Hasta pronto Kioto! (por la puerta grande)
Damos por finalizada la visita al templo de Daitoku-ji aunque podríamos pasar el día completo en él descubriendo subtemplos y jardines zen. A la salida tomamos un taxi y nos vamos al templo de Chion-in, que está cerca del hotel, así el horario va más ajustado y luego no hay que correr.
Para seguir con la tónica destaca la impresionante puerta sanmon de dos pisos, y eso que ya hemos visto grandes. Se eleva a 24 m de altura y se construyó para proclamar la supremacía de la secta budista Jodo, mostrando al tiempo la autoridad del shogunato Tokugawa que costeó su restauración
Detrás de estas escaleras nos esperan otras, que nos parecen interminables, pero como queremos conocer las afrontamos cual alpinistas ansiosos por coronar la cima.
De nuevo un mapa con los edificios del templo, por supuesto en japonés, que por lo menos es orientativo, para perderse con conocimiento de causa y no solo aleatoriamente.
Hay una gran explanada donde cae el sol a modo de espada justiciera pero somos capaces de aguantarlo, e incluso refrescarnos gota a gota con la mirada.
Tenemos la oportunidad de escuchar a un monje tocar el gong y canturrear, al que fotografiamos a la salida, por aquello de no molestar.
Paseamos por el recinto para descubrir sus edificios, que aunque puedan parecer más de lo mismo, fijándose se marcan las diferencias, en este caso más evidentes en la claridad de la madera.
La campana es la más grande del país, fue fundida en 1633 con 74 toneladas de peso y requiere de 17 monjes para hacerla sonar durante los servicios anuales en memoria de Honen (17 de abril) y durante Año Nuevo. Se tañen 108 golpes, una por cada pecado que pueda cometer el hombre (para esto que lo explique un budista, porque no tengo ni idea, de tantos pecados, que nosotros somos muy virtuosos).
Nos despedimos del templo y de su fuente de purificación.
Para bajar descubrimos que hay una rampa, que será más cómoda que las escaleras, y es que hay que mirar más y mejor antes de emprender las subidas o las bajadas para evitarse esfuerzos innecesarios.
Ya estamos cansados, y a pesar que todavía nos queda tiempo para visitar otro templo cercano, preferimos acercarnos al hotel para comer y descansar en las zonas comunes, que no hay que abusar del conocimiento, aunque en muchas ocasiones el abuso es imprescindible, pero creo que de Kioto hemos conocido bastante, aunque escribiendo estas letras me he dado cuenta que no con la profundidad que se merecía por las lagunas que me han quedado.
Nos vienen a recoger a la hora señalada. Como llegamos temprano a la estación, la señorita que nos acompaña se ofrece a quedarse en una de las salas de espera con las maletas mientras nos damos una vuelta, y como más pareciera que se encontraba incómoda buscando conversación con nosotros y en inglés, aceptamos el ofrecimiento. A la hora de salida del tren Shinkansen (tren bala) nos acompaña al andén, nos da unas pegatinas para que nos reconozca la persona que nos esperará en Tokio para acompañarnos al hotel, y espera hasta que el tren sale mientras nos despedimos como si nos conociéramos de toda la vida y sólo hace una hora y media, esta cercanía lejana es la que más impresiona de la población japonesa.
Al llegar a Tokio en el andén nos espera otra señorita, después de los saludos y preguntas de rigor, nos da en un sobre 2000Y porque ella no nos va a acompañar al hotel sino a un taxi, con esto alucinamos, supongo que será por la hora, las nueve de la noche. Firmo el recibí, nos deja en el taxi y llegamos al hotel.
Para tener la habitación tenemos un diálogo para besugos con el recepcionista, pedimos una cama king, dice que bien, después de comprobar dice que no, que en no fumadores no tiene, que tiene que ser twin, y yo le intento preguntar si la diferencia de las dos habitaciones es solo la zona, pero no había manera, él no salía del humo y yo no salía del tamaño.....desisto y acepto, y al final comprende y dice que si, que son iguales.
Preguntamos por las maletas que salieron por la mañana de Kioto, mira y dice que las subirán a la habitación. Preguntamos para cenar en el hotel y ya no es hora para los restaurantes, pero hay uno que cierra a las 12 de la noche, un snack bar con un poco de todo, que será nuestra opción.
Subimos a la habitación, nos duchamos, en nuestras maletas de mano tenemos ropa limpia y bajamos a cena, cuando volvemos a la habitación las maletas no han llegado. Para evitar tener otra conversación de besugo y por teléfono bajamos a reclamarlas, y al pobre señor le cambió la cara, disculpas de todas las formas posibles con el gesto y principalmente con el espinazo doblado casi a 90º, esta inclinación es mayor cuanto mayor es el respeto o cuanto mayor es el perdón que solicitas. Lo veo excesivo y le intento sonreír para que se relaje. Su punto de inclinación fue mi punto de inflexión con la cultura japonesa, no me siento cómoda con estas cosas cuando las cosas se solucionan hablando y actuando, es más fácil, sin olvidar una buena excusa, pero llegar a esto me hizo sentir mal.
Llegan las maletas y llega el descanso.
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