Llegamos al hotel Quinta da Auga el día 30 de diciembre, y como no había mesa
disponible para la celebración de Fin de Año, decidimos celebrarlo por
anticipado esta noche, en el restaurante Filigrana del hotel, eligiendo
el menú degustación.
Una chimenea en la sala le
da ambiente hogareño, pero no está encendida ya que esto produce humo y
no sería del agrado de todos.
Ostra especial
Cadoret y gel de lima; al final le estoy tomando el gusto a este
bivalvo, aunque tengo claro que tiene que ser de los mejores, no me vale
con cualquiera, se me están afilando demasiado los colmillos. Genial el contrapunto de lima. Lo curioso es que la
ostra Cadoret es de la Bretaña francesa, y nosotros estamos en tierras
gallegas…no lo entiendo.
Zamburiñas en su concha al aceite de
ajo y perejil. Muy ricas, aunque en alguna concha había un exceso de
aceite, que debe ser el justo para que nos bañe el paladar y diluya el
sabor de la zamburiña. Y ahora una aclaración sobre el bivalvo, en
realidad no se trata de una zamburiña, es una volandeira, ya que las
primeras son más alargadas y no tienen coral; conocimiento adquirido
durante este viaje por un amigo gallego. Y es que parece ser que
zamburiñas hay pocas, pero las volandeiras las sirven en todas partes como tales.
Crema de centolla de la ría. Muy rica, suave y ligera pero contundente en su sabor marino; nosotros no somos centolleros, es más, normalmente yo en un alarde de estupidez disfruto más con sus patas que con cuerpo, pero en esta ocasión la crema me ha dado razones para darle la oportunidad.
Pulpo a la plancha con salsa San Simón. No podía faltar el pulpo, que este sí que sería gallego, y tampoco podía faltar el queso San Simón, con ese toque ahumado.
Huevo trufado con setas salseadas y jamón bellota. Un plato estupendo, lleno de matices y muy sabroso.
Merluza de pincho al vapor con cremoso de guisantes y agridulce de tomate. Quizás un poco sosa la merluza, pero con las salsas, sobre todo con el tomate se compensaba el sabor.
Limpiamos el
paladar con un sorbete de mojito, al que no le hicimos fotografía. Los
platos principales terminan con un rulo de ternera confitado en vino de
Toro.
El primer postre es una mousse ligera y crocante de chocolate. Muy rica la mousse, con la capa que la cubre y el bizcocho que la acompaña, para terminar apurando el plato con el dedo aunque no esté bien visto.
Filloa
caramelizada rellena de arroz con leche; dos postres típicamente
gallegos unidos en uno solo. Sin gustarme en demasía el arroz con leche,
no puedo dejar de darle un notable a esta filloa.
La cena la acompañamos con un Ruinart Blanc de Blanc, un champán exquisito pero nos lo bebimos y ninguno nos acordamos de hacer la fotografía (¡Feliz Año Nuevo!), tan concentrados estábamos en disfrutar de la cena, la compañía y los brindis.
La relación calidad-precio del menú de degustación es buena, 48€, ya que presenta variedad y justa cantidad, además de primar, si no fuera por esas ostras, el producto gallego.
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