repisa donde colocar el champú y el gel, y el suelo
a estas edades es algo incómodo para este menester. Por supuesto, el inodoro no
participa de este diseño y tiene su propio habitáculo cerrado.
Desde una de las
ventanas de la habitación tenemos vista a la costanera, al Seno de Última Esperanza y a la sierra Dorotea.
Un hotel recomendable
sin lugar a dudas, aunque deberían mejorar su carta en el restaurante para ser
completo. De la misma cadena, en Santiago nos alojamos en el Hotel Noi Vitacura, que aunque menos sorprendente que éste, cumplió con nuestras expectativas.
mmmm... ¡Yo quiero! ¡Qué original! Gracias por traernos el mundo a casa ;-)
ResponderEliminarHola Mamen! Gracias a tí por alimentarnos y darnos fuerzas para recorrer el mundo o llegar hasta el mercado con ganas e ideas.
ResponderEliminar