Después del paseo por Sanmachi tenemos que decidir hacia dónde nos dirigimos, en un principio pensamos en ir a los templos de Higashiyama, 3,5 km al norte del centro de la ciudad, pero el calor era aplastante, estábamos cansados por el madrugón, vamos con las bolsas de las compras (y el sake pesa) y además queríamos buscar algún restaurante para cenar, con lo que en lugar de ir a esta bonita zona con 13 templos y 5 santuarios, salimos de estas bonitas calles con edificios llamativos haciendo alarde del uso de la madera.
Y por calles donde el agua está canalizada.
Para llegar al Templo de Hida Kokubun-ji, que fue fundado por el emperador Shomu en el 746. Fue destruido por un incendio y el edificio más antiguo que se conserva es la sala principal, del siglo XVI, pero está cerrado y no podemos entrar a contemplar sus tesoros, unas imágenes talladas del periodo Heian (794-1185) y una espada del siglo XII.
En el exterior el edificio que alberga la gran campana, que a esa altura es difícil jugar a tocarla.
En el complejo destacan varios elementos, como la pagoda de tres plantas, de 1821.
Un árbol ginko al que se le atribuyen más de 1.200 años, y donde nos encontramos con una simpática pareja de israelitas asombrados por la edad del árbol, con los que entablamos una conversación en inglés.
Y en este templo conocemos a los Jizos, una bonita colección de estatuas con baberos y sombreros. Son divinidades que protegen a los niños en las enfermedades o cuando ya están muertos en su camino al cielo o algo parecido. Es impresionante la cantidad de estas divinidades que nos iremos encontrando por los templos.
Destacan las bonitas ofrendas o plegarias, que parecen cajas de regalo para colgar en el árbol de Navidad.
También existen otros jizos que ayudan al caminante o peregrino.
La búsqueda de restaurante resultó infructuosa, el que buscábamos no lo encontramos, pero vimos varias alternativas, con lo que sin cenar no nos íbamos a quedar.
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