Y
de repente, la niebla
Comenzamos el viaje
de vuelta desde Peulla navegando nuevamente por el lago Todos los Santos, pero en esta ocasión lo hacemos bajo la niebla y la amenaza de
lluvia, con lo que la visión de paisajes es diferente, si en el viaje de ida fue luminosa, en el de vuelta parece más "aventura", pero el frío nos hace
desistir de pasar la mayor parte del tiempo de navegación en el exterior.
Desembarcamos en
Petrohué, y ahora no nos toca volver a ver los saltos del río,
vamos directamente a Puerto Varas. Nos quedamos un rato en el hotel a descansar, y no es que
el día haya sido cansado, porque la navegación por el lago es sumamente
tranquila y lenta, pero la fina lluvia no nos motiva demasiado a salir, ¿y si caen chuzos de punta?
Tras el corto descanso
insisto y termino convenciendo a mi partenaire de viaje para salir a dar una vuelta y encontrar un
restaurante para cenar; nos damos un paseo en busca de uno, pero es temporada
baja y está cerrado, con lo que nos dimos una vuelta para ver muy poco y catar
el aire frío. Pasamos por otro de la lista, que sí está abierto, pero está
completamente lleno (¿será que es realmente bueno?), y tras una de esas deliberaciones maritales que casi
siempre gana él (aunque luego la fama se la llevan otras) decidimos nos esperar
y salimos a la búsqueda de otro restaurante, ya no de una lista, sino de uno
que nos guste por su presencia. En estas llegamos al Fogón Las Buenas Brasas, cuya entrada nos convence.
Nos ofrecen el aperitivo
mientras esperamos el plato que hemos decidido compartir: un rico pan caliente, un platito de pebre, con sus
ingredientes cortados en trozos más grandes, y un platito con ceviche de salmón, que estaba
bastante fuerte de sabor, aunque esta acidez es parte de la elaboración propia misma
del ceviche.
Compartimos una tabla
de barbacoa para los dos, con su chorizo, salchicha tipo butifarra, chuletas de
cordero y dos cortes de carne que no recuerdo a qué se correspondían
exactamente, pero que estaban riquísimos de sabor, tiernos y en su punto, como
toda la carne que hemos comido en el país.
Acompañamos la comida
con un vino estupendo, de uva carménère, un Reserva Medalla Real, de Bodegas
Santa Rita, del valle del Maipo. Creemos que el mejor vino de lo que hemos
catado en el país.
El restaurante aparte
de por sus ricas carnes también es conocido por preparar sabrosas centollas,
aunque nosotros en esta ocasión nos tiramos a la tierra, que no al barro, en
lugar de al mar.
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