Es nuestra última mañana en Viena y tenemos muy poco tiempo, nuestro transfer al aeropuerto nos recogerá a las 9.30 h en el hotel, demasiado temprano pero no miramos la hora en su momento y anoche cuando nos dimos cuenta era demasiado tarde para hacer cambios, también hay que respetar el descanso de los demás, y un sábado por la noche no me parecía el mejor momento para molestar a nadie.
Por ello madrugamos un poco más para estirar el tiempo. Nos vamos de Viena y de nuevo un ¡Oh cielos, no hemos estado allí! y esta es una foto de las más típicas, con lo que nos vamos directamente al Stadtpark, en la desembocadura del río Wien, con una entrada Jugendstil. Este parque municipal comenzó a construirse en 1862 con influencias inglesas.
Por la canalización del río se accede a las alcantarillas donde se rodó El tercer hombre, y es que estas alcantarillas dieron para mucho. Hay visitas guiadas por ellas, pero no tenemos tiempo de apuntarnos, y aunque suene raro, e incluso claustrofóbico a tope, como que da morbo entrar. Se entra por la estación de metro y se sale por Naschmarkt, así que el recorrido no está nada mal, unos 2 km de oscuridad y ¿malos olores?.
La canalización del río y la construcción del ferrocarril suburbano fue un problema que no se resolvió hasta 1906, y de nuevo nos encontramos con Otto Wagner y sus estaciones.
En el parque tenemos una cita con Strauss hijo y su famoso monumento, pero tenemos la desgracia que le están lavando la cara (el resto del cuerpo y el pedestal), con lo que solo lo podemos ver por las rendijas de las vallas que impiden el paso.
Para consuelo de los tristes turistas que llegan hasta Strauss y no lo encuentran como querían han colocado un podio con una falsa estatua de Strauss, donde hacemos todos un poco el payaso.
El edificio que asoma por detrás de nosotros, Strauss y yo, es el Kursalon, un pabellón de conciertos construido al estilo de los balnearios, donde por supuesto por las noches también ofrecen música clásica.
Apetece quedarse en el parque, bien paseando bien descansando, pero el tiempo corre en nuestra contra, con lo que ni una cosa ni otra, bueno pasear un poco porque tenemos que salir de él y lo hacemos por otros caminos por los que entramos, para encontrar a Schubert por ejemplo.
Es un parque pequeño que se puede recorrer en poco tiempo, y disfrutar de la tranquilidad, más a estas horas de la mañana y domingo, pero nosotros damos por finalizada su visita, tomando nota que en su interior se encuentra uno de los restaurantes mejores de la ciudad, Steirereck.
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