En
el centro bullicioso de la ciudad
No muy lejos de la Sydney Tower se encuentra el State Theatre (49 Market St), construido en 1920, fue
calificado como el mayor teatro del Imperio (ahí queda eso, del imperio nada
más y nada menos), tanto por el número de asientos como por su decoración
interior (al que no tenemos acceso y en el que destaca su vestíbulo). Es la
sede del Sydney Film Festival. Sólo podemos ver su entrada, que es ya lo
suficientemente bonita y espectacular, aunque ciertamente algo recargada.
Entre Market St y Druit St
(entrada por ambas calles) se sitúa el Queen Victoria Building (455 George St),
un precioso edificio construido en piedra arenisca en 1898 por George McRae
para conmemorar el cincuentenario de la Reina Victoria, destinado a albergar el mercado
municipal de fruta y verdura. Por fuera, aparte de su gran tamaño y arcadas, destacan sus cúpulas de cobre.
A la entrada de Druitt St nos
recibe la Reina Victoria, a su izquierda se encuentra el pozo de los deseos,
pero está en obras y totalmente tapado con lo que no le vemos y no le pedimos
nada. Parece ser que esta estatua, una obra de 1888, apareció en 1983 en un
pequeño pueblo irlandés donde se encontraba descuidada y olvidada desde que la
quitaron de la fachada del Parlamento irlandés en 1947, y tal cual antes
llegaron los presos después llegó la mismísima Reina.
El mercado cerró a finales
de la Primera Guerra Mundial y en los años cincuenta estuvo a punto de ser
demolido para construir un centro comercial y un aparcamiento subterráneo, pero
afortunadamente los planes se pararon y en su lugar se destinaron 75 millones
de AU$ para restaurarle a principios de la década de 1980, abriendo de nuevo
como centro comercial. ¿No hubiera sido un sacrilegio tirarle para construir un
moderno centro?
El edificio es una mezcla de
estilos: renacentista, gótico, románico y Reina Ana. Impresiona pensar que aquí
hubo una vez un mercado de ¡fruta y verdura!. Pierre Cardin lo definió como “el
centro comercial más bello del mundo”.
En su interior aparte de la
arquitectura sorprendente, de las amplias galerías, el suelo reluciente, las
escaleras y barandillas de hierro forjado, las vidrieras, hay dos relojes. El
más valorado es el Royal Clock, obra de Neil Glasser de 1982, sobre el que se
encuentra el castillo de Balmoral, que pende de la cúpula central. En él se
cuenta la historia de los monarcas ingleses, con actos como la Carta Magna o la
decapitación de Carlos I.
El otro es el Great
Australian Clock, con escenas de la historia de Australia, como la llegada en
barco de la First Fleet (o eso es lo que creemos).
Este es el de Dublín, que luce más por la iluminación navideña.
Una visita ineludible, y no
solo por necesidad, son los baños, que se conservan en estilo victoriano. Ya
entrar por sus puertas parece que vamos a tomar el té en lugar de actos más
humildes y menos prosaicos.
El de las damas es amplio,
luminoso, limpio, con una gran zona de tocador (ay que grandes juegos de
palabras)…con el suelo original.
El de los caballeros (que
por supuesto yo no conocí) es pulcro, tan pulcro que los hombres tienen
intimidad en su desahogo.
Bajando por George St, la
primera vía pública de Australia, que en sus orígenes estaba embarrada y llena
de chozas hasta que tras la fiebre del oro las tiendas y los bancos ocuparon la
zona, se localiza el Sydney Town Hall (483 George St).
Fue levantado sobre el Old
Sydney Burial Ground, el cementerio que se utilizó en la ciudad entre 1793 y
1820, perteneciente a la cercana St Andrews Cathedral (esto de construir sobre cementerios nunca presagia nada bueno en las películas...Poltergeist). Se construyó en piedra
arenisca en 1874, en un estilo victoriano y destacando en su fachada la torre
del reloj, tanto de día como de noche.
Preguntamos al vigilante si
podemos entrar, porque parecía que no, pero nos contesta muy amablemente que adelante, sólo a la
parte baja, ya que hay más habitaciones interesantes tanto en el piso inferior
como en el superior.
Entramos en el llamado
vestíbulo, que no es lo que su nombre castellano indica, sino una gran sala
ricamente decorada, con vidrieras en la cúpula (ocho figuras representando la
Justicia, la Prudencia, la Industria, la Moderación, la Paz, la Libertad y la
Abundancia –me falta una- y los cuatro elementos de la naturaleza –aire, agua,
fuego y tierra) y una impresionante lámpara de araña.
Desde una puerta
entreabierta, guiados por el sonido que salía de ella, vemos el Centennial
Hall, considerado un tesoro de los halls australianos que han sobrevivido; el
sonido procedía de un órgano, el Gran Órgano, descrito como el más fino
construido por un organista británico, con más de 8.500 tubos. Pero no entramos
para no molestar. Esta sala está preparada para un evento, ya que se alquila (a
bolsillos pudientes imagino).
Al lado del Town Hall se
encuentra la mencionada St Andrew’s Cathedral (esquina George St y Bathurst St),
la catedral más antigua de Australia (¡aja!, ahora es la catedral la que detenta el título de más antigua, como nos ocurrió con la
iglesia de Garrison Church…esto tiene un poco de truco, porque ¿las
catedrales no son iglesias?). Su diseño es de aspecto gótico, inspirada en el
York Minster de Gran Bretaña (a esta no tenemos el placer de conocerla...todavía). A su interior no pudimos acceder en ninguna
ocasión, bien se celebraba misa, bien un funeral o un encuentro
ecuménico.
Desde Bathurst St en
dirección a Hyde Park se llega a Elizabeth St, subiendo por ella se halla la
Great Synagogue, visitable los martes y jueves en tour guiado. Los judíos
llegaron a Sydney con la First Fleet pero los servicios religiosos no
comenzaron hasta 1820.
En Castlereagh St un
edificio llama nuestra atención, más por su primitivo uso -masónico-, supongo, que por su
arquitectura, aunque esta también es destacable.
Esta calle es un hervidero
de tiendas, de los nombres conocidos y precios no demasiado asequibles: Chanel,
Prada, Louis Vuitton, Bulgari, Gucci…el centro comercial David Jones, la vida
en shopping.
En la esquina de Castlereagh
St con King St, subiendo por la primera, a nuestra derecha queda el primer
rascacielos de la ciudad, Culwulla Chambers (67 Castlereagh St), que se terminó
de construir en 1913 y mantuvo su posición de edificio más alto hasta 1962,
cuando se construyó la Sydney Tower (AMP Tower).
Lo más característico a
nuestros ojos no es su altura, ni su llamativo color burdeos en la fachada, es
su curiosa forma rodeando un edificio bajo en la esquina, en el que en su piso
a la calle se halla la tienda de Louis Vuitton.
Frente al rascacielos del
pasado, el rascacielos del presente, el edificio octogonal MLC Centre, que
tiene entrada por aquí aunque su dirección exacta es Martin Place. Tiene una
altura de 228 m, y en sus plantas inferiores acoge un centro comercial. Su entrada incita a entrar,
que es de lo que se trata en centros comerciales, con una gran sombrilla
acristalada.
Hacia nuestra derecha, por
King St, y coronando la parte superior de Hyde Park, St James Church, edificio
construido como Palacio de Justicia en 1819 por los reclusos, en estilo
georgiano, que el arquitecto Francis Greenway (recordar que él también era un recluso) tuvo que convertir en 1820 en
iglesia cuando se abandonaron los planes de construir una catedral en George
St.
En la actualidad parte es la
sede del Tribunal de Justicia, pero la iglesia sigue en funcionamiento, con un
interior muy sencillo.
Hacia la izquierda,
igualmente por King St pero con entrada por George St, la más pequeña y coqueta galería comercial de Strand Arcade. Fue construida en
1891 por John B. Spencer y Charles E.Fairfax, inspirada en la igualmente
encantadora Burlington Arcade de Londres, siendo la mejor galería comercial del
Sydney victoriano. Fue remodelada en 1969 y tuvo que ser reconstruida en 1978
tras un incendio.
Los cristales del techo
fueron tintados para que los fotógrafos tuvieran mejor luz. Originalmente
poseía un sistema especial de gas y electricidad, con candelabros, cada uno de
los cuales tenía 50 salidas de gas y 50 faroles (para haberlo visto), y también
poseía ascensores de elevación hidráulica.
Preciosa es poco para
definirla, QVB es grande, es majestuosa, es impresionante, pero esta pequeñita
llena mucho más, por lo menos a nosotros y nuestros ojos.
Comparemos las dos arcades,
Burlington en Londres (que como la de Dublín también la encontramos decorada de Navidad) y Strand en Sydney, que no es que sean iguales pero tienen su parecido, un callejón cubierto con
mucha elegancia en ellos: suelos, tiendas, techos, maderas…
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