No lo hacemos muy a menudo, pero debería ser una de las rutinas a incluir en nuestra vida, pasear por la bonita y, en ocasiones caótica, ciudad en la que vivimos, Madrid o MadriZ como dicen que la pronunciamos. En la última ocasión tuvimos un día de verano más que de primavera, y eso que este año el verano está tardando en llegar y cuando parece que se quiere quedar vuelve a desaparecer... para que luego digan que no hay cambio climático.
Comenzamos el paseo al lado del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, que este es su nombre completo pero todos lo conocen como "el Reina Sofía". Se instaló en el antiguo Hospital General de Madrid, llamado Hospital de San Carlos, un grandioso (aunque no especialmente bonito, o eso siempre me ha parecido) edificio neoclásico del siglo XVIII, diseñado inicialmente por José de Hermosilla y continuado por Francesco Sabatini. El museo fue inaugurado en 1986, y formaba parte de un amplio y complejo plan de modernización de la zona de Atocha: eliminación de un paso elevado de circulación (conocido como "Scalextric" por su similitud con los circuitos de juguetes), recuperación de la fuente de la alcachofa para la glorieta de Carlos V, plataformas de autobuses en Sánchez Bustillo, túneles de acceso al paseo Reina Cristina, modernización de la estación de Atocha y creación de un intercambiador de transportes (autobuses, metro, tren de cercanías, párking de coches) y algunos planes más que ahora no recuerdo, y es que para la carrera tuvimos que realizar un trabajo sobre el cambio en esta zona y hay cosas que se recuerdan y otras no, parece que esta es una de las que recuerdo en más del 70%.
Nuestra intención era visitar el museo por la exposición que desde el 27 de abril al 2 de septiembre de este año el museo dedica a Dalí, pero nuestra hora de llegada ya es tardía y la cola es bastante considerable, claramente el genio Salvador Dalí tiene mucho tirón artístico y mediático, con lo que desistimos de entrar, y hasta el momento seguimos sin visitarla, y es que hay actos que aunque impliquen un coste hay que realizarlos en el momento para obtener la recompensa.
Al frente se encuentra el edificio del Real Conservatorio Superior de Música, alojado también en un edificio que formaba parte del Hospital de San Carlos.
En la glorieta de Carlos V, como el corazón de Atocha, se encuentra la remodelada y bonita Estación de Atocha, en la que han mantenido su estructura exterior, realizando en el interior una bonita combinación de ladrillos, hierro y cristal, recordando los primeros la estructura original de la estación. No creo que sea la estación de trenes más bonita del mundo pero creo que Rafael Moneo, el arquitecto encargado de realizar la remodelación, logró un buen diseño.
En la esquina del Paseo del Prado con la calle Atocha se sitúa el Hotel Nacional, hotel que me trae recuerdos de boda, donde celebraron el banquete mis tíos hace ya unos cuantos (bastantes) años. Tras una etapa de abandono volvió a abrir sus puertas y renacer de su deterioro para lucir orgulloso su blanca fachada.
Caminando por el mítico Paseo del Prado y no muy lejos de este hotel se encuentra el Caixa Forum de Madrid, un centro cultural inaugurado en 2008 para albergar exposiciones temporales, uniéndose al triángulo del arte de esta zona, formado por el Museo del Prado, el mencionado Museo Reina Sofía y el Museo Thyssen Bornemisza.
El centro se ubica en el terreno y edificio de la antigua Central Eléctrica del Mediodía, de principios del siglo XX, y uno de los pocos complejos industriales que se conservaban (y conservan) en el casco antiguo de Madrid; y que para los ojos de muchos nunca fue importante o llamativo hasta que La Caixa adquirió la central y la reconvirtió en museo. En la pequeña plaza que se abre al Paseo del Prado durante muchos años existía una fea gasolinera, que afortunadamente con la remodelación desapareció.
En el exterior, aparte del propio edificio de ladrillos y de las esculturas que casi siempre suele haber, lo que más destaca es su impactante jardín vertical.
En esta mezcla de arquitectura, los pilares del edificio antiguo fueron suprimidos, dejando un espacio semiabierto bajo el mismo, sustentándose con grandes bloques de acero en formas geométricas. Interesante y hasta refrescante la solución arquitectónica para darle ligereza al edificio.
No visitamos el museo ni sus exposiciones, y en este caso no podemos achacar la culpa a la cola de acceso, que aunque había tráfico de personas no era tan importante como para que la visita no resultara fluida, sólo subimos hasta el piso superior donde se encuentra la cafetería en busca de vistas, pero allí no había, así que tan rápido como subimos bajamos.
Seguimos subiendo por el Paseo del Prado hasta la Plaza Platería Martínez, un rincón coqueto que se llena de terrazas donde tomar un refrigerio o algo más con el buen tiempo, aunque con el malo también hay mesas y sillas, ya que la ley contra el fumador es impecable, y los vicios se pagan fuera de los locales, incluso pillando buenos constipados. De esta forma entramos en el Barrio de las Letras.
Subimos por la calle Moratín, la de la izquierda de la fotografía, hasta su cruce con la calle Santa María, otro de esos rincones coquetos que nos enseña Madrid.
Caminando por el mítico Paseo del Prado y no muy lejos de este hotel se encuentra el Caixa Forum de Madrid, un centro cultural inaugurado en 2008 para albergar exposiciones temporales, uniéndose al triángulo del arte de esta zona, formado por el Museo del Prado, el mencionado Museo Reina Sofía y el Museo Thyssen Bornemisza.
El centro se ubica en el terreno y edificio de la antigua Central Eléctrica del Mediodía, de principios del siglo XX, y uno de los pocos complejos industriales que se conservaban (y conservan) en el casco antiguo de Madrid; y que para los ojos de muchos nunca fue importante o llamativo hasta que La Caixa adquirió la central y la reconvirtió en museo. En la pequeña plaza que se abre al Paseo del Prado durante muchos años existía una fea gasolinera, que afortunadamente con la remodelación desapareció.
En el exterior, aparte del propio edificio de ladrillos y de las esculturas que casi siempre suele haber, lo que más destaca es su impactante jardín vertical.
En esta mezcla de arquitectura, los pilares del edificio antiguo fueron suprimidos, dejando un espacio semiabierto bajo el mismo, sustentándose con grandes bloques de acero en formas geométricas. Interesante y hasta refrescante la solución arquitectónica para darle ligereza al edificio.
No visitamos el museo ni sus exposiciones, y en este caso no podemos achacar la culpa a la cola de acceso, que aunque había tráfico de personas no era tan importante como para que la visita no resultara fluida, sólo subimos hasta el piso superior donde se encuentra la cafetería en busca de vistas, pero allí no había, así que tan rápido como subimos bajamos.
Seguimos subiendo por el Paseo del Prado hasta la Plaza Platería Martínez, un rincón coqueto que se llena de terrazas donde tomar un refrigerio o algo más con el buen tiempo, aunque con el malo también hay mesas y sillas, ya que la ley contra el fumador es impecable, y los vicios se pagan fuera de los locales, incluso pillando buenos constipados. De esta forma entramos en el Barrio de las Letras.
Subimos por la calle Moratín, la de la izquierda de la fotografía, hasta su cruce con la calle Santa María, otro de esos rincones coquetos que nos enseña Madrid.
La calle Moratín desemboca en la calle Atocha y en la plaza Antón Martín, que siempre me ha parecido tener un aire a "Fortunata y Jacinta", a pesar de sus "moderneces", tanto en arquitectura como en monumentos. Es esa asociación de ideas que nunca sabes la razón pero de repente te llega y ya es difícil de no hacerla.
Desde la calle Atocha tomamos la calle León, donde un comercio nos llama la atención, pero no por el comercio que aloja en la actualidad, ropa y complementos, sino por el que alojó en su momento, panadería y confitería.Ayer y hoy de la mano en la fachada, que no sé si por razones entrañables o económicos, que quitar rótulos tiene un costo (antes lo tenía) y a lo mejor es demasiado alto. Personalmente ni me desentona ni desagrada la ambigüedad del local.
Desde la calle León salimos a la típica calle Huertas, que allá por los años ochenta comenzó a hacerse un hueco en la noche madrileña, y con sus altos y sus bajos se sigue manteniendo, con una clientela variopinta en la que no faltan los turistas extranjeros.
Entre la calle Huertas y la paralela Lope de Vega se encuentra el Convento de las Trinitarias Descalzas, y para verle mejor deberíamos haber pasado a la segunda calle, pero no lo hicimos, seguimos cuesta abajo por la calle Huertas. El convento fue construido en 1673 y en él se halla enterrado Don Miguel de Cervantes.
De la calle Huertas salimos a la Plaza de Jesús, donde nos tomamos unas cañas bien fresquitas y unas tapas en la castiza Taberna la Dolores, un lugar altamente recomendable para hacer un alto, refrescar y alimentar el cuerpo. Siempre llena de gente, hay que entrar y buscar un hueco en la barra, estando ojo avizor a los movimientos de la gente preparada para pagar.
Con el paseo y las tapas el hambre nos ha acuciado, con lo que decidimos buscar un sitio, y la apuesta nos salió muy bien, acto que realizamos en el Gasto Bar Estado Puro. Tras la comida continuamos el paseo madrileño, desde la plaza de Neptuno tomamos la plaza de las Cortes y desde ella la calle Duque de Medinaceli.
En el cruce de esta calle con la calle Cervantes se levanta la Parroquia de Jesús de Medinaceli.
Desde la calle León salimos a la típica calle Huertas, que allá por los años ochenta comenzó a hacerse un hueco en la noche madrileña, y con sus altos y sus bajos se sigue manteniendo, con una clientela variopinta en la que no faltan los turistas extranjeros.
Entre la calle Huertas y la paralela Lope de Vega se encuentra el Convento de las Trinitarias Descalzas, y para verle mejor deberíamos haber pasado a la segunda calle, pero no lo hicimos, seguimos cuesta abajo por la calle Huertas. El convento fue construido en 1673 y en él se halla enterrado Don Miguel de Cervantes.
De la calle Huertas salimos a la Plaza de Jesús, donde nos tomamos unas cañas bien fresquitas y unas tapas en la castiza Taberna la Dolores, un lugar altamente recomendable para hacer un alto, refrescar y alimentar el cuerpo. Siempre llena de gente, hay que entrar y buscar un hueco en la barra, estando ojo avizor a los movimientos de la gente preparada para pagar.
Con el paseo y las tapas el hambre nos ha acuciado, con lo que decidimos buscar un sitio, y la apuesta nos salió muy bien, acto que realizamos en el Gasto Bar Estado Puro. Tras la comida continuamos el paseo madrileño, desde la plaza de Neptuno tomamos la plaza de las Cortes y desde ella la calle Duque de Medinaceli.
En el cruce de esta calle con la calle Cervantes se levanta la Parroquia de Jesús de Medinaceli.
A la hora por la que pasamos por la puerta de la iglesia estaba cerrada, y era una de las múltiples asignaturas pendientes que tenemos con la ciudad en la que vivimos, así que volvemos por la calle Duque de Medinaceli hasta el Hotel Westin Palace (la marquesina a la izquierda en la fotografía). El hotel fue construido en 1910.
Tengo una debilidad, y es la llamada Rotonda de este hotel, un espacio bajo una cúpula de cristal de colores, que es un oasis de tranquilidad, paz y belleza.
La cúpula tiene una decoración primaveral, con mariposas metálicas adornándola, como revoloteando las flores de los cristales.
Decidimos tomarnos un café, a precio de mariposa de oro, pero es lo que tienen estos emblemáticos lugares, precios altos, aunque una vez al año merece la pena tener estos pequeños placeres.
Sentados bajo la cúpula tomamos un folleto que anuncia unas cenas especiales que han comenzado a partir del 23 de abril. Como mi cumpleaños está cerca y este año por causas médicas no hemos hecho planes especiales de celebración (aunque luego lo hemos celebrado muy bien e improvisadamente), decidimos hacer una reserva para cuatro en el restaurante La Rotonda del hotel.
Sentados bajo la cúpula tomamos un folleto que anuncia unas cenas especiales que han comenzado a partir del 23 de abril. Como mi cumpleaños está cerca y este año por causas médicas no hemos hecho planes especiales de celebración (aunque luego lo hemos celebrado muy bien e improvisadamente), decidimos hacer una reserva para cuatro en el restaurante La Rotonda del hotel.
Disfrutado el café y a la hora en que abren la Parroquia de Jesús de Medinaceli, nos dirigimos hacia allí. La iglesia está construida sobre el antiguo convento de trinitarios descalzos, y durante la Guerra de Independencia (1808) fue destruido y posteriormente reedificado. En 1922 fue derribado por amenaza de ruina y se levantó nuevamente en 1927, presentado el aspecto actual.
El interior de la iglesia es muy diáfano, destacando lo que todo el mundo que entra a la iglesia viene a ver o a venerar o a pedir o a agradecer, la imagen del Cristo de Medinaceli.
Como en cualquier otra iglesia también hay capillas laterales.
La imagen del Cristo es de la primera mitad del siglo XVII y mide 1,73 m. Fue tallada en Sevilla y tras un periplo anticristiano por Marruecos llega a Madrid en 1682 con los Trinitarios, y lo hace con fama de milagrosa. El Viernes Santo de Semana Santa sale una procesión por las calles de Madrid que es esperada fervorosamente por miles de fieles.
Se puede subir por unas escaleras laterales y contemplar más de cerca la imagen.
Salimos a la calle Cervantes para continuar el paseo con un destino en mente, otra de esas asignaturas que toca aprobar hoy, el mirador que han habilitado en el palacio de Comunicaciones, antiguo edificio de Correos y actual Ayuntamiento de Madrid.
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