Azul
colgante
La entrada "efectiva" al Parque Nacional Torres del Paine la hacemos a través de la llamada Portería de la Laguna Amarga (mirar mapa de situación), a 129 km
de Puerto Natales, un puesto de control, donde hacemos una parada, aparte de para supongo mostrar la
entrada de acceso (vale para varios días), para pasar a los baños, que ya se va
haciendo necesario y urgente.
En esta parada hace
su aparición una mofeta, que allí llaman chingüe, a la que los turistas
persiguen en su afán de inmortalizarla en sus cámaras, pero nosotros
prudentemente la dejamos corretear, no vaya a ser que se enfade y despliegue todo su aroma para defenderse de los paparazzi, aparte de para no estresarla más de lo que ya parecía estar, así que
la fotografía que tenemos de ella es semitapada por arbustos y se intuye más su su cola que su cuerpo.
Continuamos camino, y
desde la minivan vemos varios saltos de agua, que no son grandes en caudal pero
sí en altura, destacando una entre ellos. Supongo que se trata de agua del
deshielo que se esté produciendo por algunas zonas del macizo del Paine.
En el camino no nos
faltan los guanacos, que se aproximan a las lagunas a beber.
La siguiente parada
en el lago Nordenskjold (mirar mapa de situación), lago que
lleva el nombre del arqueólogo sueco que exploró la cueva del Milodón.
Además de la
bella visión del lago con su color azul, destaca la presencia del macizo del
Paine, producto de la erosión de los glaciares, el viento y la lluvia. Lo que
no podemos tener es el reflejo completo del macizo en el lago, con más tiempo
hubiéramos paseado por un lado y por otro, buscando el “punto Kodak” pero solo
tenemos unos minutos para ver, disfrutar y fotografiar, y lo que a primera vista parece una distancia corta, realmente no lo es, hay ir bordeando el agua del lago para acercarse a ella. Sigo creyendo con firmeza que alcanzar estos lugares a golpe de pisada en lugar de neúmatico tiene que ser inmensamente gratificante.
En los alrededores de
la laguna suele haber zorros pero no vimos ninguno, aunque sí la señal de
advertencia de no alimentarles.
Lo que desde este punto se perfectamente son los
famosos cuernos del Paine (mirar mapa de situación), tan o
incluso más famosos que las torres del Paine que dan nombre al parque. Se trata de tres cumbres de granito: Cuerno
Norte (2.400 m), Principal (2.600 m) y Este (2.200 m).
En el macizo del Paine, y en
estos cuernos se distinguen perfectamente, hay dos colores: una banda
superior de color oscuro (en teoría rojizo, pero en un día de nubes como hoy es
más marrón, que un buen sol iluminándolo todo tiene otros colores), formada por sedimentos de piedra; y otra inferior, de color
grisáceo (hoy marrón claro), que es el magma volcánico enfriado cuando salió
del interior de la tierra. Durante la glaciación hubo un movimiento tectónico
que levantó las montañas tan violentamente que los sedimentos que había
depositados sobre el suelo ahora están a 2.500 m de altitud.
No nos podemos quedar
solo con la visión de los cuernos (suena entre raro y divertido hablar de cuernos tan alegremente...e incluso posar con ellos a modo gran cornamenta, tentando la suerte) las montañas
del macizo alrededor de ellos también son increíbles, y somos afortunados por
verlas cubiertas de nieve y porque el día y las nubes a pesar de su acecho nos están permitiendo la visión del macizo,
ya que por ejemplo nos cuentan que el día anterior los excursionistas (motorizados, supongo que los pedestres se tendrían que quedar en refugios) no pudieron
ver nada.
En las cumbres
nevadas del macizo se aprecian pequeñas zonas de color azul claro intenso, son
los ventisqueros o glaciares colgantes, creo que es la primera vez que los
vemos, y nos parecen inmensamente bellos. Creía que los glaciares tenían que
tener una salida a tierra o al mar o a un lago, y aquí descubro que pueden ser sin salida
y estar colgados como ríos o lagos helados sobre las montañas, ¡impresionante!, ¡precioso!. En este caso se
trata del glaciar colgante Torres
sobre el Monte Almirante Nieto (mirar mapa de situación).
Este vuelve a ser uno
de esos lugares del mundo en los que te quedas atrapada por la visión, aunque también
daban unas ganas tremendas de haber llevado el equipo necesario para cargar con
una mochila, víveres, agua, bastones para caminar y lanzarse
a eso, a caminar por este precioso parque nacional.
Continuamos el viaje
por el parque, pasando por una zona arrasada por el fuego, ya que lamentablemente en el año
2005 un turista calentando la comida originó un incendio que destruyó cientos
de hectáreas de bosque y matorral, y en el 2011-2012 otro visitante quemó papel
higiénico y provocó un incendio. Turismo sí, pero turismo con precauciones,
cuidadoso y respetuoso con el medio ambiente.
La siguiente parada
es en el Salto Grande (mirar mapa de situación), no en el
salto ni medianamente cerca, sino con vistas al salto, que salva la diferencia
de nivel entre el lago Nordenskjold y el lago
Pehoé (mirar mapa de situación), que es el lago a nuestros pies (pehoé es una palabra tehuelche que
significa salvaje). A nuestra espalda quedan las lagunas Mellizas.
Volvemos a tener una
buena visión de los cuernos del Paine.
También
visionamos el cerro Paine Grande (mirar mapa de situación), el
de mayor altitud del parque, con 3.050 m, a la izquierda de los cuernos.
En el Paine Grande
destaca de nuevo otro ventisquero o glaciar colgante, el glaciar del Francés, que
nos vuelve a cautivar por su situación y por su color azul. Impresionante,
tanto visual como sonoramente, tiene que ser coincidir con un desprendimiento
de hielo del glaciar, evento que pudimos ver y escuchar en el glaciar Serrano.
Estamos sobrecogidos,
y no solo por el frío, que se nota y mucho, sino por la inmensa belleza del
parque, que se está dejando conocer, a distancia eso sí, si no libre de nubes, por lo menos libre de
lluvia.
Al lado del Salto
Grande parte un sendero hacia un mirador de mejores vistas de los cuernos del
Paine, pero nosotros no tenemos tiempo de escaparnos hacia allá; es un
recorrido corto, que puede llevar sólo una hora y la recompensa sería
magnífica.
Bajamos con la
minivan rodeando el lago Pehoé,
aunque también hay un servicio de ferry que cruza el lago y acerca a nuestro
próximo destino, el lago y glaciar Grey, pero solo para continuar caminando, en una ruta que a priori
parece fantástica.
La Hostería Pehoé se
encuentra en un enclave perfecto, sobre una pequeña isla en el lago Pehoé. Eso
sí, mejor no llevar mucho peso en las maletas (seguro que es más normal llevar mochilas) para no tener que cargar con
ellas por la pasarela sobre el lago.
Paramos en el camping
Pehoé, donde hay cabañas, mesas de picnic, aseos y una tienda-cafetería.
Nosotros vamos de picnic, incluido en el precio de la excursión, junto al lago
Pehoé. De menú, ensalada de patatas y pollo relleno (sinceramente yo me esperaba unos sándwiches, así que fue una buena sorpresa).
Al ruido de gente y
de bolsas, así como al olor de la comida somos rodeados por multitud de cuervos
y algún bonito pajarillo de colores.
Las vistas acompañan la comida, aunque la mejor compañía es la de una pareja chilena con
la que compartimos la excursión y con la que comenzamos a entablar
conversación, y por supuesto buenas risas, porque ¡vaya pareja! (os extrañamos y os recordamos con cariño,
Evelyn y Felipe).
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