Algo
sin hacer y sin ver, algo por lo que volver
Tras nuestro paseo por el East Alligator River y de camino para comer de nuevo vamos viendo gigantes hormigueros, es increíble la cantidad de hormigas
que puede haber en esta región. La comida de hoy es un lugar perdido en este
espacio inmenso que es el Parque Nacional de Kakadu, no solo es restaurante,
también es una tienda donde suministrarse de artículos necesarios para los
particulares que entran en sus coches al tiempo que una tienda de souvenirs. A
la entrada aborígenes tienen sus pinturas a la venta, además algunos están
trabajando en sus nuevas obras.
La comida es de lo más raro,
una ensalada con algo parecido a pollo, pero era mejor no preguntar y comer, y
de postre una especie de arroz con leche, pero sin leche, porque yo creo que no
era ni leche de coco…para dentro todo que hay que alimentarse.
Otro “detalle” de nuestro
guía conductor Tim, la teoría es que él es el responsable de que todo funcione,
pero no se preocupó de nada, se sentó y se dispuso a comer, sin mirar cuanta
gente estaba sin atender…posiblemente sea demasiado exigente, pero también creo en la
responsabilidad de los trabajos, así como en la educación y hasta el momento
con Tim no he visto ninguna de estas virtudes.
La comida no fue
espectacular, por no decir mal, y los baños ecológicos, por primera vez, un
horror, tenían un olor tremendo, tal cual entré tal cual salí, y si moría con
la vejiga llena tendría que ser así pero allí era imposible dejar nada sin tener un ataque de vómito (fina que habré salido, pero he pasado por lugares malos y este tenía estrellas para ganarse un premio).
Terminada la comida nos vamos hacia un pequeño
aeropuerto en Jabiru, allí
descienden dos pasajeros del autobús, son los afortunados que realizarán un viaje en
avioneta sobre Kakadu. Este fue mi fallo, mi gran fallo, el no leer que existía
esta posibilidad en Sydney, para intentar llevarlo contratado. Ayer por la
mañana entendimos algo a Tim, pero al preguntarle nos dijo que no, que no era nada para nosotros, y hoy ya algo enfadada le
reclamo, y me contesta, cosa que en ningún momento dudo, que no hay plazas y
que por eso no podíamos hacer el vuelo…posiblemente su cometido es solo llevar
y traer personas, y no ejercer de guía completo, que se molesta en ayudar a los
turistas con sus deseos, su sueldo no incorporará estas responsabilidades, pero
muy mal por toda la organización y Tim se queda definitivamente sin propina.
Para hacer tiempo mientras
vuelven los afortunados pasajeros de la avioneta Tim nos acerca a las minas de
Uranio, solo las vemos por fuera aunque también organizan visitas guiadas. ¡Qué
feo contraste el del paisaje con el río y la mina al fondo!, más sabiendo el
material peligroso que contiene. No nos gusta nada lo que vemos para estar dentro de un parque natural, por mucha economía y flujo monetario que mueva la mina.
Desde hace tiempo los grupos
ecologistas critican su impacto medioambiental, y a finales de la década de
1990 organizaron campañas para impedir la ampliación de la mina, que finalmente
no se llevó a cabo pero por una razón menos ecológica, por la caída de la
demanda mundial.
La teoría, que siempre tiene
sus fallos, es que la mina está rigurosamente controlada para asegurar que los
valores naturales del parque no se vean dañados.
Para seguir haciendo tiempo
a que la pareja del vuelo regrese Tim nos lleva al Bowali Visitor Centre, donde ofrecen información del parque, a cuya
entrada se encuentra uno de los famosos termiteros, más bien una reproducción o
eso me pareció.
En la tienda de regalos y
souvenirs encontramos un manual para tocar el didgeridoo, ¡en español!, con lo
que mi marido ya puede empezar a tocar y a darme serenatas...o mejor no.
Lo más curioso del centro
son los carteles de los baños.
Mientras esperamos a los afortunados pasajeros del vuelo entablamos conversación con la señora que tan amablemente iba
traduciendo al italiano en el paseo en barca por el East Alligator River, otra abuelita encantadora del país, que se esfuerza en
hablarnos despacio para entendernos, y esto es con lo que me quedo en general
de los australianos, las ganas de hablar y de que todo sea fácil. Ella es de
Melbourne y al saber que sería nuestro próximo destino le dio algo de pena
porque ella continuaba el viaje para otro lugar, estoy segura que nos hubiera
invitado a una taza de té en su casa y nosotros hubiéramos aceptado encantados.
Vuelven los voladores, y
como no podía ser de otra manera hablan maravillas del vuelo, del paisaje que
se divisa desde arriba, incluso se pueden ver poblaciones aborígenes...definitivamente una lástima no haber podido realizar este vuelo.
Con el
atardecer regresamos a Darwin. No dejo de pensar en África mientras contemplo
el inmenso sol.
Le damos un puntazo negativo
para toda la organización de Kakadu, porque ya éramos conscientes del hándicap
de hacerlo en inglés y lo asumimos, pero queríamos visitarlo (yo insistí mucho
a mi marido la verdad), pero que no se hiciera ni el mínimo esfuerzo para que
el resultado fuera todo lo óptimo posible es lo que terminó por enfadarme,
menos mal que los dos bonitos días de paisajes, aprendizaje de cultura aborigen
y la fuerza de Kakadu puede más que todo lo negativo.
Tim se quedó sin propina, en
ningún momento a los que no hablaban inglés (franceses, italianos, españoles)
se acercó a preguntarnos si queríamos alguna explicación, si le entendíamos
bien, posiblemente no le pagan lo suficiente o así lo creerá él, pero sabiendo
que lleva un grupo multilingüe un poquito de esfuerzo se lo hubiéramos
agradecido.
Para la agencia australiana
que gestiona el tour otro puntazo negativo, por no avisar (puede que Alda, nuestra guía en la primera parte del viaje,
tuviera algo que ver y pasara del tema, que no lo descarto) de la posibilidad
del vuelo en avioneta, incluso desde la contratación del viaje en Madrid, que
sería lo más lógico.
De todas formas, como
conclusión, es que aunque sea en inglés, en aborigen o en finlandés merece la
pena hacer la visita a Kakadu, y nosotros solo hemos podido conocer una mínima
parte, que nos han quedado lugares muy interesantes donde ir, pero si pasábamos
más tiempo aquí no podríamos ir a Melbourne, y esto nunca pasó por mi cabeza, de Australia no podíamos irnos sin visitar esta ciudad.
Llegamos a Darwin, y podemos
disfrutar del anochecer desde el pequeño balcón de la habitación, como muchos
de los alojados en el hotel que están cámara en mano haciendo fotografías del
puerto con un atardecer como si fuera una pintura.
Nos quedamos sin conocer
nada de esta ciudad, que ha resurgido dos veces como el Ave Fénix, la primera
tras la Segunda Guerra Mundial, durante la cual los japoneses bombardearon la
ciudad, siendo el único puerto de Australia que sufrió ataques continuados; la
segunda tras el ciclón Tracy del día de Navidad de 1974, con vientos superiores
a los 200 km/h.
De nuevo al cine, uno de
nuestros grandes referentes en viajes, la película Australia cuenta los bombardeos de la guerra, y la evacuación que
se realizo en la ciudad.
Bajamos a cenar al
restaurante del hotel, es lo más cercano y conocido, ya que no hemos podido
explorar nada de Darwin y así nos quedaremos desafortunadamente. La cena no
estuvo mal, solomillo y salmón, pero a estos australianos les gusta hacer
demasiado todo tipo de carnes y esto le quita la buena textura. De nuevo un
shock con los vinos, y eso que evitamos la oferta que tenían por el miedo que
nos producía.
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