En territorio zen
A la salida del jardín de Shosei-en tomamos un taxi para ir a la otra punta de la ciudad, al oeste, vamos a visitar el templo Daitoku-ji, importante en la historia de la escuela zen Rinzai. Fue fundado en 1324 pero los edificios originales fueron destruidos durante la guerra Onin (1467-1477), se sustituyeron en 1479 y se añadieron otros durante los siglos XVI y XVII, de acuerdo con la práctica de trasladar edificios de un lugar a otro. Prosperó en la segunda mitad del siglo XVI, cuando gozó del mecenazgo de los jefes -y amantes de la ceremonia del té- Oda Nobunaga e Hideyoshi. Hoy, sus numerosos subtemplos, con sus casas de té y sus jardines, siguen promoviendo los caminos del zen y del té.
El complejo del templo es como una ciudad, en 11 Ha de terreno, con sus calles adoquinadas por donde circulan los peatones y los supercoches de los monjes, sus tropecientos edificios, sus subtemplos (23), sus jardines. Así que vamos improvisando el paseo y entrando donde nos dejan, y de nuevo la confusión de qué es cada lugar, ahora ya he aprendido a tomar notas que me puedan ayudar para recordar, pero este viaje fue el primero con tanta información recibida visualmente y de todo se aprende.
Entramos en el templo de Ryogen-in, fundado en 1502, está considerado un tesoro nacional. Posee cinco jardines zen, de los que soy incapaz (llamadme inútil) de deciros su significado, y eso que lo tienen.
Estos jardines, utilizados por los monjes zen como forma de meditación, suelen ser un campo de arena poco profunda que contiene arena, grava, rocas y ocasionalmente hierba, musgo y otros elementos naturales. Son jardines-escena, y por tanto de dimensiones limitadas (como mucho 10x30 metros). La arena rastrillada representa el mar, en torno a las rocas se rastrilla en anillos, como si estas formaran ondulaciones en el agua. En el resto del jardín, se rastrilla en paralelo a la plataforma. La orientación del jardín para el relax debe encarar el Este, la arena que representa la paz del mar es la que debe estar mirando hacia la salida del sol.
Las rocas deben colocarse contra un fondo -como pequeño patio trasero o un rincón del jardín- del que destaquen. El tamaño y la naturaleza del fondo son indistintos, pero su disposición debe producir el efecto de dirigir la mirada hacia el altar de rocas. Las rocas siempre tienen que estar colocadas en grupos de 3, 5 y 7, y nunca aleatoriamente. Las rocas son caligrafias, por lo que en cada jardin hay una frase, un pensamiento o idea.
Siempre representan en su colocación un paisaje de Japón. Los surcos de la grava es como se comportaría la superficie si las rocas estuvieran surgiendo de ella, como se movería la energía.
El llamado Totekiko es el más pequeño de los jardines de piedra en Japón.
En Isshidan la roca central representa una montaña y la arena el mar, las demás piedras una tortuga, un cráneo...pssssss.
Kodatei es un pequeño jardín de rocas, muy sencillo, por lo menos a primera vista.
Ryogintei es el más antiguo del complejo.
En el interior de una de las salas se contempla una pintura en los paneles, un dragón del periodo Edo, que es muy llamativo, aparte de simpático, aunque no creo que este adjetivo sea el más adecuado para los dragones, a no ser que sean de dibujos animados.
Entramos a otros complejos: Koto-in es un laberinto de casas de té; y en el templo de Daisen-in, donde nos dan un cuaderno con explicación del jardín, que hay que devolver a la salida, y nos ofrecen la posibilidad de tomar un té al finalizar, por un precio módico que aceptamos, no es una ceremonia clásica sino una más bien un ceremonia estilo fast tea, con un postre tipo croqueta incluido; sin ser lo que tiene ser la ceremonia completa la experiencia resultó curiosa.
También entramos en el templo de Zuiho-in, construido en 1535 en memoria de un daimio cristiano, donde destaca el jardín de la cruz, en recuerdo de este señor feudal cristiano.
Pero yo la cruz no la veo, y ahora por internet he visto una fotocomposición, y es que hay que unir mentalmente varias piedras....todo esto allí resultaba bastante difícil.
Fuente: e-ciencia.com
En este templo hay otro jardín, más piedras pero más complejas o eso me parece. La teoría dice que se sugieren ondas de agua que bañan las formaciones rocosas que representan las montañas Hohrai.
El caso es que con explicaciones o sin ellas yo sigo sin entender mucho esto de los jardines zen, aunque estéticamente son muy curiosos y bonitos. Posiblemente me falte sensibilidad, los defectos hay que aceptarlos y seguramente el calor no es el compañero ideal para sentarse frente a ellos a contemplarlos, como tampoco es nuestro mejor aliado el tiempo para hacerlo, si queremos ver más es imposible verlos mejor.
Si con mis letras dubitativas no os he contagiado el espíritu zen, espero que las fotos hayan captado algo de su esencia, y sobre todo, os animo a contemplarlos in situ y que a la vuelta me contéis vuestras sensaciones y experiencias. Para mí sigue siendo una asignatura pendiente, pero espero poder aprobarla.
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