Las
tres torres
Después de nuestra
visita didáctica a la cueva del Milodón continuamos viaje. Vamos al Parque Nacional Torres del Paine (18.000
CLP), creado el 13 de
mayo de 1959 con una extensión de 181.414 hectáreas, que antes formaban parte
de una estancia de ovejas, con una sobreexplotación de pastos, bosques y fauna,
y que a día de hoy ocupa 227.242 hectáreas, siendo uno de los parques
nacionales más extenso de Latinoamérica y uno de los más visitados también. La
Unesco lo declaró Reserva de la Biosfera en 1978.
El parque dispone de
más de 250 km de senderos, incluido el clásico circuito llamado “W”, que se
recorre entre cuatro y siete días (depende de las fuerzas y el ritmo de cada
persona para unos 50 kms), y dispone de refugios donde acampar, aunque en temporada
alta seguramente estén completos y una tienda de campaña será necesaria.
En el paisaje hacia el parque vamos viendo grandes
extensiones de pasto, ocupadas por estancias, muchas de ellas ofrecen
alojamiento y excursiones a caballo, y es que hay que ampliar el negocio ganadero, y como alternativa a los visitantes creo que puede resultar interesante.
Vamos por la llamada Ruta Fin del Mundo, nombre que
parece más especial de lo que lo es en realidad; imposible sacar el cartel con este rotulo con
nitidez suficiente. Creo que la carretera por la que circulamos bordea el lago Toro, el
más grande los lagos del parque, pero el guía no lo mencionó, por eso mis dudas,
aunque por la ruta del mapa así lo parece.
Por el camino seguimos viendo más
estancias, con su ganado en los pastos, vacas y ovejas.
Hacemos una parada en
Cerro Castillo para tomar café, las
evacuaciones necesarias, y si se quiere, también se pueden comprar souvernirs o ropa.
Aquí se encuentra uno de los muchos
pasos fronterizos de Chile con Argentina, el del Río Don Guillermo.
Continuamos el viaje
hacia el parque nacional y vemos una granja con ñandúes, poco a poco la fauna de Chile se va dejando
ver.
Y poco a poco las
increíbles cumbres del Paine se hacen más cercanas.
Paramos en el lago Sarmiento, que tiene un sistema
cerrado, es decir, hay afluentes pero no hay drenaje, lo que provoca un ambiente
salino (aumento de la concentración de aniones y cationes) en el que las
cianobacterias (algas azules verdes) realizan el proceso de la fotosíntesis y
precipitan calcio, produciendo esqueletos de calcio parecidos a los corales que
reciben el nombre de microbialitas, y dentro de ellas los trombolitos, que se
encuentran a orillas del lago. Estas estructuras comenzaron a formarse tras la
última glaciación, hace 10.000 años, por lo que todavía no se pueden considerar
como fósiles, deben superar esta edad (poco le queda). Como no nos acercamos al
lago no vimos estas formaciones, pero en cambio disfrutamos del espléndido
paisaje al frente.
Las estrellas desde
este mirador son las imponentes torres
del Paine, y estamos de suerte porque en muchas ocasiones las nubes tapan
su visión, y a pesar del día, que si ahora con sol, que sí ahora nublado, se
dejan contemplar.
El parque nacional
recibe su nombre del macizo del Paine,
un grupo de cumbres y agujas junto al Campo de Hielo Sur, entre la cordillera
de los Andes (es un macizo independiente de esta cordillera) y la estepa
patagónica. El macizo es producto de la erosión de los glaciares, el viento y
la lluvia hace doce millones de años.
Paine es una palabra
tehuelche que significa azul, azul como los glaciares, icebergs, ríos y lagos
que se encuentran en el parque.
Continuemos con las
torres, son tres: la central, con 2.460 m, la norte o Monzino, de 2.260 m, y la
sur o de Agostini, de 2.500 m. Con las alturas hay cierto jaleo, veo diferentes
números en varias fuentes (la oficial marca con 2.800 m la torre central, 2.248
m la norte, y 2.850 m la torre sur), y aunque sólo son cuarenta metros de
diferencia entre las torres central y sur, la central al ojo y a la cámara nos
parece más alta, y así figuraba también en algunas fuentes.
A medida que
avanzamos las torres asoman algo más entre el resto del macizo.
Dejando aparte las
alturas, son tres torres hermosas, como de un castillo de cuento (posiblemente
pertenecía a la bruja) a las que nos hubiera gustado acceder de otra manera, no
escalarlas porque no somos escaladores ni lo pretendemos a estas alturas de
nuestra vida, pero sí realizar una caminata que llega hasta un mirador donde
poder contemplarlas de manera más cercana, y con un gratificante paseo, pero
siendo invierno, y sopesando las posibilidades, fue finalmente descartado por
la meteorología que podíamos encontrarnos, así que nos hemos conformado con un
recorrido por el parque en minivan parando en lugares emblemáticos con vistas
maravillosas.
Hacemos una parada
rápida para conocer de cerca a uno de los camélidos que nos faltaba por
conocer, a los bonitos guanacos (creo que entre las llamas, vicuñas y guanacos,
su cara es la más dulce, se asemejan más a un peluche grande), cuyo pelo es de de color canela claro (marrón claro
diríamos nosotros a lo bruto). Se les nota acostumbrados a la presencia humana
porque solo se alejan un trecho corto de nosotros, y siguen con su comida y su
paseo.
Los guanacos
estuvieron a punto de extinguirse por la llegada de los colonizadores europeos,
pero tras más de una década de protección han conseguido su supervivencia,
¡afortunadamente!
Continuamos el camino
en la minivan hasta la siguiente parada, en la laguna Amarga, cuyo nombre lo recibe por su alta concentración
salina. La laguna forma parte de la misma parte cerrada por morrenas que el visto
anteriormente lago Sarmiento, que reciben aportes de flujo pero no tienen
drenaje. En esta laguna hay estructuras llamadas estromatolitos, formadas por
algas verdeazuladas, que construyen un esqueleto en bicarbonato cálcico. En
general, los estromatolitos tienen laminaciones de formas diversas, pero no los vimos ni los buscamos y por lo tanto no los fotografiamos.
Complementariamente a
la importancia geológica de la laguna, para estos ojos vuelve a ser imponente
la visión de las torres del Paine.
Continuamos el viaje
por el parque, pena que sea motorizado para abarcar el mayor número de lugares
aunque sea desde la lejanía, y seguimos encontrando más estancias en el camino, que por su
apariencia exterior y arquitectónica están ancladas en el siglo XIX y
principios del XX, por lo que a mis ojos tienen cierto carácter romántico y
aventurero, extirpando la realidad histórica de la exterminación de los
indígenas que por su implantación tuvo lugar.
Las torres continúan acaparando el protagonismo.
Nuestro guía Julián
nos ofrece hacer un pequeño desvío para ir a la cascada Paine, cuya visita no estaba concertada en la excursión, y
todos accedemos muy contentos, cuanto más veamos, mejor para nosotros.
La cascada se
encuentra entre la laguna Amarga, vista anteriormente, y la laguna Azul, a la
que no llegaremos. Más que el propio salto de agua, que no es de gran altura,
lo que llama la atención es la labor de erosión del agua en la especie de isla
central, y los niveles de estratos que se pueden ver en ella.
Aparte de verlas también podéis oír el sonido del agua.
Aunque
esto suene a repetitivo, ellas son las estrellas del parque, y por las que éste
recibe su nombre, las torres, cuya torre sur ahora asoma algo más.
Por
supuesto que el mejor modo y medio de llegar a la cascada es por un sendero
caminando. Nosotros continuamos la excursión motorizados.
Proseguimos nuestra visita por el Parque Nacional Torres del Paine.
Un mapa del parque con detenimiento se puede encontrar en la página del propio parque, pero uno de situación de lugares visitables con claridad, sin necesidad de topografías:
Un mapa del parque con detenimiento se puede encontrar en la página del propio parque, pero uno de situación de lugares visitables con claridad, sin necesidad de topografías:
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