De leyendas y paisajes
Desde Monleón volvemos hacia atrás como los cangrejos y antes
de llegar nuevamente a San Miguel de Valero tomamos la carretera que lleva
hasta Linares de Riofrío, con su Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción,
del siglo XVI sobre otra anterior del siglo XII, por supuesto porticada.
En la iglesia destaca el campanario
almenado, otro de los detalles repetitivos en la arquitectura de la región.
Dentro del pórtico nos gusta
el detalle de una dedicatoria al párroco de la localidad, y es que los
homenajes si son en vida mejor.
En el lado exterior
contrario al de pórtico se encuentra la cruz del Altozano, sin cruz, que fue trasladada a este lugar desde la plaza.
Volvemos sobre nuestros
pasos, hacia San Miguel de Valero, y ahora tomamos un desvío por el bonito e
impresionante valle de la Sierra de las Quilamas, aunque ya la lluvia quiere
acompañarnos, dificultando las subidas y bajadas del coche para explorar.
Las leyendas de la zona
hablan de romances, reinas moras, castillos, cuevas, tesoros escondidos,
túneles, etc. La más llamativa es la leyenda de la Cueva de la Reina Mora
Quilama, que vivía en una cueva custodiando grandes riquezas, y que más de uno
ha intentado localizar, pagando con la vida algunos y otras con la pérdida de
la razón.
Se cuenta que en las noches
claras, sobre todo por San Juan, brota del fondo de la cueva un conjunto de
ruidos y lamentos, el espíritu de Quilama, que permanece sujeta a un encantamiento.
A veces sale de su escondite y se la puede ver en las inmediaciones del río
Quilama, y esto lo hace a través de un pasadizo que sale de la propia cueva.
Otra leyenda cuenta que
también en esta sierra se encuentra escondido el Tesoro de Alarico, rey visigodo.
Quilama en realidad era
Florencia o Cava, hija de Don Julián, que fue forzada y secuestrada por el rey
Don Rodrigo en un castillo de esta sierra, por lo que su padre en venganza
inicia una guerra asociándose con los musulmanes, con el famoso y popular moro
Muza, y derrotando al rey. Rodrigo entierra a Quilama, muerta de pena por el
enfrentamiento de su amante y su padre, en una cueva con los tesoros visigodos (esta parte es la menos creíble de la historia).
Desde esta cueva parte un
túnel que llega hasta la población de Valero,
acto que nosotros hacemos en coche, con menos riesgos de perdernos o perder la
cordura, aunque sin la posibilidad de salir inmensamente ricos, claro. Paramos
a la entrada del pueblo, al lado del río y nos damos un pequeño paseo.
En este paseo se encuentran
las ruinas de algunas antiguas y pequeñas fábricas, como esta de alcohol, que
con nombre tan genérico puede ser medicinal o…medicinal (guiño).
Es un pueblo pequeño y
andamos algo por sus calles, descubriendo su estrechez, sus aleros y sus
entramados, no en grandes cantidades pero sí poniendo su nota característica de esta arquitectura serrana.
Llegamos hasta la iglesia,
de aspecto tardogótico, y en dos niveles al situarse en un terreno en cuesta.
Salimos del bonito valle de
la Sierra de las Quilamas y de Valero para dirigirnos directamente hacia la
población de Mogarraz, donde tenemos el alojamiento, y ahora sí que vamos algo
mal de tiempo para comer, pero no nos importa por todo lo que hemos visto y disfrutado.
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