21 de septiembre de 2017

Costa Rica - De Manuel Antonio a Corcovado



Un viaje de aventura total

Hoy nos toca de nuevo trasladarlos, a las 7.30 h nos recogen en el hotel y emprendemos el viaje hacia el sur de Costa Rica, por la carretera 34, acompañados de una pareja de estadounidenses y de otro viajero solitario estadounidense, que chapurrea algo de español, ya que es un asiduo de esta tierra. No hacemos demasiadas fotografías durante el viaje, y además las pocas que tenemos son bastante malas y no reflejan nada del paisaje. 



Llegamos a Sierpe, donde nos dejan en La Hacienda, el centro de recepción del lodge en el que nos alojaremos, Casa Corcovado Jungle Lodge, porque todavía nos queda un largo trecho de viaje por delante. 



La Hacienda es un bonito lugar donde nos toca esperar, ya que nuestros próximos compañeros de viaje no han llegado, y no lo harán hasta dentro de ¡hora y media!, esta espera se nos va a hacer muy larga. 




Exploramos el bonito paisaje a nuestro alrededor, con el río Sierpe como maestro de ceremonias, pero comienza a “chispear”, y mejor nos ponemos a salvo, eso sí, intermitentemente: ahora salimos, ahora nos resguardamos…tic tac tic tac…




La señora encargada del lugar, una vez que ha terminado de poner en orden sus quehaceres, nos ofrece unas bebidas frías, un café y unos aperitivos. 




Parece que ahora no llueve, vamos a salir a dar una vuelta por el pueblo, un pequeño pueblo. 





Llegamos hasta el embarcadero donde se pueden contratar excursiones, y vemos una embarcación que nos recuerda a las vistas en las películas de los Everglades de Miami. 




Y un cartel indicador bastante claro, pero no vimos ninguno de estos animales.




Vuelve a llover, y como no es cuestión de esperar aquí nos volvemos a La Hacienda a paso apresurado, porque tampoco hemos visto una tienda donde cotillear o comprar bebida o comida. Volvemos a esperar a nuestros compañeros de viaje, y finalmente llegan, esperemos que ahora estemos completos. 


Primera sorpresa, nos dan unas bolsas de basura para que enfundemos nuestras maletas en ellas, también nos dan otras bolsas para que introduzcamos las mochilas o bolsos de mano, y en ellas las cámaras de fotografía, que la cosa parece húmeda. Pues bueno, por algo será, pero todos los viajeros tenemos unas caras de desconcierto.



Segunda sorpresa, nos aconsejan que nos quitemos nuestro calzado y nos pongamos las chanclas, todos nos quedamos con cara aún más perpleja, pero bueno, por algo será, que ellos saben, así que mejor hacerles caso. 


Una vez compuestos nos subimos a un bote del embarcadero, nos colocamos nuestros chalecos salvavidas y emprendemos la navegación por el amplio río Sierpe, entramos en el humedal Térraba-Sierpe, un lugar bellísimo. 




Tras un buen rato de navegación por el río, tomamos uno de los canales del mismo, y nos adentramos en un magnífico manglar, el mayor del país, , y si el manglar Isla Damas nos había enamorado, este nos deja con la boca abierta y sin palabras, es mucho más espectacular, más salvaje, más duro. Sientes como si la naturaleza en cualquier momento fuera a tragarte, y tú te dejarías como la cosa más normal del mundo de lo hipnótico que resulta.







Salimos del río Sierpe al océano Pacífico. 





Pero pronto la tranquilidad se transforma en un salto tras otro, la embarcación va contra las olas, así que las va saltando, y con ello nuestros cuerpos van sufriendo igualmente las embestidas. Agua de lluvia y agua de mar sobre nuestros cuerpos, ahora entendemos las bolsas de basura enfundando nuestras maletas. 


Entramos en la bahía de Drake, que por supuesto debe su nombre al pirata Francis Drake, con el Sir por delante, que pasó por aquí en marzo de 1579 durante su vuelta al mundo a bordo del Golden Hind, y de nuevo los viajes se encadenan unos con otros, porque en Londres hay una réplica de este barco, en Bankside. 


Paramos un momento para ver un delfín, y al menos capturamos parte de su lomo, pero no estaba muy juguetón y enseguida desapareció.



Más adelante paramos otra vez porque el conductor ha avistado una tortuga, bueno dos, y parece que están en el sano ejercicio de la reproducción, pero muy sano no debe ser para ella, porque el macho le ha clavado una garra. Naturaleza salvaje, y muy salvaje. 




Desembarcamos tras aproximadamente hora y media de viaje en la península de Osa, cubierta en su mayor parte por bosque lluvioso primario, y a ella llegaron madereros ilegales, y oreros (buscadores de oro), que fueron frenados en sus aspiraciones cuando se elevó una petición al presidente Daniel Oduber para la creación de un parque nacional. Lo que se ha permitido es la compra de terrenos por parte de extranjeros, y con ellos la construcción, teóricamente de turismo sostenible y ecológico, de lodges para el turismo, y en uno de ellos nos alojaremos. 

Mapa de la ruta: 

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