¡Date un capricho...!
En Madrid es
famoso el impresionante Parque del Retiro, pero hay otro del que poco a poco se
va hablando y conociendo, aunque para una mayoría de madrileños, como nosotros, seguía siendo un
perfecto desconocido, así que teníamos que aprobar esta asignatura
pendiente con la ciudad en la que vivimos.
El Jardín o Parque El Capricho,
situado en el distrito de Barajas, en el barrio de La Alameda de Osuna, (Paseo
de la Alameda s/n; Metro El Capricho) tiene una extensión de 14 hectáreas, y es
el único jardín del romanticismo que se conserva en Madrid.
Su
construcción se la debemos a los deseos de la duquesa de Osuna por tener una
villa de recreo donde alejarse de la Corte y reposar de los deberes y
compromisos inherentes a su posición. La duquesa, Doña María Josefa de la
Soledad Alonso Pimentel, estaba considerada una de las mujeres más inteligentes
de la época, mecenas de artistas, toreros e intelectuales. Su marido, don Pedro
de Alcántara Téllez-Girón y Pacheco, noveno Duque de Osuna, era un enamorado de
la literatura y de la música, siendo miembro de la Real Academia de la Lengua
Española y disponía incluso de una orquesta particular.
En 1783
los duques compraron un terreno en las afueras de Madrid (actualmente ya no son las afueras)
para construir una finca de recreo. Un año después, el arquitecto de la corte,
Pablo Boutelou, expuso el proyecto inicial para el jardín, cuya construcción se
desarrolló entre 1787 y 1839, un lapsus de tiempo muy largo para un jardín tan
relativamente pequeño, falleciendo la duquesa en 1834, antes de verlo terminado.
El nivel y
la calidad de su construcción se deben a los diferentes jardineros de las casas
reales española y francesa que trabajaron en su creación, como Jean Baptiste
Mulot, quien venía de trabajar en Versalles.
Al jardín se le atribuyen
referencias inglesas, francesas e italianas, las cuales son reflejo de las influencias artísticas de los diseñadores del
parque. Un nombre que se repite en muchas de las construcciones es el
escenógrafo milanés Angel María Tadey. Se plantaron miles de ejemplares de
árboles y flores, sobre todo lilas, las favoritas de la duquesa.
A la muerte de la duquesa, su primer nieto, Don Pedro
Alcántara, heredó el ducado de Osuna y con él El Capricho, época en la que se
realizan nuevas construcciones. Sin embargo, cuando muere en 1844, el ducado de
Osuna pasó a manos de su hermano, con quien llegaría el primer declive.
Auténtico derrochador y de carácter excéntrico, perdió toda la fortuna familiar
por lo que a su muerte la finca hubo de ser subastada 38 años después para liquidar sus deudas,
pasando a manos de la familia de banqueros Baüer. A pesar de que mantuvieron el paraje en un
aceptable estado de conservación, su decadencia ya no tenía marcha atrás y poco
a poco fueron vendiéndose sus pertenencias.
Durante la Guerra de la Independencia, el recinto
sufrió graves daños al ser utilizado por el general francés Agustín Belliard
como campamento de sus tropas; durante este tiempo la duquesa se trasladó a
vivir a Cádiz y tenía constancia de este deterioro por la correspondencia que
mantenía con uno de los encargados del jardín que se había quedado en él. Tras retirarse los franceses, el
jardín vuelve a manos de la duquesa y se lleva a cabo una reforma, además de
repoblarse de árboles y de construir nuevos edificios.
Durante la República el jardín fue declarado Jardín
Histórico, pero sin consecuencias efectivas sobre su mantenimiento.
Durante la Guerra Civil, lo que había sido un
lugar de recreo se convirtió en Cuartel General del Ejército del Centro bajo
las órdenes del general Miaja, de cuya época queda un entramado de bunkers que
recorre el jardín.
Tras la guerra, en 1943 el jardín fue declarado Jardín Artístico y la finca pasó por manos de
varias inmobiliarias hasta que en 1974 el Ayuntamiento de Madrid compró el
parque, siendo declarado Bien de Interés Cultural en 1985, y varios años
después se comenzó su restauración. Tras varios periodos de abandono, fue
nuevamente recuperado en 1999, trabajo que en 2001 le valió el diploma Europa
Nostra y actualmente se puede ver cómo continúan los trabajos de
acondicionamiento.
Son tres tipos de jardines los que se
pueden ver en El Capricho: el parterre o jardín francés, con su característica
uniformidad de setos y árboles; el giardino
italiano, con su combinación de setos y árboles creciendo de modo que protegen
en verano y aprovechan el calor en invierno; y el jardín paisajista inglés,
donde la vegetación crece de forma más pura, menos artificial, con olmos,
almendros, encinas y lilos.
En la mayor parte de las construcciones que se encuentran diseminadas en el parque hay paneles de
información sobre ellos, que allí resultaron interesantes y que me están ayudando
a confeccionar la visita.
Para situarnos el mapa del parque, donde se ven todos los puntos de interés, y cuyos números reflejo en el reportaje para localizarlos más fácilmente.
Se entra al jardín, con la prohibición de entrar con
alimentos, animales y bicicletas, por un torno que suponemos hace de contador
de visitas, limitadas a 1.000 personas al día, y tras un corto paseo se llega a una plaza
circular, llamada Plaza de Toros (21)
por albergar en su momento corridas de los mismos.
Al fondo de la plaza se encuentra lo que era la puerta trasera al
jardín, una verja con el nombre del parque inscrito en ella, con grandes connotaciones de romanticismo en sus filigranas de hierro.
Hacia el frente sale un bonito paseo, el Paseo de los Duelistas (23), que con sol hubiera resultado más
hermoso, pero el tiempo no quiso acompañarnos en esta visita.
A nuestra izquierda vemos una construcción, y la vemos
tan cercana y tan coqueta, que decidimos, como hipnotizados, saltarnos este paseo de momento y
dirigirnos hacia la Casa de la Vieja
(20). Posiblemente no es el mejor recorrido, y ahora ya realizado creo que
sería mejor comenzar por el Paseo de los Duelistas, que es más un camino
principal y terminar por esta construcción.
Estamos en
la parte del jardín tipo paisajista o inglés, por lo que este edificio debía dar una
imagen de total naturalidad, de ahí la impresión de tosquedad al compararla con otras construcciones del
recinto, aunque para mis ojos de tosca no tiene nada y sí me lo parecieron otras que no deberían ser (cuestión de sensaciones).
Curiosamente, y a diferencia de otros jardines europeos en que dada
la pobreza de este tipo de materiales, han tenido que reconstruirse en varias
ocasiones, ésta es la construcción original del siglo XVIII que, gracias al
clima seco de Madrid, ha permitido su permanencia en el tiempo.
En el
exterior hay un pequeño huerto, cuya razón ahora conoceremos. Es una de las
construcciones más caprichosas (no en vano el nombre del parque, el capricho de la duquesa) de las que se encuentran en el jardín. Fue construida entre
1792 y 1795 imitando una casa de labranza de dos pisos, seguramente similar a
las que existirían en la granja que había antes en este terreno antes de
convertirse en jardín.
Donde mejor se pone de manifiesto que esta casa es un
auténtico capricho es en su interior, que desgraciadamente hoy se haya vacío y
no se puede acceder a él, con las paredes decoradas con objetos típicos de las
casas de labranza pintados al estilo goyesco o trampantojos. También hay
enseres, imitaciones de alimentos realizadas en madera, pero lo más curioso
eran los modelos de los supuestos habitantes, muñecos de dimensiones reales
dotados de movimientos.
En la cocina había un armario, un juego de café, un
fregadero, una mesa, tres taburetes, una tinaja, cacharros, platos, cubiertos,
dos jamones, siete chorizos, tres morcillas, un pastelón, un melón, espárragos,
pimientos, etc.
En el cuarto llamado “de la Vieja” se encontraban dos
muñecos, uno representando una anciana hilando y el otro a un muchacho. Años
después de terminarse la construcción del edificio se añadió otro autómata
representando a un labriego. El mobiliario de esta sala consistía en dos camas,
dos sillas, un taburete y una mesilla.
En el cuarto contiguo, llamado “Gabinete de Musgo”, las
paredes y los asientos de las ocho sillas estaban recubiertos de musgo, y
también había una mesa circular de mármol.
El retrete disponía de un orinal grande y otro
pequeño.
En el piso de arriba se encuentra el cuarto llamado
“Gabinete Rico”, adornado con pinturas neoclásicas, un velador y doce sillas
con asientos de paja.
Por último, la sala con acceso al balcón contenía dos
bancos de pino.
Una pena no poder ver ni una foto de cómo era este sorprendente interior.
A pesar de que la primavera, la razón de haber elegido esta fecha para visitar el jardín, ha sido cortada por un tiempo casi invernal durante Semana Santa, en algunos puntos del jardín vamos viendo cómo las flores van surgiendo y llenándolo de alegre colorido, y fotos primaverales las iré alternando con las construcciones y lugares del parque, que al fin y al cabo es lo que es.
Mapa en mano, decidimos no volver hacia el Paseo de
los Duelistas y continuar hasta la parte superior del jardín. Pasamos por una
construcción llamada Polvorín (39),
del que no vimos un cartel de información pero que es de
suponer, y así lo he leído en internet, data de la época de la Guerra Civil,
relacionado con los búnkeres que también se construyeron.
Al final de este camino se encuentra el Casino de Baile (18), una
construcción de las últimas realizadas en el jardín, que consta de dos plantas, la inferior cuadrada y
la superior octogonal. Originalmente había un edificio anterior y a la vuelta
de la duquesa, tras su exilio en Cádiz durante la ocupación francesa, ordenó la
construcción en 1815 de este pabellón al arquitecto Antonio López Aguado, autor
de la Puerta de Toledo.
La primera desilusión es que no se puede entrar al pabellón, como ocurrirá en todas las demás construcciones del parque.
En la primera planta se encontraban la maquinaria y el
depósito de agua y en la segunda, dando nombre y razón de ser al edificio, el
salón de baile, que cuenta con una alegre decoración de pilastras jónicas, alternándose
en las paredes los huecos de las ventanas y los espejos; en el techo una
pintura neoclásica representa al Zodíaco y el suelo está realizado con maderas
nobles. En el inventario de enseres consta una imponente lámpara de bronce en
estilo neogótico, que por supuesto ya no existe.
En el exterior del pabellón destacan cuatro relieves
representando las estaciones del año sobre las puertas.
A pesar de su aparente magnificencia yo encuentro algo
toscos tanto estos relieves como la decoración de las barandillas de hierro, a
pesar de sus bonitos cisnes, pero no sé hasta qué punto es original o
reconstrucción con los no mejores materiales y los no mejores acabados (que me perdonen las personas que hayan colaborado en este rehabilitación o en su construcción, pero las sensaciones son las que son y no puedo ocultarlas, pero esto es una valoración personal y por lo tanto completamente subjetiva sin necesidad de tener apuntes técnicos o artísticos).
Por un lado, el pabellón tiene vistas a un jardín de flores (19), pero está en proyecto de jardín y de flores, con lo que no hicimos ni el intento de pasear hacia él.
Hacia el otro lado de este jardín de flores y de la valla que rodea a El Capricho se
situaban las cuadras y hoy este terreno lo ocupa un camping.
Por el otro desde el pabellón sale una doble escalinata que da a una ría (10), por la que se podía llegar en
barca desde el lago (más adelante lo conoceremos). El casino de baile se construyó
sobre el pozo que vierte sus aguas en la ría. El agua sale a la ría desde una pequeña “cueva” en la
que hay una escultura de un jabalí.
Llegar en barca a este pabellón sería como un pequeño
parque de atracciones de la época.
Continuando el camino paralelo a la ría se llega hasta el Lago (11), donde nadan los patos, que
enseguida que notan la presencia humana comienzan una carrera loca para ser los
primeros en llegar a nosotros en busca de comida. La duquesa quiso que en su
jardín hubiera un lugar de tipo anglo-chino, tan de moda en el siglo XVIII y
por ello la creación de la ría, el lago y una isla en él.
Alrededor del lago se encuentra lo que queda del
antiguo embarcadero (16), marcado
junto a un árbol con un empedrado en el
suelo, y otro empedrado más grande señala el lugar donde se situaba el Pabellón de Esteras (15), del que solo
queda el suelo y las bases donde se asentaban las columnas que lo sujetaban.
En el centro del lago hay una isla y
en ella un monumento al tercer Duque de Osuna y virrey de Nápoles y Sicilia (13),
con una columna erigida a su memoria y una cascada en su parte inferior. A la
muerte de Felipe III el duque se opuso al nuevo valido, el Conde Duque de
Olivares y esto le llevó a la cárcel, donde murió. Un amigo de altas letras y pluma rápida,
Don Francisco de Quevedo, le dedicó unos versos al duque.
Antes de continuar el paseo
bordeando el lago, un inciso para contar que al lado del embarcadero se encuentra
lo que llaman la Montaña Rusa (17),
que como es de suponer no se trata de tal sino de una pequeña colina con dos
caminos, uno de subida y otro de bajada, pero ambos tienen cortado el acceso
por no estar en buen estado y ser proclives a los resbalones. La función
original de esta colina era contemplar el lago y los alrededores desde una
posición elevada.
Como no teníamos claro lo que
buscábamos en el primer paseo no fuimos capaces de encontrarlo o de estar seguros de lo que podría ser
y a la vuelta volvimos a insistir sobre nuestros pasos para por lo menos no
quedarnos con el gusanillo de un punto sin conocer del parque.
Volvemos hacia el lago y desde el
embarcadero se tiene la bonita visión de dos elementos del jardín.
La
Casa de Cañas (14) es un
particular embarcadero construido entre 1792 y 1795, que recibe lógicamente su
nombre del material en el que está realizado. Además de servir para este uso
también se utilizaba como un pabellón de reposo o un comedor abierto al lago. Esta
construcción ha tenido que ser restaurada por el grave deterioro en que se
encontraba.
En el interior del embarcadero llama
la atención la existencia de un trampantojo simulando el interior de una tienda
de campaña a través del que se divisa un paisaje, una de esas sorpresas que no
te esperas y sacan tu sonrisa. Las paredes del comedor, al que no se puede
acceder, también están decoradas con esta técnica, en este caso unas finas
columnas sujetan un toldo pintado.
Tras la Casa de Cañas se encuentra
el puente de hierro (12) que cruza la ría
por uno de los extremos del lago. Fue realizado en 1830 y curiosamente es el
puente de hierro más antiguo de los conservados en España, aunque siempre se le
ha atribuido esta distinción al sevillano puente de Triana, que fue construido
entre 1845 y 1852. Será pequeño, estará escondido, pero lo qué es tiene que ser
escrito, y un dato accesorio es que en la Comunidad de Madrid el segundo puente
de hierro más antiguo es el de Fuentidueña de Tajo, construido entre 1868 y
1876, al que creo que no tenemos el gusto de conocer y eso que aquí hemos
asistido a la boda de unos amigos, pero claro, las razones de visita son
diferentes.
Para mantener el buen estado de las
construcciones no se permite el acceso al puente.
Entre los patos del lago un cisne
negro solitario.
En lugar de continuar el camino junto a la ría nos desvíamos un poco hacia el
interior cruzando por un puente sobre un pequeño arroyo que cruza de lado a lado el jardín.
Para llegar a la Ermita (36), con un aspecto entre
bucólico y de cuento.
La ermita tiene planta rectangular y única, en
su interior contaba con trampantojos y musgo artificial, además de un autómata, colocado en 1816 en sustitución de los dos ermitaños que habían
vivido allí.
La idea era que el edificio tuviera
aspecto de ruina y envejecimiento, para lo que se pintaron los muros exteriores
resquebrajados y recubiertos por musgo, de nuevo utilizando la técnica del
trampantojo, del que también hay ejemplos en el interior, con la reproducción
de una iglesia en ruina, un altar, unas ventanas y varios elementos más.
Un camino empedrado da acceso a la
ermita pero un rotundo NO PISAR corta todas las intenciones (se trata de
mantener el jardín no de deteriorarlo).
En el exterior se ha reconstruido el
pórtico lateral de madera que había desaparecido por completo y se han
eliminado las capas de pintura que se fueron superponiendo hasta llegar a la capa original.
En el jardín se pueden encontrar coquetos
rincones, aunque casi todo él es realmente coqueto, ¿no dan unas ganas tremendas de sentarse en este banco con un libro
de mil y pico páginas?
Volvemos hacia la ría, porque
rodeándola por dos de sus lados, ya que aquí termina en forma de "L", se encuentra la Zona de Juegos (9), área en la que se encontraban instaladas
durante la primavera y el verano dos atracciones, que datan de 1798: el Columpio, una barca de madera a modo de balancín, y el
Juego de la Sortija, una especie de tiovivo formado por un pilar techado con
cuatro barras horizontales que giraban sobre él y de las que colgaban dos
caballos de madera y dos cestas de globo. No queda nada de los juegos, solo las
bases y señales de algunos de sus postes, además la zona verde no estaba en un
estado todo lo saludable que debería.
Fernando VII visitó en jardín en
1816 y paso por esta zona de juegos (fácil es imaginarlo sentado sobre el caballito de juguete del tiovivo...sin maldad...).
Un sendero desde la zona de juegos
conduce directamente al Fortín (8),
otro de los elementos singulares y a la vez más atractivos a nuestros ojos. En
la garita se colocaba un muñeco vestido de soldado a tamaño natural. Hasta el fortín llega la ría artificial por la que se
puede llegar navegando hasta el lago, pero nosotros no tenemos acceso ni a pie ni en barca.
Madoz lo detalla de la siguiente manera: “Hay un
fuerte de figura triangular con baluartes, puentes estables, levadizo y foso de
agua que lo circunda. Este fuerte está guarnecido por doce piezas de artillería
de varios calibres con sus correspondientes arcas de municiones, con juegos de
armas, asta, bandera y demás útiles de defensa y ornato”.
Cerca del fortín se encuentra la Casa del Artillero (7), construida con apariencia de ruina,
siguiendo los cánones del jardín tipo paisajista.
En el punto donde estamos volvemos a girar hacia
nuestra izquierda ya que en esta esquina superior del jardín se encuentra el Estanque de las Tencas (6), el más
grande de los que se encuentran en el parque, que se encuentra sin agua y sin
tencas, supongo que en mantenimiento y rehabilitación.
Hasta aquí más o menos hemos visitado la mitad del jardín en aproximadamente una hora y cuarto, a paso tranquilo, sin prisas y disfrutando del entorno, las prisas para otro momento, que ahora estamos de capricho. En la siguiente entrega paseamos por la otra mitad del parque caprichoso de una duquesa con inquietudes.
Maca, me ha encantado este parque Madrileño, a traves de tu personal visión. Tendremos que visitarlo juntas :). Coloma
ResponderEliminarPrecioso el capricho, y preciosa la "caprichosa" que sale por ahí...:-) Besitos
ResponderEliminarColoma, el parque es muy coqueto, un reducto de paz. Si nos es posible cuenta con irnos juntas a visitarlo.
ResponderEliminarArielle, esta caprichosa se escondió para las fotos, por lo menos lo intentó, pero en algunas le salió el payaso o la vedette que lleva dentro.
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