Sin molino pero con aceite
Se nos termina el
tiempo de vacaciones que estamos disfrutando a ritmo lento en la comarca del
Matarraña, hoy volvemos a Madrid pero lo haremos viajando, que es lo que más
nos gusta. Una casi norma establecida es que los viajes de ida en carretera los hacemos por la ruta más rápida y fácil pero la vuelta, dado que
solemos ser madrugadores, nos gusta descubrir y explorar, aunque sea a vista
rápida, nuevos lugares si nuestros compromisos y nuestro tiempo nos lo permiten.
En esta ocasión
salimos más tarde de lo previsto del hotel porque estuvimos de una gratificante
conversación de desayuno, chefs de prestigio, maîtres de sabiduría en gin
tonics y otros aspectos de la buena vida, clientes gastronómicos, clientes
senderistas y nosotros, que somos un poco de todo, libamos de todos los aspectos posibles.
Salimos del hotel a
la A-1414 en dirección a Monroyo y a poca distancia surge una carretera, que no figura en el mapa de la guía Repsol de este año 2012 (tan nueva no puede ser para que no aparezca en este mapa...digo yo), que conduce a Ráfales, y
allá que nos vamos. El paraje de esta carretera merece la pena, sigue el curso
del río Tastavins, que desgraciadamente no lleva caudal de agua suficiente para
verlo en esplendor, pero por el que sin duda merecerá la pena realizar rutas
para caminar.
Llegamos a Ráfales,
cuyo casco urbano se ubica entre las cuencas de los ríos Tastavins y Guadalope.
Su historia es
similar a la que hemos leído de otros pueblos, pero en esta ocasión no la
encuentro escrita en la red. En la comarca del Matarraña se encuentran poblados
paleolíticos, yacimientos del neolítico, vestigios romanos, algunos restos
musulmanes, que dejaron numerosos topónimos. A partir de la reconquista llega
la Orden de Calatrava, la guerra de Sucesión, las guerras carlistas, la guerra
civil…demasiadas guerras.
Antes de entrar al
casco urbano hacemos una primera parada en el Molí de l’Hereu, un hotel en el
que además se ha instalado un museo del aceite, pero nuestro gozo aceitero en
un pozo, estaban de merecidas vacaciones y no pudimos visitarlo. Justo enfrente
de este antiguo molino se halla un Jardín Botánico, pero aquí nuestra decisión
fue dejarlo pendiente y entrar en la población.
Según vamos entrando volvemos a salir ya que seguimos la indicación que conduce a la Ermita de San Rafael, una
construcción del siglo XVIII.
La puerta de acceso
se encuentra protegida por un porche adintelado y adosada a la ermita se
encuentra la casa del ermitaño.
La zona alrededor de
la ermita tiene bastantes mesas de picnic o merenderos que no todo va a ser anglicismos teniendo nuestro propio vocabulario, lo que deja constancia que debe ser
un lugar recurrente para pasar los días de buen tiempo. Y por supuesto, al
estar en el cerro de San Rafael volvemos a tener vistas sobre el paisaje circundante.
Ahora ya sí entramos
en el casco urbano, entrando directamente en la plaza Mayor, donde hay una
fuente y donde destacan sobre todo las fachadas azulonas de algunas casas.
En la plaza, aparte
de los propios edificios que la rodean, destaca la iglesia de Nuestra Señora de
la Asunción, construida en el siglo XIV sobre la base de otra
iglesia que se comenzó a construir en el siglo XIII.
Las obras se
paralizaron en 1348 por una terrible peste, finalizando esta primera etapa
constructiva a finales del siglo XV. En el siglo XVI se construyó un segundo
tramo y finalmente en el XVII se amplió y se añadieron la portada, el torreón y
la espadaña.
Durante la Guerra
Civil se destruyeron las imágenes del interior y fue utilizada como almacén por
los anarcosindicalistas, ensanchando la portada para permitir el paso de
camiones, siendo restituida a su forma original en una restauración.
En esta ocasión sí
rodeamos la iglesia para descubrir por
la parte de atrás una escultura moderna, que aunque no nos desagrada nos
impacta, supongo que en ciudades europeas más grandes estamos acostumbrados a
estos contrastes pero no lo esperábamos en un pueblo de esta comarca (la escultura asoma en la parte izquierda de la foto).
Y descubrimos sus
pequeños o grandes detalles, como una una ventana gótica.
Lo que no hicimos, y
es para hacerlo, es mirar bien sus curiosos canecillos, yo con la vista, propia de
mi edad, no fui capaz de distinguirlos pero con el objetivo de la cámara se
hubiera podido hacer. Uno de ellos es de los extrañamente eróticos que decoran
muchas iglesias, en esta ocasión un falo bien grande con dos caras a los lados.
La calle que baja
desde la iglesia presenta soportales a los dos lados
En los soportales del
lado izquierdo se encuentra la Casa Consistorial que como ya viene siendo regla
general presenta una Lonja, y en este caso se encuentra adosada a la muralla y
a uno de sus portales de entrada a la villa. Fue edificada entre 1575 y 1589 en
estilo renacentista.
Junto a la Casa
Consistorial se encuentra la cárcel, cuya puerta nos parece más baja y estrecha
que las que hemos visto en otros pueblos, y esto ya es mucho porque ninguna se ha destacado por
su amplitud.
Si se continúa recto,
pasando bajo el Ayuntamiento, se llega al Portal del Abrevadero, que recuerda
el importante pasado que ejerció la ganadería pastoril en la comarca, ya que
dentro del casco urbano existían corrales para las ovejas.
Saliendo por este
portal se sale también de la villa.
Si por el contrario
se gira a la izquierda en una composición arquitectónica de arcos (bonito rincón). Se entra por el Portal
de San Roque, con una capilla dedicada al santo. El portal fue edificado
posiblemente en el siglo XIV, añadiéndose posteriormente la capilla en estilo
barroco en uno de sus laterales.
Pasado el portal
continuamos la calle disfrutando de su arquitectura, con casas pintadas en
azulón, con calles transversales a modo de los típicos pasadizos cubiertos...con todo lo típico
pero que nos sigue encandilando.
Tomamos la calle del Castillo, que conduce a lo que queda del mismo. Se entra al castillo por una
portada en arco sobre la que se encuentra el escudo de la Orden de Calatrava.
En 1337 el rey Pedro
IV el Ceremonioso otorgó a Ráfales el título de villa y la Orden de Calatrava mandó
construir este castillo, seguramente sobre una edificación árabe. Del castillo
quedan restos de paredes en el patio de armas, el arco de entrada, escudos con
la cruz de los calatravos y uno con tres conchas.
Tras perder su
función defensiva el castillo acogió el hospital y el pósito municipal.
Posteriormente se habitó como vivienda particular y corrales. De estas
modificaciones supongo que surgió el balcón de madera en curva sobre la
puerta de entrada.
En una puerta lateral nos llaman la atención unos detalles bonitos de los que nuestra mente nos trae recuerdos de nuestros
pueblos y de sus llaves imposibles de llevar en el bolso o en el bolsillo.
Volvemos a callejear
por la villa para seguir descubriendo sus lugares, en este caso los recuerdos son
de los hórreos gallegos, en menor escala y medida, pero parece que la función y
utilidad son parecidas.
Con esto finalizamos
nuestra visita por Ráfales, por la comarca del Matarraña y el Maestrazgo y
emprendemos el camino de vuelta hacia Madrid dando un pequeño rodeo. Por la
TE-V-3005 salimos a la N-232, carretera que tomamos en dirección a Morella,
pasando por la ya conocida Monroyo, a cuyas afueras hay uno de esos hoteles con
encanto, aparte de curioso, con buena gastronomía al parecer, Consolación.
Pasamos por Morella,
ya en la provincia de Castellón para volver a admirarla desde un mirador en la
carretera, ya la habíamos visitado y nos dejo muy buen recuerdo, otra de las visitas que hay que apuntarse.
Pasado Morella
tomamos la CV-12 hasta su cruce con la CV-15 que tomamos en dirección hacia
Villafranca del Cid, dejando pendiente la visión de Ares del Maestre, un pueblo que en nuestra visita anterior nos sorprendió por su ubicación
y por su frío. Pasado Villafranca del Cid continuamos por la A-227 hasta
Cantavieja, de nuevo en la provincia de Teruel, donde no hubo unanimidad para
quedarnos a comer, grato recuerdo gastronómico tenemos de esta localidad, así
como arquitectónico e histórico.
Pasado Cantavieja,
por la A-226 se encuentra el Puerto del Cuarto, donde paramos a comer con las
viandas que gustosamente nos habían obsequiado en hotel La Torre del Visco, previa
compra de unas barras de pan de leña en Villafranca del Cid creo recordar.
Continuamos por la
A-226 hasta Teruel, donde pretendíamos tomar un café, pero como fue imposible
aparcar acabamos dando unas vueltas por la ciudad, que nos pareció increíble,
con unos lugares magníficos, no en vano es la ciudad del mudéjar, pero aparte
de esto tiene otros encantos, o eso nos pareció.
Desde Teruel tomamos
la autovía A-23 hasta Monreal del Campo y allí tomar la N-211 para hacer la
vuelta por el camino de ida.
Llegamos a Madrid
felices y contentos, han sido cinco días gratificantes visual y
gastronómicamente, además por primera vez hemos ido relajados, lo que se
entiende como vacaciones por regla general, y nos ha sentado muy bien. Nuestras
almas siguen doloridas porque hay heridas que sólo el tiempo ayuda a cicatrizar
para que no sangren, pero entendemos que la vida sigue y ella nos lo ha enseñado
demasiado bien, en lo bueno y en lo malo.
El Maestrazgo, la
comarca del Matarraña son zonas a descubrir y con las que maravillarse en sus
parajes y villas, y es que TERUEL EXISTE y que nuestros ojos puedan seguir
viéndolo.
Tenemos pensado pasar unos dias otoñales en Ráfales, pero si alguna duda nos asaltaba, tus fotos las han disipado. Parece imposible tanta belleza en tan poco espacio.
ResponderEliminarFelicidades por el reportaje
Hola Isidre, gracias. Estoy segura que disfrutaréis de vuestros días, además con el bonito color del otoño, en Rafáles y en la comarca del Matarraña.
ResponderEliminar