Desde el Estanque de las Tencas parte un camino que conduce a una
plaza de la que surgen seis caminos, como si fueran ejes, que a su vez se unen
en el exterior formando un círculo y en conjunto la rueda perfecta, llamándose
el conjunto la Rueda de Saturno
(4).
En el centro de la plaza se levanta un obelisco (4) con la estatua de Saturno
devorando a sus hijos, fácilmente reconocible sin ninguna letra que lo cuente.
Desde el círculo exterior de la
rueda sale un camino que conduce directamente al Abejero (5), un edificio del que no sabe con precisión la fecha de
construcción, pero no sería antes de 1794, cuya particularidad era tener
colmenas incorporadas en una de las fachadas, motivo por el que recibe su
nombre.
Su estructura presenta un cuerpo
central de planta ochavada con un ala en cada lateral en las que se situaban
las colmenas. El interior estaba lujosamente ornamentado, con ocho columnas
corintias rodeando una estatua de Venus realizada en mármol blanco de Carrara.
Los materiales utilizados tanto en
el exterior como en el interior no fueron de buena calidad, aunque hábilmente
disimulados para parecer lo que no eran y ya en 1808 se afirmaba que sería más
costosa su reparación que alzar una nueva edificación. Un ejemplo de este
camuflaje de materiales es que los jaspes amarillos de los paramentos
interiores de la rotonda eran en realidad placas de yeso estucadas, y las
columnas que parecían ser de mármol negro eran de madera al igual que las
basas, los capiteles y las guirnaldas sobre los arcos de acceso a las galerías
laterales y a las puertas al jardín, todas ellas doradas para parecer lo que no
eran -parece que hay caprichos caros y baratos-.
Lo curioso del edificio es que
mientras las abejas entraban y salían de sus panales a través de unas
trampillas metálicas situadas en el exterior, la actividad que tenía lugar
dentro de los mismos podía ser contemplada desde el interior del edificio a
través de los cristales que con esta finalidad cerraban las colmenas por el
extremo opuesto (no estaría yo muy contenta y tranquila por mucho cerramiento de cristal con tanta abeja pululando tan cerca).
El jardín que rodea al edificio
contenía plantas donde las abejas podían libar a gusto para luego fabricar la
miel.
Los caminos que se asemejan a
bosques son apetecibles para caminar, aunque como el jardín es pequeño es
imposible jugar a perderse en él, o por lo menos intentarlo.
Desde el Abejero un camino conduce
directamente hacia las chimeneas de
ventilación del búnker (43), al que más adelante llegaremos.
En este momento para dar una
continuidad geográfica a este paseo, nos desviamos hasta el Templete de Baco (2), construido entre 1786 y 1789, un elemento
típico de los jardines paisajistas, formado por doce columnas estriadas de
piedra berroqueña.
Se encontraba cubierto por una
cúpula pero ya no existe. En el centro una estatua de Baco que le da nombre al
templete, aunque en su origen la estatua correspondía a Venus que fue
trasladada al Abejero.
Cerca del templete se halla el estanque de los cisnes (3), pero que al
igual que pasaba con el de las tencas los animales brillan por su ausencia,
máxime todavía cuando en el lago sólo parecía habitar un cisne, aunque en este caso si contiene agua y el paisaje que lo rodea es más bello.
Bajamos de esta zona elevada hacia uno de los paseos principales del jardín, al que también se llega desde las chimeneas de los
ventiladores del búnker, para salir al edificio principal del jardín, el
palacio, a cuyo lado izquierdo (mirando de frente) se encuentran las dos
entradas al búnker (38), construido
durante la Guerra Civil, en 1937 al convertirse el jardín en Cuartel General
del Ejército del Centro.
La puerta necesita de un carril para
poder abrirla y cerrarla, ya que su peso debe ser considerable y algo más.
El lateral en el que se encuentra el
búnker conduce a la verja que cierra el jardín por el extremo opuesto por el
que hemos entrado, que era la entrada principal del palacio, pero este
acceso está cerrado. Desde aquí se puede ver la Casa de Oficios (41), donde se situaban las cocinas, cocheras,
cuadras y servicios del palacio.
Ahora ya nos situamos frente (en la
fotografía al lado) al Palacio (1),
construido en el siglo XVIII donde seguramente se situaba la casa y el terreno
comprados por los duques en 1783. Durante la ocupación francesa el edificio
sufrió graves daños llegando a estar las buhardillas en tal mal estado que
amenazaron con su derrumbamiento.Si estamos en los terrenos de unos duques no podía faltar un edificio de este estilo.
Tiene tres pisos con cuatro
torreones, pero por los graves daños que sufrió sólo se conservan las paredes en su interior. En la
actualidad depende del Ministerio de Cultura, pero no sé los planes que se
tienen para él, y hoy son malos tiempos para rehabilitar bienes que son
necesarios para que perduren, pero a los que se les superponen otras
necesidades más importantes que las piedras y la cultura arquitectónica, como
las necesidades humanas.
En su interior se encontraban las habitaciones privadas de
la familia, alcobas y gabinetes, un
magnífico salón de baile y una biblioteca que llegó a contar con 6.000
volúmenes. No se puede visitar con lo que no podemos ver o imaginar el lujo con
el que fue concebido: muebles, tapicerías, decoración de las paredes, espejos,
arañas de cristal, y donde no faltaban cuadros de Goya, ya que era pintor
oficial de la familia: El columpio, Las
cuatro estaciones, La merienda campestre y La pradera de San Isidro. En el suelo del comedor todavía perdura
la decoración con azulejos representando la batalla de Issos.
Frente al palacio se halla la fuente de los delfines (28), construida
en el siglo XVIII.
El nombre lo recibe de los cuatro
delfines, que más parecen pescadillas agresivas por radiación, que se
encuentran en la base.
Pero más que los delfines llaman la
atención las ranas de su parte superior, ranas con las que nos volveremos a encontrar más adelante.
Desde el palacio, a ambos lados de
la fuente, hay dos paseos con una estructura de hierro sobre la que crece, a su
tiempo, la vegetación, pero mi desconocimiento vegetal me prohíbe intentar
mencionar la especie, aunque en primavera bien entrada el paseo tiene que resultar romántico, como lo es el jardín.
Detrás de la fuente sale otro
camino, a cuyos lados se encuentra el parterre
(22) o jardín francés, que se realizó en la restauración entre 1943 y 1952, ya
que anteriormente existía una rosaleda; es típico del jardín francés, con setos
recortados. En él, a cada lado hay dos pequeños estanques del parterre (27)
Desde el Templete de Baco, al estar en un pequeño alto, se obtiene
una visión mejor del parterre.
Antes de continuar por el camino
central entre el parterre, paseamos por su lado izquierdo exterior (de espaldas
al palacio), desde el que se contempla a un nivel inferior el giardino italiano, el espacio más
antiguo del parque, posiblemente del siglo XVI, mezclando setos con árboles,
pero que tiene cortado el paso, así que durante nuestra visita sólo pudimos
verlo desde arriba. Recibe el nombre de Jardín
de la Fuente de las Ranas (28), y no hace decir la razón (supongo que la
fuente de los delfines copió las figuras de las ranas para hacer juego).
Bajo el paseo y al lado del jardín
de la fuente de las ranas, en la construcción de ladrillos se han realizado dos
elementos de los que sólo pudimos ver algo asomando la cabeza pero no
demasiado: la Gruta del Jardín de la
Fuente de las Ranas (29) y la Gruta
del Laberinto (30). Creo que son dos pequeñas grutas o cuevas en las que mana agua.
Tras el Jardín de la Fuente de las
Ranas se encuentra uno de los atractivos de El Capricho, pero nuevamente tienen
el acceso cerrado, el Laberinto
(32), del que no se tiene constancia de su fecha de creación pero posiblemente
su origen se remonte al proceso de creación del jardín, realizándose al estilo
romántico.
En el verano de 1936 fue destrozado
por el aterrizaje forzoso de un avión correo (el aeropuerto de Barajas se encuentra
cerca), tras lo que fue abandonado y se utilizó como un lugar de almacenamiento,
y en ese año la Alameda es ocupada por las tropas de Automovilismo, causando
aún más daños al colocar los barracones en la zona del laberinto.
En 1987, con los planos originales se
comenzó su restauración plantando laurel para formar los setos.
Ocupa una superficie de 6.000 m2
y en el centro se colocaron unos bancos y se plantó un árbol de Júpiter, que en
la primavera (y tenía que haber sido) destaca su color rosa entre la verde (con
demasiado toque marrón) vegetación de la que está rodeado. El recorrido mínimo
hasta el centro es de 370 m lineales y para salir de 319 m lineales.
Aunque no siempre la primavera nos
ha ido acompañando en la visita, en algunos momentos si nos ha alegrado la
vista y ha puesto su punto de color.
Mirando hacia atrás desde el camino que separa el parterre se obtiene la visión del palacio, y esta es la razón lógica de comenzar la visita por este camino y el de los Duelistas, pero no pasa nada por tener que girar la cabeza, ya que en muchas ocasiones lo vamos haciendo para tener diferentes ángulos de los lugares.
El camino conduce hasta la Plaza de los Emperadores (26), que
recibe su nombre de los doce bustos de éstos que se instalaron en 1815.
Al fondo de la plaza destaca la Exedra (26), un pequeño templete con
cuatro columnas jónicas que sostenían una cúpula, desaparecida, adornada con
flores y conchas. Originalmente fue concebida como una fuente y se la llamó
Fuente de las Columnas, pero no llegó a funcionar como tal y al morir la
duquesa de Osuna en 1834 se modificó, y tras cuatro años se colocó un busto
suyo sobre una base de mármol rosa.
En 1945, con el cambio de
propietario del jardín, el abandono, el vandalismo y hasta la caída de un olmo
en 1970 tras una tormenta, provocaron graves daños, y cuando el 1974 el
Ayuntamiento adquiere la propiedad habían desaparecido algunas esculturas,
teniendo que ser reemplazadas y realizar una completa restauración del
conjunto.
A pesar de todas las alabanzas,
posiblemente más hacia las figuras originales que supongo están restaurando, a mí me siguen pareciendo
toscas, como en el caso de las esfinges que rodean la exedra, pero esta sensación propia no le quita ni un ápice de encanto al jardín, y seguro que cuando el conjunto esté completo la sensación será diferente.
Detrás de la plaza se halla el
arroyo que cruza el jardín de izquierda a derecha, y sobre él un puente (25) con barandilla de hierro.
También comienza un nuevo paseo, por
el que caminamos primero por su lado izquierdo para ver el invernadero (24), construido en 1795.
Por el camino de la derecha volvemos a adentrarnos en
el jardín para llegar a la plaza de
plátanos (35), que tiene todas las papeletas para resultar un rincón mágico
pero al que le faltaba algún toque que lo terminara de rematar, posiblemente el esplendor primaveral sería un buen toque.
Cerca de esta plaza se encuentra el estanque nuevo (34), donde no hay patos
ni cisnes, solo agua estancada que desmerece el lugar, aunque se ve un tablón
que suponemos una especie de trampolín para los patos si llegan hasta aquí.
En este caminar nos encontramos con un gran árbol en
altura, que nuevamente no puedo especificar su especie, que por su gran altura nos recuerda a los árboles gigantes de Nueva Zelanda y Australia, por ejemplo en el Wooroonooran National Park o en las Blue Mountains, manteniendo las distancias en metros por supuesto.
Volvemos hacia atrás, hacia la plaza de los plátanos
para tomar otro camino que conduce hasta el estanque de los patos (37), donde nuevamente éstos brillan por su
ausencia, pero que es un rincón mucho más acogedor y coqueto que el estanque
nuevo.
Nos encontramos con otro puente sobre el arroyo, en
esta ocasión de ladrillos como elemento de construcción.
Con un suelo empedrado como el que hemos ido encontrando en multitud de ocasiones
durante nuestro grato paseo por el jardín, y que por supuesto por razones de conservación tiene el acceso prohibido.
Para finalmente afrontar el camino de salida hacia la
plaza de toros por el Paseo de los Duelistas, nombre que recibe por las dos columnas de los Duelistas (23) que se
hallan a nuestro lado izquierdo y que se encuentran la una de la otra a la
distancia que separa a dos personas que se baten a muerte, cuarenta pasos. El
parterre donde se hallan las columnas también recibe el nombre de plaza de los
cipreses.
La
leyenda sostiene, aunque de forma errónea, que es una referencia al duelo real
entre el infante don Enrique de Borbón, primo hermano de la reina Isabel II, y
don Antonio Felipe de Orleans, duque de Montpensier (padre de la reina María de
las Mercedes, primera esposa de Alfonso XII y que nos trae a la memoria una canción infantil, que de infantil tiene poco, o una copla de Doña Concha Piquer), quinto hijo de Luis Felipe I, rey
de Francia. En principio, el motivo de dicho desafío fue la distribución de una
hoja por parte del infante don Enrique en la que se acusaba al hijo del
depuesto rey de Francia de una conjura contra el emperador francés Napoleón
III.
El
duelo se produjo en 1870, después de dos años en los que el trono de España estuvo vacante
tras el derrocamiento de Isabel II y aún no se había decidido un sucesor, con lo que ambos
querían ocuparlo. El enfrentamiento se realizó a pistola y el duque
de Montpensier, casado con la hermana menor de Isabel II, mató al infante
español acabando así con las posibilidades de ambos de lograrlo, uno por
fallecimiento y otro por haber matado a un infante de España. El duelo se llevó
a cabo en la dehesas de los Carabancheles, en las Ventas de Alcorcón, y no
coinciden las fechas del monumento y del duelo por lo que, aunque la leyenda
continúe, ésta no tiene base real. Esta historia la he sacado de una interesante página sobre Madrid y sobre la visita a este jardín.
Con esto damos por finalizada nuestra visita a este
pequeño secreto de Madrid, al que seguramente volveremos para intentar
disfrutarle con todo el esplendor primaveral que en esta ocasión se nos ha
negado.
Al comienzo de este paseo os
comentaba que creo que nosotros nos equivocamos al dejarnos seducir por la
coqueta Casa de la Vieja, pienso que lo más conveniente es continuar el paseo de
los Duelistas y llegar hasta el palacio, para encontrarlo de frente, que es un
orden más lógico, pero al final, el orden de los factores no altera el producto.
Un detalle más práctico es que al
lado del Casino de Baile se encuentran los aseos (42), por lo que terminando
por este lugar hay posibilidades de aliviarse si fuera necesario, aunque desde
la puerta de entrada hasta aquí el camino no es suficientemente grande como para
desistir de llegar a ellos en casos extremos.
El recorrido por esta segunda parte nos llevó más o menos el mismo tiempo que en la primera parte, una hora y cuarto, con lo que la visita completa, a paso sin prisa ninguna y sin pausa, puede hacerse en dos horas y media, todo dependerá de las ganas de contemplación.
El recorrido por esta segunda parte nos llevó más o menos el mismo tiempo que en la primera parte, una hora y cuarto, con lo que la visita completa, a paso sin prisa ninguna y sin pausa, puede hacerse en dos horas y media, todo dependerá de las ganas de contemplación.
En definitiva, que si visitáis este
bonito jardín lo disfrutéis por todos sus rincones, que os dejéis sorprender
por ellos, y por la mano de la duquesa que los hizo posible, capricho tras
capricho.
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