Un
viaje de aventura total
Hoy nos toca de nuevo
trasladarlos, a las 7.30 h nos recogen en el hotel y emprendemos el viaje hacia
el sur de Costa Rica, por la carretera 34, acompañados de una pareja de
estadounidenses y de otro viajero solitario estadounidense, que chapurrea algo
de español, ya que es un asiduo de esta tierra. No hacemos demasiadas
fotografías durante el viaje, y además las pocas que tenemos son bastante malas
y no reflejan nada del paisaje.
Llegamos a Sierpe,
donde nos dejan en La Hacienda, el centro de recepción del lodge en el que nos
alojaremos, Casa Corcovado Jungle Lodge, porque todavía nos queda un largo trecho de viaje
por delante.
La Hacienda es un
bonito lugar donde nos toca esperar, ya que nuestros próximos compañeros de
viaje no han llegado, y no lo harán hasta dentro de ¡hora y media!, esta espera
se nos va a hacer muy larga.
Exploramos el bonito
paisaje a nuestro alrededor, con el río Sierpe como maestro de ceremonias, pero
comienza a “chispear”, y mejor nos ponemos a salvo, eso sí, intermitentemente:
ahora salimos, ahora nos resguardamos…tic tac tic tac…
La señora encargada
del lugar, una vez que ha terminado de poner en orden sus quehaceres, nos
ofrece unas bebidas frías, un café y unos aperitivos.
Parece que ahora no
llueve, vamos a salir a dar una vuelta por el pueblo, un pequeño pueblo.
Llegamos hasta el
embarcadero donde se pueden contratar excursiones, y vemos una embarcación que
nos recuerda a las vistas en las películas de los Everglades de Miami.
Y un cartel indicador
bastante claro, pero no vimos ninguno de estos animales.
Vuelve a llover, y
como no es cuestión de esperar aquí nos volvemos a La Hacienda a paso
apresurado, porque tampoco hemos visto una tienda donde cotillear o comprar
bebida o comida. Volvemos a esperar a nuestros compañeros de viaje, y
finalmente llegan, esperemos que ahora estemos completos.
Primera sorpresa, nos
dan unas bolsas de basura para que enfundemos nuestras maletas en ellas,
también nos dan otras bolsas para que introduzcamos las mochilas o bolsos de
mano, y en ellas las cámaras de fotografía, que la cosa parece húmeda. Pues
bueno, por algo será, pero todos los viajeros tenemos unas caras de desconcierto.
Segunda sorpresa, nos
aconsejan que nos quitemos nuestro calzado y nos pongamos las chanclas, todos
nos quedamos con cara aún más perpleja, pero bueno, por algo será, que ellos saben, así que mejor hacerles caso.
Una vez compuestos nos subimos a un bote del embarcadero, nos colocamos nuestros
chalecos salvavidas y emprendemos la navegación por el amplio río Sierpe,
entramos en el humedal Térraba-Sierpe, un lugar bellísimo.
Tras un buen rato de
navegación por el río, tomamos uno de los canales del mismo, y nos adentramos
en un magnífico manglar, el mayor del país, , y si el manglar Isla Damas nos había enamorado, este nos
deja con la boca abierta y sin palabras, es mucho más espectacular, más
salvaje, más duro. Sientes como si la naturaleza en cualquier momento fuera a tragarte, y tú te dejarías como la cosa más normal del mundo de lo hipnótico que resulta.
Salimos del río
Sierpe al océano Pacífico.
Pero pronto la
tranquilidad se transforma en un salto tras otro, la embarcación va contra las
olas, así que las va saltando, y con ello nuestros cuerpos van sufriendo
igualmente las embestidas. Agua de lluvia y agua de mar sobre nuestros cuerpos, ahora entendemos las bolsas de basura enfundando nuestras maletas.
Entramos en la bahía de Drake, que por supuesto debe
su nombre al pirata Francis Drake, con el Sir por delante, que pasó por aquí en
marzo de 1579 durante su vuelta al mundo a bordo del Golden Hind, y de nuevo
los viajes se encadenan unos con otros, porque en Londres hay una réplica de
este barco, en Bankside.
Paramos un momento
para ver un delfín, y al menos capturamos parte de su lomo, pero no estaba muy juguetón y enseguida desapareció.
Más adelante paramos
otra vez porque el conductor ha avistado una tortuga, bueno dos, y parece que
están en el sano ejercicio de la reproducción, pero muy sano no debe ser para
ella, porque el macho le ha clavado una garra. Naturaleza salvaje, y muy
salvaje.
Desembarcamos tras
aproximadamente hora y media de viaje en la península
de Osa, cubierta en su mayor parte por bosque lluvioso primario, y a ella
llegaron madereros ilegales, y oreros (buscadores de oro), que fueron frenados
en sus aspiraciones cuando se elevó una petición al presidente Daniel Oduber
para la creación de un parque nacional. Lo que se ha permitido es la compra de
terrenos por parte de extranjeros, y con ellos la construcción, teóricamente de
turismo sostenible y ecológico, de lodges para el turismo, y en uno de ellos nos alojaremos.
Mapa de la ruta:
Mapa de la ruta:
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