Tras nuestro paseo y tapeo
en Buitrago del Lozoya, en coche continuamos por la A-1 hasta desviarnos hacia
La Acebeda, en principio con el fin de investigar algún lugar para comer, y
nuestra sorpresa es mayúscula por el paisaje que nos encontramos, ¡a mediados
de abril!, y luego algunos dicen que no existe cambio climático.
Son estampas completamente preciosas, más navideñas que primaverales.
A estos viajeros de ida y
vuelta les da por jugar, yo personalmente tengo una atracción por la nieve casi
rayando en la paranoia, pero seguramente es por las pocas ocasiones en las que
se ve en Madrid capital y porque me traen recuerdos lejanos de las nieves
tampoco muy frecuentes de mi pueblo manchego de nacimiento.
No paseamos por la localidad,
asunto pendiente para otra escapada, y en su lugar nos dirigimos hacia el otro
lado de la A-1, donde las nieves se confunden con la primavera que quiere
surgir.
Llegamos a Montejo de la
Sierra, otro de los pueblos de la Sierra Norte de Madrid, que estaba integrado
en el Señorío de Buitrago, de la familia de los Mendoza. En 1833 dejó de
pertenecer a la provincia de Guadalajara para incorporarse a la de Madrid.
Es curioso como unos pocos
kilómetros pueden hacer ver y sentir nieve a sólo sentir frío.
En el centro de Montejo se
alza la Iglesia de San Pedro en Cátedra, construida entre los siglos XVI y
XVIII.
Lo primero que hacemos es
buscar un restaurante para comer, reservamos una mesa para no encontrarnos con
problemas, que parece que no hay mucho turista pero en cualquier momento pueden
llegar como lo hemos hecho nosotros.
Tras ello, nos damos un
corto, pero muy corto, paseo. Y fue corto porque entramos en la panadería Nani,
donde nos recibió Nani lanzándonos a cada uno un “cojonudo”, un magnífico
hojaldre (capricho de dioses y humanos), con el que nos convenció de
comprarlos, aparte de otros productos que sólo con la vista ya incitan, pero
Nani es una buena vendedora y un poco más y salimos con el horno completo
empaquetado: un surtido de magdalenas (de miel, de zanahoria, de trufa…),
empanadas (de bacalao, de bonito, de carne). Vamos, que si no hubiéramos
encontrado mesa en el restaurante, hambre no hubiéramos pasado.
Tras la comida, que no hago
mención especial porque aunque estuvo correcta y bien atendida sólo me gusta
mencionar aquellos lugares que nos sorprenden con algo, ya sea la decoración,
la comida, el chef, el edificio o cualquier otro detalle, nos dimos otro corto paseo hasta el centro
de información, pero ya era tarde y estaba cerrado como era de suponer.
En la zona se pueden
realizar caminatas interesantes, como la que discurre entre Buitrago del Lozoya
y Montejo de la Sierra, más ecológica hacerla a pie que en coche, aunque el
truco estaría, como en muchas otras, en contar con dos coches para no tener que
hacer el trayecto de ida y vuelta (algo de pereza se intuye en mi persona con este comentario).
La fama de Montejo reside en
su hayedo, que es espectacular en otoño, y al que tuvimos la fortuna de conocer
en el 2005. Es pequeño, 250 hectáreas, pero su valor ecológico le hizo ser
declarado Sitio Natural de Interés Nacional en 1974.
Es uno de los hayedos más
meridionales (localizados al sur) de Europa, que ya es singular, pero también
lo es el tipo de haya que lo habita, ya que necesita cierta humedad para crecer
y sobrevivir, y por eso suele encontrarse en el Norte de la península. El
hayedo se remonta a la última glaciación y ha sobrevivido gracias a los suelos
frescos, profundos y permanentemente enriquecidos.
La visita al hayedo está
regulada y controlada, teniendo que pedir cita y pase gratuito en el Centro de Recursos e Información de la Reserva de la Biosfera Sierra del Rincón en
Montejo de la Sierra. Cuando nosotros lo visitamos sólo existía una senda, y
actualmente hay tres itinerarios diferentes.
Sin lugar a dudas la mejor
época para visitarlo es en otoño, donde se siente la magia de los colores
ocres, amarillos, rojizos, dorados…es adentrarse en un cuento, sólo faltaba
Caperucita Roja.
Emprendemos la vuelta hacia
Madrid pero damos un pequeño rodeo, parando primero en la Presa de Puentes
Viejas, situada en el curso medio del río Lozoya y que pertenece al Canal de
Isabel II.
El embalse se comenzó a
construir en 1914 y se terminó en 1925, siendo ampliado posteriormente y
colocándose las compuertas de la presa hacia 1960.
De un embalse a otro, de
Presas Viejas a El Atazar, donde se nota clara y tristemente la sequía que se
está padeciendo en España, con un nivel muy bajo del agua, mal presagio para pasar este verano en Madrid.
Es el embalse mayor de la
Comunidad de Madrid y representa el 46% del volumen de agua embalsado en la
región. Se comenzó a construir en 1965 y se terminó en 1972, siendo una de las
obras más importantes realizadas durante la dictadura de Franco. Al igual que
el de Presas Viejas también pertenece al Canal de Isabel II.
El embalse es utilizado para
la práctica de deportes náuticos, no en vano es conocido como “el mar de
Madrid”, y sí que parece un mar con tantos barcos y veleros anclados.
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