Arte, cuestas y tejados
Terminada la visita al palacio Gyeongbokgung salimos a la calle
que pasa junto al muro que lo rodea por su lado este, Samcheongdong-gil o Art Gallery Street (mirar mapa; estación de metro Anguk o Gyeongbokgung), calle en la que hay
bastantes galerías de arte, y en la que se está construyendo el Museo Nacional de Arte
Contemporáneo.
Esta calle, ya con el nombre en solitario de Samcheongdong, continúa cuesta arriba, y en ella hay más comercio y mucha vida en
ella, y por esta zona
lo que hacemos es callejear por sus calles más amplias o por algunas más
estrechas, sin un rumbo definido, sencillamente un paseo tranquilo y curioseando.
Hoy quiero comer, no como ayer que fue un picnic en el parque de la Independencia, tras la visita a la prisión Seodaemun, así que al ver los carteles en el exterior de un
restaurante, instalado en una casa tradicional hanok, decidimos entrar para ver si estamos
en hora, porque al final esta se nos ha vuelto a echar encima y como no tenemos a nuestra guía Sonia para estos menesteres vitales, disfrutamos de lo que vemos y no miramos demasiado el reloj, es más el reloj del estómago es el que nos hace mirar las manecillas.
Afortunadamente hay fotos de los platos que sirven y su nombre en inglés, así que
nos es fácil pedir, además la señora que nos recibió pidió a su hijo que nos
atendiera por aquello de poder comunicarnos en inglés.
Nos pedimos una rica tortilla jeon, que tengo pendiente de hacer el experimento en casa a ver que nos sale, si tortilla, revuelto, o pasta confusa.
Los banchan (platillos de acompañamiento) en esta ocasión no son muy variados, kimchi de repollo y de
nabo y cebolla encurtida.
De plato principal, un rico bulgogi con champiñones, y creo que no llevaba esas setas alargadas que utilizan para todos los platos con verduras. No pedimos arroz para acompañar, con las hojas de lechuga para envolver la carne pensamos que tenemos suficiente, casi nunca nos hemos comido el cuenco de arroz completo, a no ser que fuera en bibimbap o cocinado con pollo, como el que degustamos tras la visita al Garden of Morning Calm.
Tras la rica comida seguimos callejeando entre teterías clásicas y
modernas, tiendas de ropa de diseño, de joyería, de artesanía, una mezcla
variopinta pero interesante, aunque daba la sensación que sus precios no eran
muy asequibles.
Curiosa y artística es la fachada de una pizzería, muy acorde con el ambiente de la
zona.
No menos curiosa aunque nos parece menos artística, la figura que reposa sobre la
puerta de entrada de un edificio, no sabemos si está dedicado al arte por completo
en su interior y por eso la figura o son oficinas...
De momento no nos decidimos a tomar ninguna de las calles que con unas
escaleras ascienden por la ladera, queremos estar seguros antes de subir para
nada, que hacer dobles esfuerzos no tienen siempre recompensas.
Con lo que recorremos la calle hasta donde hay tiendas y gente paseando,
encontrando un edificio con un estilo que nos recuerda al estilo desestructurado del arquitecto Frank Gehry, el que ha diseñado las bodegas y el hotel Marqués de Riscal, sitas en la localidad de Elciego.
Encontramos un mapa donde nos confirma que una de esas calles con
escaleras que ascienden conducen a la zona a la que queríamos llegar, Bukchon Hanok Village.
Volvemos hacia atrás y tomamos una de esas calles al azar ya que parece
que todas se comunican en un callejeo y cruce algo caótico.
Lo primero que se obtiene desde arriba es una vista del monte Bugaksan.
En Bukchon hay alrededor de 900 hanok, la mayor concentración de estas casas
tradicionales coreanas en Seúl, y sin duda, a pesar de haberlas conocido en
Jeonju y en Hahoe, merece la pena llegar hasta aquí.
La vida de ayer arriba, la vida de hoy abajo, contraste de arquitectura,
de edificios, de tejados.
Muchos de estos hanok ahora alojan guesthouses, alojamientos que tienen que estar
llenos de encanto, y muchos de ellos se recomiendan por viajeros y guías de
viajes, mientras no haya que cargar con maletas cuesta arriba pueden ser una genial alternativa a los hoteles tradicionales, pero para conocer la ciudad hay que bajar a los alrededores del palacio de Gyeongbokgung para tomar el metro.
Un amanecer con las montañas de fondo y con los tejados negros de fondo y soporte tiene
que merecer la pena.
Tras callejear, y se podría hacer mucho, por el barrio e incluso
encontrar un mirador en una casa particular, que cobra lógicamente entrada y
que decidimos no pagar, volvemos abajo para toparnos con otra de esas curiosas
tiendas.
Buscamos una estación de metro y nos dirigimos a la zona comercial de
Insadong, aparte de para comprar regalos propios y para la familia, para
visitar la curiosa tienda-museo del juguete, y desde Insadong salimos
a Jongno y al parque Tapgol, pero las puertas de este último ya habían cerrado y no
pudimos hacer la visita, con lo que dimos por finalizado el día ya que teníamos
que hacer las maletas, mañana es nuestro último día en Corea y tenemos que
dejarlas preparadas para salir de turismo durante el día y dejarlas en
recepción, con lo que cenamos en el hotel, de nuevo volvemos a la comida
norteamericana, sándwich y ensalada.
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