9 de septiembre de 2012

Corea del Sur - Seúl - Templo Bongeunsa



Primer contacto budista

Después de nuestro paseo agradable por parte de la zona del COEX nos dirigimos a un templo que hay en la zona, nuestro primer templo de muchos en este viaje, por supuesto budista. El Templo Bongeunsa (estación Samseong; mirar mapa) se encuentra situado en una ladera y fue construido en el año 794 durante el Reino de Shilla.

El templo pertenece a la secta budista Jogye, mayoritaria en Corea que enfatiza principalmente en la meditación zen, cuya sede se encuentra en el templo situado en el centro de la ciudad, el templo Jogyesa y fue la sede de la secta durante la dinastía Joseon, cuando el gobierno apoyó el confucionismo y se persiguió al budismo. 

A la entrada del templo nos recibe una pareja muy colorida, con una frase a sus pies que en aquel momento no comprendimos y ahora buscando información todo cuadra, los colores, los gestos dulces en los rostros de la pareja: “Welcoming the Chil-seok, we pray for happiness and good ties”.


Chil-seok es una festividad para los enamorados que se celebra el séptimo día de julio del calendario lunar, cuya tradición tiene origen en una antigua leyenda. Un día, Jingyeo, la hermosa hija del señor celestial, vio mientras tejía ropa con un telar mágico a un hombre joven llamado Gyeonu que cuidaba del ganado a lo largo de una ribera, e inmediatamente se enamoró de él y corrió hacia su padre para que la dejara casarse con él, a lo que el señor celestial accedió porque Gyeonu era un joven trabajador y bondadoso, pero ellos estaban tan enamorados y embelesados que estaban siempre juntos (en las nubes) y comenzaron a descuidar su trabajo, con lo que el señor celestial se enfureció y les advirtió de no continuar en este abandono (y en ese embobamiento).

Como no hubo ningún cambio tras varias advertencias el señor celestial les ordenó que se separasen y lo hicieron por la fuerza. Él fue enviado al extremo este del universo y ella al extremo oeste y sólo se les permitía reunirse una sola vez al año, en el séptimo día de julio, fecha en la que las urracas y los cuervos vuelan en bandada para convertirse en un puente llamado Ojakgyo que ayuda a la pareja a reunirse en la Vía Láctea.Triste y hermosa a la vez la leyenda.

Así, el 7 de julio del calendario lunar es el tiempo en que el yin, lo femenino, y el yang, lo masculino, alcanzan un estado de equilibrio en el universo. Los jóvenes coreanos en este día suelen acudir a diferentes eventos culturales en los templos. 

Con esta pareja de enamorados de leyenda nos volveremos a encontrar en el Jardín de Gwanghalluwon en Namwon. 

Contada la historia visitemos el templo, al que se entra por la puerta Jinyeomun, “la puerta de la talidad” –término budista que significa la Gran Realidad de la vida libre en su movimiento (no me pidáis traducción de esto)-, que se refiere a la última verdad que se haya tras las palabras y al atravesar esta puerta el viaje a la última vedad comienza. Sinceramente yo tengo un gran problema con los conceptos budistas, de los que no niego su efectividad o su poder o sus beneficios para el cuerpo y el alma, pero a mi mente medio lógica le cuesta entender sus vericuetos, sus múltiples budas y ayudantes, su filosofía. 

La puerta está protegida en su interior a ambos lados por cuatro guardianes realizados en madera, los cuatros reyes celestiales llamados Sacheonwang-sang que custodian los cuatro puntos cardinales y es nuestro primer contacto visual con los colores y la técnica pictórica dancheong, que significa bermellón y verde-azul, técnica basada en los cinco colores básicos: azul (este), blanco (oeste), rojo (sur), negro (norte) y amarillo (centro)-como el bibimbap. Otra teoría sobre el significado de los colores la encontraremos en el templo de Bulguksa, en la ciudad de Gyeongju

También es nuestro primer contacto con los tejados negros acabados en alas, las puertas tras las puertas, los patios tras los patios, los pabellones tras los pabellones...el infinito de la arquitectura coreana. 


Pasada la puerta hay un camino con algo de subida, no hay que olvidar que el templo está situado en una ladera, y a nuestra derecha hay una colección de estelas funerarias y estupas de monjes, algunas parecen más importantes que otras por el tamaño; linternas de piedra o pequeñas pagodas. Las estelas se realizaban tanto para recordar algún hecho importante como para recordar a los monjes de los templos y suelen estar apoyadas en tortugas, en este caso la cabeza de la tortuga es la de un dragón, y no será la primera con esta doble naturaleza que veamos. 

Este tipo de estelas ya las conocimos en Vietnam, por ejemplo en la Pagoda de Thien Mu en Hué.


Una característica que casi siempre presentan los templos budistas, aunque hay excepciones, es que para entrar en sus complejos hay que traspasar tres puertas, y este camino conduce a una puerta extraña, porque sobre ella hay una sala de oración, Beopwang-ru. Por excesiva precaución no subimos a esta sala, todavía nos sentimos intimidados ante la posibilidad de molestar en las oraciones de los fieles. En esta sala se custodian 3.300 estatuas del Bodhisattva de la Compasión.

Pasada esta puerta-pasaje se suben unas escaleras y se llega a un amplio patio, al fondo del cual hay una pagoda, a cuyos lados hay sendas linternas de piedra. Aunque sinceramente lo más llamativo y bonito son los miles de faroles que llenan el cielo abierto del recinto.


Tras este patio se encuentra Daewoong-jeon, el Salón Principal de Buda, el pabellón principal del templo, en cuyo interior se encuentra la estatua del Buda Sakyamuni en el centro, flanqueado por las estatuas del Amitabha Buda y el Buda de la Medicina. Seguimos cortados ante el arte de la fotografía de los interiores, más cuando hay gente en ellos y somos los únicos turistas que pululan por aquí...pero todo se cura al visitar un templo tras otro.

Paseamos por el complejo que se compone de varios pabellones, cada uno con sus nombres y su función, y en cada uno de ellos siempre hay fieles rezando, con lo que te sientes bastante intruso, ya no sólo por el desconocimiento del budismo sino por el hecho de perturbar la paz que se respira en el lugar.


  
Nos gusta el contraste entre los tejados negros acabados en punta con los altos edificios de este barrio de Gangnam



En estos pabellones, cada uno con su nombre difícil de memorizar, se custodian y veneran imágenes y pinturas de budas, bodhisattvas y arhats, muchos de ellos considerados Propiedades Culturales. 

Como si fuéramos Dorothys en El Mago de Oz nosotros seguimos el camino de los faroles blancos en lugar del de las baldosas amarillas.


El camino nos conduce a la Gran Estatua de Maitreya Buddha o Mireuk Daebul, el Buda del futuro que salvará a los seres tras la vida del Buda Sakyamuni y que viene a la tierra para salvar a los que sufren. La estatua tiene una altura de 23 m y desde el hotel nos llamó la atención, así que para acá nos venimos y aquí estamos. 


En nuestra salida del templo pasamos al lado del Pabellón de la Campana, que también acoge un Gran Tambor y dos elementos budistas que casi nunca faltan en estos pabellones, un gong con forma de nube y un pez de madera, aunque la nube en muchos de los templos que visitaremos a lo ancho y largo del país no siempre la veremos. 


En esta visita hemos sido comedidos, no hemos entrado en los pabellones, acción que se realiza tras quitarse los zapatos, por esa sensación de intrusismo perturbador que parecíamos tener, aunque sí hemos mirado en su interior por tener las puertas abiertas. 



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