Pueblo
a pueblo, sin prisas pero sin pausa
En el puente, acueducto en la Comunidad de Madrid, de Mayo hemos
aprovechado para hacer otra escapada a la española, en este caso puramente
salmantina a pesar del nombre de la sierra a la que hemos llegado, la Sierra de
Francia.
Salimos temprano de Madrid
por aquello de intentar evitar horas punta y afortunadamente no encontramos
mucho tráfico de salida, lo que nos permitió ir muy bien de tiempo y según nos
acercábamos al destino tomar un desvío para ir conociendo localidades. En esta ocasión no voy a mencionar los nombres de las carreteras porque no coincidían en algunas ocasiones los del mapa de la Guía Repsol con los del GPS, y porque en otras tomábamos otras que no estaban reflejadas.
Nuestra primera parada fue
en San Esteban de la Sierra, donde
comenzamos a tomar conciencia de calles estrechas y de arquitectura de
entramados de madera con barro o piedra o ladrillos con la que nos
habituaremos.
Paramos y aparcamos en la
Plaza Mayor, pero lo hacemos al lado de la puerta de entrada de un bar, que
está más bajo que el nivel de la calle, con lo que amablemente el dueño nos
avisa de que le estamos cerrando la entrada, cosa curiosa porque esto no es un
vado y lógicamente se podría poder aparcar, pero como no cuesta nada mover el
coche lo hacemos, que no hace falta ser desagradables con nadie, y si no se
aparca aquí se hace en otro lugar, y todos contentos.
Nos llamó la atención que
estaban decorando con farolillos muy andaluces los soportales del Ayuntamiento,
y ahora en su página web leo que era para celebrar la Feria de Abril…y es que
lo bueno se exporta bien.
Caminamos hasta llegar a la
iglesia parroquial, precedida por un pórtico, tónica de casi todas las iglesias que iremos
conociendo en la región. Por supuesto sus puertas están cerradas, otra de las tónicas habituales en nuestros viajes, y en su
interior se puede ver una colección de esculturas del siglo XVIII.
A la salida de San Esteban
de la Sierra nos encontramos con el río Alagón, que nos decepciona bastante
porque baja con espuma, y no precisamente de la que se produce por la fuerza
del agua sino por el vertido de residuos…o eso nos parece...aunque en la foto ha quedado camuflada
esta sensación a la vista.
Continuamos viaje hasta llegar a San Miguel de Valero,
con la iglesia de San Miguel Arcángel,
del siglo XVII, que de nuevo presenta un pórtico a la entrada.
Desde San Miguel de Valero, nos desviamos algo más ya que el
tiempo va a nuestro favor y no en contra como la mayoría de ocasiones, tomamos
una carretera comarcal con gran vegetación a los lados, árboles a derecha e
izquierda, que nos recuerda a la que encontramos en el Parque Nacional de Cabañeros.
Llegamos a la sorprendente localidad de Monleón, situada sobre un pequeño
montículo, rodeado por los ríos Mandiles y Alagón. Es uno de los pueblos
salmantinos más antiguos, que fue conquistado por Alfonso VI antes del año
1077.
Nos recibe El Verraco, un verraco esculpido en
granito de origen prerromano. Estas esculturas se asocian a elementos o
deidades protectores de la ciudad o para la protección del ganado, aunque otras
teorías los relacionan con la fecundidad y fertilidad, tanto vegetal como
animal, o relacionados con ritos funerarios e incluso con funciones
delimitadoras de territorio. Lo único claro es su origen celtíbero, más concretamente
de la cultura vetona.
Frente al verraco se halla
la Puerta de la Villa, en la muralla
que rodea la ciudad, ambas del siglo XIII. Está situada en el lado
noroccidental y es la entrada principal, siendo del tipo puerta-torre.
Caminando por la calle que
sale tras la puerta, y que es como la principal del pueblo, al poco tiempo nuestros ojos ya divisan asombrados la joya
que se esconde en esta localidad, la impresionante torre del castillo, de 37 m de altura, que data de finales del
siglo XII y principios del XIII, con modificaciones y ampliaciones en los siglos
XV y XVI. Durante la Guerra de la Independencia contra los franceses fue dañada gravemente y llegó a entrar en proceso de
ruina, pero su propietario actual decidió restaurarla (afortunadamente para nuestros ojos y para la historia).
Las puertas están cerradas y
tampoco vemos ningún horario de visita, con lo que allí pensamos que posiblemente se use como
vivienda, y ¡menuda vivienda!, como efectivamente he leído al confeccionar estas letras de viajes.
Bordeando el castillo, se baja una cuesta a modo de foso y se
sale de nuevo a la muralla para encontrar la Puerta de Coria, situada al sur, la que se conserva con su
arquitectura más original de las tres puertas de la muralla. El nombre lo
recibe claramente porque era el camino que conducía a la localidad extremeña de
Coria.
Volvemos a entrar en la población y caminamos un poco por sus calles para llegar hasta la iglesia
de Nuestra Señora de la Asunción, construida en el siglo XVI sobre una
edificación anterior. Lo más destacable en el exterior es su campanario, construido en piedra granítica
Terminamos nuestro paseo por
la localidad en la Puerta del Sol en
el sector oriental de la muralla, que presenta forma de acodo o en “L”, que la
vincula con los sistemas defensivos musulmanes. Entre la Puerta del Sol y la de la Villa se encuentra el que fue Barrio Judío, que tras la expulsión de
1492 “emigraron” a Portugal.
Muy hermoso...gracias por compartirlo.Un saludo
ResponderEliminarGracias María Jesús por tu visita y comentario. Un saludo!
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