"Estuve allí pero ya estoy de vuelta..."
Desde Körnhäuselturn hay unas escaleras que bajan a Fleischmarkt, y desde Judengasse se obtiene una vista de la parte trasera de Ankeruhr, el reloj que nos sorprendió no muy positivamente.
Subimos de nuevo por Rotenturmstrasse para tomar ahora la calle a la izquierda, frente a la Seittenstengasse, la bonita calle empedrada y en cuesta de Griechengasse, que hace referencia a los mercaderes griegos que se asentaron aquí en el siglo XVIII. Subiendo la calle a la izquierda un restaurante griego y al fondo una bonita casa con una escultura en su fachada.
Giramos por el callejón del fondo a la derecha, que pinta atractivo y coqueto con su incipiente iluminación nocturna, para salir de nuevo a Fleischmarkt, y justo por los arcos que se ven en la foto interior al local más antiguo de Viena, en el número 11 de la calle, el Griechenbeisl, el beisl de los griegos, que data del siglo XVIII y que en el siglo XIX fue el primer local de la ciudad en servir cerveza Pilsen, de Bohemia, y eso la hizo más popular todavía.
Por aquí han pasado Mozart, Wagner y Mark Twain, que dejaron su firma en las paredes de su interior, así como el ya conocido Lieber Augustin, al que ya conocimos al lado de St Ulrikskirche.
Augustin vivió durante la peste de 1679, era cantante y gaitero de feria, cuentista y poeta de verso fácil, que un día durante la epidemia iba borracho por la calle y se cayó en una fosa de cadáveres que estaban preparados para quemar; afortunadamente antes se le paso la melopea y al levantarse se puso a tocar la gaita para llamar la atención y salió como si nada de la fosa y de la situación, sin contagiarse además. Se empezó a escuchar en Viena hacia 1880 una canción popular , con la que se representaba el genio popular: “Querido Agustín, de perdidos al río”. En la estatua hay una inscripción, “Estuve allí, pero ya estoy de vuelta, así que escuchad mi canción”. Desvelado el misterio de Augustin.
Mi voto para cenar aquí es rechazado, está demasiado lejos para luego la caminata de vuelta al hotel y también algo pronto para mover las mandíbulas.
Al lado del restaurante se halla la Griechische Kirch, la Iglesia Griega de la Santísima Trinidad, construida en el siglo XVIII por orden de los comerciantes griegos, que presenta una típica fachada neobizantina. Resulta curioso y chocante el contraste de estilos arquitectónicos.
Salimos a Fleischmarkt y acortando por el Heligenkreuzerhof salimos de nuevo a Schönlaterngasse, que ahora con la iluminación tenue se ve incluso más bonita la calle, además la animación de las mesas de los restaurantes le confiere mucho ambiente.
Al pasar otra vez por la Barbarakapelle ahora el coro y la multitud de la iglesia ha salido a la plaza, con lo que la terraza del restaurante ha quedado más inútil que antes, no quedaría nada bien hablar o reír mientras las personas disfrutan religiosamente.
Vamos retrociendo sobre los mismos pasos con los que llegamos hasta el Danubio y salimos a Wollzeile, en el Figlmüller la cola para cenar es terrorífica, con lo que definitivamente pasamos de intentar cenar en este sitio y enfilamos la calle Wollzeile hasta casi el final para probar suerte en otro restaurante de fama, con lo que no tenemos todas con nosotros lo de cenar hoy fácilmente, siempre nos quedaría el hotel o los puestos de salchichas.
En el número 38 de la calle se encuentra Plachutta, donde no hay mesas pero nos ofrecen cenar en una pequeña barra, y nos parece estupendo. Nos despedimos de los Wiener Schnitzel, aunque en esta ocasión no nos parece tan bueno,como en el Café Landtmann, sin estar malo por supuesto, el acompañamiento es más sencillo, nada de patatas, éstas vienen con la ensalada, que está aliñada con una especie de vinagreta. Eso sí, el local es muy típico pero también demasiado ruidoso. Recomendable con reparos, que son precisamente la necesidad de reserva y el jolgorio de camareros y comensales. En las escaleras hacia el baño las paredes están cubiertas con fotografías de famosos nacionales e internacionales que han pasado, y repetido en varias ocasiones, por el restaurante.
Terminados de cenar lo más fácil, ya que es de noche, es salir al Ring, por Parkring, para llegar al hotel, ya que callejear puede acortar el camino pero si nos perdemos lo alargaría más.
Al llegar a Schwarzenbergplatz, aprovechamos para tener una foto de los tranvías, que aunque en alguna ocasión habrán salido sin querer, ahora hasta parecen posar para nosotros en la tranquilidad de la noche.
Por otro lado, la fuente Hochstrahlbrunnen está iluminada con colores que van cambiando.
Desde la esquina de Kärntner Strasse se ven: la fachada lateral del Hotel Imperial, la fachada lateral del Musikverein y la Karlskirche al fondo.
Ya es hora de ir a descansar, además tenemos que hacer las maletas, pequeñas pero maletas al fin y al cabo. Mañana temprano tenemos contratado un traslado al aeropuerto, y nosotros saldremos más temprano para rematar un lugar que no podemos irnos sin pasar por él.
En la habitación tenemos una sorpresa, una cesta con huevos de pascua…aunque no todo es de chocolate y la sorpresa es mayúscula para los paladares expectantes.
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