Hoy comienza el tour. Durante este viaje hemos dormido poco, lo normal para despertarse ha sido entre las seis y las siete de la mañana, cuando no antes para ir preparando maletas si la noche anterior no se quedaban listas.
Tenemos la cita con nuestra guía, Sumitsu, a la que conocimos la tarde anterior en el hotel porque estuvo para cualquier consulta, y la aprovechamos, a las ocho de la mañana en el lobby del hotel. El desayuno del hotel recibe el nombre de desayuno occidental o de estilo western, al que le encontramos algunas carencias y exceso de orientalización en sus variedades: verduras cocidas, pescados, encurtidos...
Nos ponemos en marcha en autobús, nuestra primera parada la Torre Tokio, la versión japonesa de la Torre Eiffel, pero más alta, 330 m, (los japoneses siempre más y mejor si se puede), en blanco y naranja, que fue diseñada para las transmisiones de radio y televisión en 1958.
La torre se localiza en el distrito de Roppongi, que significa "seis árboles" pero la zona no tiene mucho verde en la actualidad. Por un lado el distrito es zona de embajadas, y por otro de discotecas, bares y restaurantes.
La torre tiene dos miradores, nuestra entrada sólo nos da acceso al primero, a 150 m de altura, desde el que seguimos asombrados ante la extensión de Tokio. Junto a las ventanas el suelo es de cristal en algunas losetas, para poder sentir el vértigo bajo los pies.
El segundo mirador se encuentra a 250 m de altura, y se paga un suplemento por acceder, pero Sumitsu nos dice que no tenemos tiempo para subir por nuestra cuenta, con lo que nos quedamos a medias en las vistas desde esta torre.
Siguiente parada en autobús, el Palacio Imperial (Kokyo), en el centro de la ciudad, pero no a visitar el Palacio, sino solamente el jardín exterior, que es parque público y es donde comenzamos a admirar la jardinería japonesa, en este caso con los pinos negros.
El palacio se alza en el lugar donde estaba el castillo de Edo-jo, una fortaleza del siglo XIV, que en el siglo XVII era el castillo más grande del mundo.
Varios incendios lo dañaron, uno de ellos con leyenda incluida, ya que se le conoce como furisade-no-kaji (kimono de manga larga): una muchacha no correspondida en su amor donó su kimono a un templo; tras su muerte fue vendido a otra muchacha, que contrajo una misteriosa enfermead y murió, hecho que se repetió hasta en tres ocasiones más, con lo que los sacerdotes echaron el furisade (kimono) a un brasero, pero al prender una ráfaga de viento lo arrojó contra el templo, provocando un incendio que destruyó casi toda la ciudad.
El nuevo palacio data de 1968 ya que el anterior fue destruido por un bombardeo en 1945.
En los jardines llama la atención una estatua en bronce, que no sé si corresponde a un personaje en particular, ya sea emperador, samurai, guerrero o es una alegoría genérica.
Tenemos la clásica vista del puente Nijubashi, y al fondo una torre de vigilancia. El recinto del palacio está rodeado por un foso y murallas.
Solo vemos una de las puertas de entrada al palacio, a la izquierda en la foto, y el cambio de guardia, que no tiene nada especial, dos guardias haciendo un paseíllo sin ninguna gracia ni filigrana (el palacio solo se abre para el cumpleaños del emperador, el 23 de diciembre y el día 2 de enero). Para poder hacer una visita al recinto que no al palacio, hay que presentar una solicitud.
Nada de visitar el jardín oriental del palacio, que sí está abierto al público. Esta fue una de esas visitas algo absurdas, nos quedamos todos con cara de tontos porque esperábamos más, no ya entrar al palacio pero sí ver los jardines o el edificio desde estos, que se entiende que por seguridad no se visite, pero una visita tan rápida fue un poco desencanto para todos, porque ni tiempo tuvimos de perdernos un poco por la zona.
Sumitsu aprieta el paso, levanta el paraguas y nos marca la hora de volver al autobús, y desde este transporte nos conformamos con las vistas del parque y las fuentes Wadakura, construidas para la boda del emperador Akihito en 1961, remodelado en 1995 para la boda del príncipe heredero.
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