Gastronomía, más historias y luces
Hora de comer, dicen que Hoi An posee una de las mejores ofertas culinarias de todo Vietnam, la influencia china se nota en sus platos, Hieu nos lleva al Brother's Café, una casa colonial francesa habilitada como bonito restaurante.
En el interior de la casa hay varios comedores pero a nosotros nos llevan a la terraza, ya que aunque hace calor no se está mal, en las mesas un bonito detalle verde, una maceta con ¡¡arroz!!. La terraza está al lado del río.
Este es el menú, con el que Hieu hizo algo pero no sé qué, nos iban a dar uno, él lo cogió, lo leyó e hizo que lo cambiaran, no sé si por el idioma o por el contenido. Bien elegido este menú con dos platos estrellas de la cocina local.
Y comienza la fiesta de platos. Morning Glory es una ensalada con langostinos y tiras de cerdo que nos ayuda a montar el camarero sobre el pan de gambas chino.
White Rose son gambas enrolladas en papel de arroz y cocinadas al vapor, es como un dim sum y a mí estos no me gustan demasiado pero estaba muy rico y bien que me lo zampé.
Pescado desconocido (no lo identifico a ninguno, podía ser similar a la dorada pero no sé) al grill en hoja de banano con cúrcuma.
Tiras de cerdo en cazuela de barro, este plato estaba algo picante, no a rabiar pero si “sabrosón”.
Verduras fritas (apio y champiñones) con jengibre.
De postre, fruta que para eso tienen variedad muy apetitosa.
Todo estaba muy rico, y además la cantidad es generosa, es imposible comerse todo eso y no reventar o quedarse tirado con una buena siesta digestiva.
Casi al terminar la comida un invitado sorpresa, yo no lo vi solo fui avisada de su presencia y ¡¡madre mía, que rata más grande!! (no se paró para posar), se nota que aquí están bien alimentadas….hoy no nos ha tocado ternera y con el cerdo la carne no se puede confundir.
Según comíamos el cielo se ennegrecía, esas nubes no auspiciaban una buena tarde y comenzaron a caer las primeras gotas. Al salir, la lluvia a granel, aquí si llueve es a lo bestia. El agua le da un aspecto muy especial a esas casas coloniales ocres-amarillas.
El planning del tour dice que por la mañana se hacen las visitas, se para a comer y de vuelta al hotel de Danang, pero Maca casi siempre tiene un plan B (cuando no tiene hasta la Z para desconsuelo de su marido), y Hieu ya me conoce a la perfección así que me pregunta, para estas cosas ya ha aprendido que soy yo la que pide, qué lugares me interesan y yo le digo unos cuantos, con lo que pasaremos la tarde en Hoi An paseando y viendo lo que nos de tiempo.
Lo malo es que la lluvia es torrencial y los chubasqueros que Hieu nos compró en Hué se quedaron en la minivan que se tuvo que volver, los nuestros que han viajado desde Madrid para estas lluvias torrenciales están en el hotel, que hacen bulto y peso en el bolso o colgados en la cintura y durante el día con el calor se hacen insoportables de cargar.
A nuestro joven guía parece que no le gusta mojarse y va en busca de nuevos chubasqueros, después de una negociación con varias vendedoras yo acabo con un modelito igual que en las tumbas imperiales, si me quedan bien los topos lilas ¿para qué voy a cambiar?
Atravesamos de nuevo el mercado, que la vida mercantil continúa bajo las lonas que se van llenando de agua y que a la que te descuidas descargan aunque pases cerca y te puedes llevar una ducha total
En otro nuevo detalle Hieu se para en un puesto de frutas y hoy nos toca probar el mangostán, que ya habéis visto por fuera, que es dulce y rico. Al igual que hiciera con los rambutanes ya nos los da abiertos, y estos de partir con los dedos o las uñas son difíciles.
Atravesar el mercado por la calle estrecha con zanja no fue nada fácil, la zanja llevaba una corriente de agua (parece que tiene su utilidad), con lo que los pies por allí era mejor evitarla, y la poquita acera estaba bastante ocupada por los puestos y los vendedores, con lo que parecíamos equilibristas espatarrados y zigzagueantes, pero al final volvimos a salir a una calle con calzada normal para mojarnos a saco por la lluvia.
Los ciclos han parado su actividad como también parece que lo han hecho los turistas.
Antes de comenzar las visitas lo primero es volver a sacar entradas, que esta vez nos toca pagar, por la mañana estaban incluidas en el tour, creo que fueron 60.000 dongs cada uno pero no lo recuerdo muy bien. Para visitar los museos, casas, asambleas o pagodas, en su mayor parte, es necesario tener entrada, cada una da derecho a visitar un lugar, pero solo puede ser uno de cada en teoría.
La primera visita es la capilla de la familia Tran (21 Le Loi). Se entra por un patio y antes de acceder a la capilla nos quitamos los chubasqueros para no mojarla y se llega al “salón”, donde hay una legión de chicas vietnamitas para atender a los invitados, yo pregunto a Hieu si son de la familia o funcionarias trabajadoras, y contesta que de todo un poco.
La puerta central está reservada a los muertos, la derecha es para las mujeres y la izquierda es para los hombres; y nosotros solo somos turistas con lo que hemos entrado por un pasillo que hay a la izquierda de la foto.
La capilla se fundó hace más de dos siglos para honrar a los antepasados de esta familia, que viajaron desde China a comienzos del siglo XVIII. Fue construida en 1802 por un miembro de la familia que ascendió a rango de mandarín. Los descendientes actuales son la decimotercera generación.
En el altar cajas de madera con los nombres y fechas de los familiares (no tengo la certeza que puedan contener las cenizas pero pudiera ser). En el aniversario de la muerte de cualquiera se abre la caja, se quema incienso y se ofrenda comida. A la derecha del altar fotografías de estas generaciones pasadas.
El que sea santuario no implica hacer más negocio aparte del cobro de entrada que me parece justo al ser un sitio privado, además hay una tienda de souvenirs con artículos varios, donde nos llaman la atención unas monedas, supuestamente originales de un periodo dinástico, pero por 5$ poco originales son, aunque como nos gustan nos quedamos con un par de Minh Hoang (mojado el cartón por la terrible lluvia a pesar de ir guardadas en el bolso).
Con unas monedas parecidas se realiza un juego de adivinación de futuro: se lanzan tres veces en un cuenco de cerámica y si sale una vez de cara se tendrá suerte (no piden demasiado para tenerla). Resultado: mi marido de cara, Hieu de cara y yo tres bonitas cruces…espero que algo me corresponda por matrimonio.
En la parte de atrás de la pequeña tienda hay un pequeño jardín donde una señora nos cuenta que es donde se queman las placentas de los recién nacidos de la familia, y lo hacen para evitar que los niños se peleen, como un conjuro.
En la casa muebles como ya nos hemos acostumbrado a ver, reconocer y admirar, típicos vietnamitas en madera oscura y con detalles de madreperlas. En esta ocasión los disfrutamos sentados tomando un té con caramelos de jengibre, que son caramelos blanquecinos y duros con un toque ácido e incluso picante, que no están malos pero que extrañan porque no es lo que nuestro paladar considera caramelos. Esto lo hacemos bajo la atenta mirada del patriarca de la familia Tran, con un retrato sobre nuestras cabezas.
Al salir de la capilla Hieu mira y remira el mapa, tira por una calle, tira por otra, anda perdido, uno de los sitios que le he pedido no sabe por donde está, pregunta a unos, pregunta a otros, yo le digo que no se preocupe que no es importante, pero él está picado, ¿dónde narices está esto? y al final por un callejón damos con él, y Hieu me mira con la cara más rara del mundo. Es uno de esos lugares que no son nada, pero que al confeccionar la guía me llaman la atención y si tengo la oportunidad de conocerlos pues mejor.
Es el pozo de Ba Le, del que se dice que se remonta a la época cham, y que debe su fama porque es el único sitio de donde se puede sacar agua si se quiere elaborar un auténtico cao lau. La diferencia con los pozos conocidos es que es cuadrado, por lo demás un pozo normal escondido en una callejuela que seguramente no tiene interés más que para mí, pero así soy, no todos los lugares tienen que ser bellos en sí sino que pueden ofrecer más cosas, en este caso no fue el pozo propiamente dicho, sino la vida de la ciudad escondida a los turistas, y también, porqué no decirlo, la cara de desconcierto de Hieu.
Ahora toca preguntar ¿qué es el cao lau? Una de las especialidades culinarias de Hoi An, una sopa de tallarines con brotes de soja, guisantes, hierbas (supongo que limoncillo) y láminas finas de cerdo, que se mezcla con papel de arroz crujiente y que así dicho suena apetitoso.
Pasamos pero no entramos, y esto es de libre acceso, por la casa Diep Dong Nguyen, que fue un dispensario de medicina china de hierbas y ahora vende cerámica. Se pueden ver las vitrinas de cristal desde la calle.
Lo que si visitamos es la casa Tan Ky (101 Nguyen Thai Hoc), que por la mañana pasamos por su puerta pero estaba cerrada. Es una de las casas más antiguas de Hoi An, fue edificada hace más de 200 años por un comerciante chino de Fujian y han pasado por ella siete generaciones; Tan Ky significa progreso.
Su estructura y largura es similar a las casas tubo de Hanoi, y en esta destacan los paneles con versos colocados sobre las columnas.
En una de las paredes están marcados los niveles que ha alcanzado el agua con las inundaciones y las lluvias.
La casa está llena de múltiples detalles, y como en todas las que vamos visitando, ya sean casas o tiendas o museos siempre hay una taza de té dispuesta para los invitados.
Al salir la lluvia casi ha cesado, por lo menos ahora el paseo será más tranquilo.
La última de las casas que visitamos es la casa de Quan Thang (77 Tran Phu). La casa-tienda fue construida en 1640 por un comerciante de Fujian que fue capitán y se dedicó a la venta de plantas medicinales importadas de su país.
En ella ya no destaca la madreperla sino un retrato de Ho Chi Minh.
En todas ellas ha habido un detalle común, que conocimos en el Museo del Folklore, hay mesas que aparte de para comer se utilizan como camas, y hay camas en habitaciones que se cierran con cortinas o con estores de bambú donde siempre te puedes encontrar a alguien durmiendo o descansando con lo que te sientes totalmente un intruso molesto.
Cerca se encuentra el templo de Quan Cong (24 Tran Phu) y entramos a visitarlo. Es un templo pequeño y coqueto, muy parecido a los que hemos visto, con sus espirales de incienso ya quemados durante el día.
En él se venera al general chino Quan Cong, un símbolo de integridad, lealtad, sinceridad y justicia, con sus dos caballos, uno blanco y uno rojo, el blanco lo montaba el general antes de que le regalaran el caballo rojo, que tenía más resistencia. Parece que los caballos son animales importantes para ellos, como vimos en Hanoi en el templo de Bach Ma y el templo de Quan Thang.
Detrás del templo un patio, donde hay unos atípicos elementos decorativos, unos cañones. El patio da a una sala habilitada como museo, principalmente sobre la guerra, con fotografías, mapas y una colección de campanas en el suelo..
Salimos del templo y todavía podríamos visitar alguna casa-asamblea-templo-pagoda-museo, la entrada da derecho a cinco y llevamos cuatro, y además nos queda una asamblea importante, pero haciendo algo inusual en mí, digo que me planto, quizás tengo los ojos saturados de dragones, carpas, madreperlas, madera, columnas….y seguramente en esta asamblea hubiéramos visto nuevos detalles que nos hubieran vuelto a asombrar pero allí en ese momento era la hora de parar, y creo que Hieu aparte de sorprenderse lo agradeció, finalmente estos turistas ansiosos tiraban la toalla y hasta las zapatillas.
Además tenemos que pasar por el taller de artesanía a recoger nuestras compras, y para allá nos dirigimos. Hieu dice que se acerca él solo, seguro que tiene una novieta por allí y le digo que es como un marinero, con una chica en cada puerta, a lo que me responde que no es la primera vez que se lo dicen...se está creando una buena fama de vietnamin-lover.
Nos deja en las puertas de una pagoda que no tengo registrada, Chua Phap Bao, y está abierta, así que nos decidimos a visitarla mientras esperamos la vuelta de Hieu.
En el patio la estatua de Lady Buda, por si no fuera bastante con la cantidad de Budas ahora también aparecen ellas. Se alza sobre un pequeño estanque, y a su alrededor detalles muy simpáticos: budas pequeñitos de aspecto travieso y una escena como sacada de un Belén, chino claro.
Hieu llega con nuestras compras, está empeñado en llevar la bolsa él, al igual que se ofrece a llevarme el bolso siempre, y yo que no que no, si no pudiera primero se lo pediría a mi marido,. Le sigo agradeciendo su ayuda y el detalle pero esto de aprovecharse del guía para todo no me convence, prefiero estrujarlo como guía.
Nos lleva de paseo por la ciudad y le seguimos, cruzamos el puente sobre el río y nos vamos a nuevos territorios.
La calle está plagada de restaurantes, pero la razón básica por la que hemos venido es porque en esta zona hay varias tiendas de farolillos y al anochecer los encienden, y este es el motivo de no haber vuelto a Danang, no por las visitas que hemos hecho por la tarde, que ya eran suficiente motivo pero que se podían haber cuadrado por la mañana, sino porque Hieu ayer en Hué nos contó lo bonita que estaba la ciudad al anochecer con los farolillos encendidos y claro nosotros también queríamos. Para cumplir nuestros deseos, tuvo que currárselo, ya que el coche que nos trajo hasta aquí se marchó, no sé si por horarios o porqué, el caso es que él nos buscó otro coche y otro chófer, este chico sí que vale.
Dada mi petición de ir al pozo de Ba Le nos lleva al restaurante donde se sirve uno de los mejores cao lau según él, y me quedo con las ganas de probarlo, pero la comida ha sido opípara, es temprano y eso no deja de ser un caldo con tropezones caliente y sigue sin apetecer, diez grados menos de temperatura ambiente y me siento allí a reventar pero este no era el caso, que hacía un calor como todos los días a pesar de que la lluvia había refrescado durante un momento.
Aparte de los numerosos restaurantes de la ciudad también se puede comer o cenar (más adecuado lo último a pesar de los posibles mosquitos) en barcos sobre el río.
Nos sentamos en un restaurante-cafetería para tomarnos un café, que era lo que yo quería antes de que Hieu se pusiera a andar, recuperar líquidos y descansar. Para mí un café helado, y me da lo mismo que lleve hielo y que no sea aconsejable, quiero frescor y más frescor, además está buenísimo.
La ciudad comienza a iluminarse poco a poco, con el puente que cruza el río con faroles bien grandes.
La orilla del río nos ofrece una visión más romántica, aunque en la foto no se distinguen los farolillos y se notan más las farolas.
Hieu nos pregunta si queremos quedarnos a cenar en Hoi An, que esa fue la idea original al comenzar el día, pero decidimos que volvemos a Danang, que estamos pegajosos y cansados, una buena ducha nos vendrá muy bien, para lo cual tomamos el camino hacia el puente japonés.
Nosotros dejamos esta bonita ciudad anclada en el siglo XVII con la esperanza de que se sigan cumpliendo las normas sobre rehabilitación y construcción para que continúe manteniendo su carácter.
Hay tours que hacen noche en la ciudad, y hubiera sido la opción más adecuada, pero a la hora de elegir los tours se hace por múltiples razones y a nosotros no nos cuadraba el que hacía una noche, otra cosa es que si hubiera sabido que íbamos a ir tan solos, hubiera cambiado algunas cosas más, pero el resort de Danang está muy bien, y no siempre se puede tener todo todito todo.
Hoy me toca dormir contando farolillos.
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