Al
grito de Jane y sin frenos
Tras la navegación
por el lago Todos los Santos llegamos a Peulla, una pequeña localidad situada en un valle, destino
turístico desde 1907 que se encuentra controlado casi en su totalidad por una
familia. Lo más curioso del lugar es que tiene 220 días de lluvia al año, dos de
cada tres, y si ayer no llovió estamos teniendo una suerte tremenda por volver
a tener un día de sol espléndido. Su población es de 120 habitantes.
Durante la travesía
la agencia de excursiones nos ha ofrecido realizar varias actividades en
Peulla, por supuesto fuera de programa y de pago, y es que pasaremos tres horas
aquí para luego tomar el barco de regreso a Puerto Varas, navegando nuevamente por el Lago Todos los Santos, aunque tendremos peor tiempo, con lo que mejor
utilizar las horas disponibles en alguna actividad. Las propuestas son: excursión
en 4x4 para ir a una granja-hacienda de animales donde conocer al emú entre
otros (al que conocimos bien de cerca en la granja Johnststone en Australia, y al que además nos comimos en varias ocasiones en el país, como en una de las cenas barbacoas en Ayers Rock, junto al mítico Uluru), así como con el vehículo vadear ríos (que suena más emocionante); tirolina o canopy sobre los
árboles; y una cabalgata a caballo por el bosque. Con mejor tiempo ofrecen
kayak o jet boat por el lago. Otra posibilidad es pasear por nuestra cuenta,
aunque también se forman grupos organizados.
Un vehículo decorado
simpáticamente, a pesar de los cuernos, recoge a algunos pasajeros para
repartirnos por donde comenzaremos nuestras diferentes actividades.
En un ataque de amor
marital, porque si yo no lo hago él tampoco, y la otra opción elegible,la visita a la granja sinceramente no nos
convencía nada, decidimos que vamos a tirarnos por tirolina de árbol en árbol y que sea lo que el destino y los árboles nos deparen.
Para ello, en manos de dos jóvenes expertos en el tema que llevan esta
actividad, y una vez pertrechados con nuestros arneses, guantes especiales y casco,
subimos primero a pie por la montaña. Solo somos cuatro valientes que nos hemos
apuntado.
La subida a pie se me
hace costosa, primero porque el ritmo de nuestros ayudantes para mí es
infernal, van muy rápido y no quiero hacer perder tiempo al pequeño grupo, y la
segunda razón, es porque viendo el sistema de tirolina voy pensando ¿en qué me
estoy metiendo?
Para terminar de
rizar el rizo en este paseo, se acaba con una pasarela sobre los árboles,
eso sí, es corta y el tramo bastante bamboleante, pero no se convierte en terrorífico; más bien es como un pequeño aperitivo para ir despejando el vértigo.
La seguridad es
máxima, tenemos dos agarres de seguridad, que van colocando los dos encargados,
de uno en uno, sin prisa pero sin pausa, sabiendo lo que hacen. En la primera
plataforma de salto nos dan las instrucciones, aunque las irán repitiendo en
varias de ellas, aparte de controlar bien la posición de partida.
Uno de los dos
ayudantes se lanza con total naturalidad a la siguiente plataforma, y es que él
será el encargado de ir recibiéndonos de plataforma en plataforma, que en total
serán diez. El que se ha quedado con nosotros nos coloca los arneses, la posición
de las manos, siempre por detrás de la polea para no pillarnos, y nos recuerda cómo
frenar. Lo ideal de la posición es poner una pierna sobre la otra, pero esto
aunque suena fácil no lo es hasta unos cuantos saltos más.
Preparada para el
primer salto, no hay vuelta atrás, para salir de aquí no tengo otro modo
(supongo que si tuviera un ataque de nervios algo se podría haber hecho,
avisando a algún compañero para que me recogiera o siguiendo sola el camino de
vuelta). Este salto lo intentan hacer más fácil colocando un pequeño escalón en
la plataforma, pero la altura es mayor, con lo que pegar el salto al vacío y
comenzar a deslizarse me lleva mi tiempo de concentración, y finalmente ¡allá
voy!.
Este es uno de los
tramos más largos, con lo que parece que no va a tener fin y que si lo tiene no
va a ser muy agradable. En la siguiente plataforma espera uno de los
encargados, que además nos frena en caso de que no lo hagamos, y yo parece ser
que no lo hacía, bien porque no tiraba con suficiente fuerza la cuerda hacia
abajo o sencillamente porque apretaba la mano sobre la tirolina y el agarre pero no hacia
abajo, así que el pobre me frenaba una vez tras otra. Además hay unas
colchonetas, más bien duras para soportar el impacto de los pies, que protegen
de un buen golpe contra el árbol.
A nuestro alrededor
un manto verde de árboles, y a nuestros pies un río, el paisaje desde la altura
merece la pena el pequeño sufrimiento de terror del comienzo.
Una de las
plataformas tiene vistas a la cascada
Velo de la Novia, a la que se puede llegar caminando en lugar de volando
sobre los árboles.
Los árboles por los
que vamos saltando como monos descontrolados son coigües, aunque uno de ellos
es un olivillo, pero allí no estaba yo como para clases de naturaleza, sino
para mentalización interior. Como se puede ver se trata de árboles de gran
altura, porque nosotros no estamos en la cima de ellos, sino a media altura.
Se termina la
actividad y nos vamos acercando al centro de operaciones.
Para bajar se termina
con dos rappel, descenso vertical, que no controlamos nosotros, directamente se encargan nuestros
pacientes entrenadores. El primero de estos rappel me produce más ansiedad en
la bajada que todas las tirolinas juntas, ya que es descolgarse al vacío a gran
velocidad sin posibilidad de elección en la llegada.
La experiencia
resultó divertida y gratificante, con lo que poco a poco voy superando retos,
por lo menos hago el intento, y además mi marido, mi compañero, disfruta
haciendo estas pequeñas aventuras, aunque en alguna de ellas he tenido que
abandonarle a mitad de la práctica, como en el submarinismo en la Gran Barrera de Coral de Australia.
Terminada nuestra
pequeña aventura sobre y entre los árboles, desde la cabaña donde dejamos los
aparejos de seguridad caminamos hasta el hotel donde tenemos el punto de
encuentro; aunque primero pasamos por lo que parece el antiguo hotel Peulla,
que sinceramente por su aspecto ajado en algunas zonas (y si está en
funcionamiento ¡madre mía!) nos traslada a una película de terror, de mucha
sangre y muchos gritos (como no hemos visto su aspecto interior no quiero
desmerecerle, puede que fuera la visión momentánea).
En los alrededores
del hotel hay señales inequívocas sobre el cruce de lagos, entre Chile y Argentina, que se puede realizar
y sobre el autobús a tomar en cada caso, que todo puede ser acabar donde no se
quiera.
Los alrededores del
hotel son naturaleza pura, con caminos para vehículos
todoterrenos, pero que también apetece utilizar para caminar o hacerlo sin
camino muy definido sabiendo bien lo que se anda.
Tras el corto paseo finalmente llegamos
hasta el hotel Natura, que tiene mejor presencia y prestancia que el anterior,
aunque pensándolo fríamente las paredes del antiguo tendrán muchas historias
que contar.
Una vez en el hotel,
lo primero es intentar comer, tenemos menos de una hora para hacerlo, y si el
servicio no es rápido nos quedaremos a medias, con lo que mejor sería quedarnos
a cero. Pedimos un consomé para entrar en calor, y eso que con la tirolina ya
hemos entrado lo nuestro, pero el día ha sido de frío en los saltos del Petrohue y frío en la navegación por el lago Todos los Santos. El consomé resultó demasiado grasoso, muy contundente.
De segundo plato los
dos nos decantamos por la merluza austral, rebozada o a la romana y a la
plancha, mejor la segunda, aunque sinceramente no nos pareció merluza, ni
austral ni septentrional, o no nos pareció una buena merluza para lo que esperábamos (si el producto es bueno no importa demasiado el lugar o la forma de elaboración).
Hoy toca probar una
nueva cerveza chilena, la Polar Imperial, tipo Lager.
El servicio ha sido
muy rápido, con lo que tenemos algo de tiempo para componernos y para curiosear
un poco por el hotel, que tiene rincones muy agradables para pasar tardes o
noches, aunque puede que el trasero se resienta rápidamente de la dureza y la planicie maderera.
La barra del bar es
preciosa, un árbol en el que han practicado una hendidura en el centro.
Tenemos que estar a
las puertas del hotel a las 14.45 para tomar el autobús de vuelta al
embarcadero y allí estamos los viajeros esperando el autobús.
Una nota para
posibles viajeros: desde Peulla, y llegando como nosotros desde Puerto Varas por carretera hasta Petrohué y luego navegando por el lago Todos los Santos, se puede realizar el que seguro es interesante paisajísticamente, cruce
de lagos, en el que se atraviesan dos parques nacionales y cuatro lagos. La
ruta sigue el camino Huilliche, por el que se adentraron los jesuitas en busca
de la Ciudad de los Césares, para terminar en San Carlos de Bariloche,
Argentina. Se puede hacer noche en Peulla y realizar el cruce al día siguiente
o se puede llegar a dormir a Bariloche en el mismo día; pero son necesarios al
menos dos o tres días para que no se convierta en una excursión paliza
en la que se disfrute poco. Nosotros no la hicimos, porque no teníamos dos días
más para realizarla, a no ser que sacrificaremos otros destinos o los
alrededores de Puerto Varas, pero en esta ocasión no tocaba conocer Argentina, solo
Chile.
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