Descanso
en la oficina de correos
Para el alojamiento
en Grand Canyon Village elegí el Angel Bright Lodge, sencillamente
porque me pareció una oferta más coqueta para una celebración como era nuestro
aniversario, con la ventaja de su buena situación junto al gran cañón. Su
origen se remonta a 1896, en el que abrió el Angel Bright Hotel and Camp, una
cabina usada como oficina rodeada de tiendas que se alquilaban, que cerró en
1905 con la apertura del hotel El Tovar.
El lodge fue
construido en 1935 según el plan elaborado por la Fred Harvey Company, según
diseño de Mary Elizabeth Jane Colter, una antigua maestra de escuela y
arquitecta, que utilizó las influencias arquitectónicas del suroeste y las combinó con estilos
indios e hispanos. En la sala de la entrada hay una chimenea, y sobre ella la
representación del ave del trueno, Thunderbird, de la mitología indígena, al
que Mary Jane llamó “the bright angel of the sky”.
Junto a recepción
hay una sala dedicada a la historia del lodge y de esta zona del Gran Cañón, Bright
Angel History Room, y aquí conocemos a las Harvey Girls de la Fred Harvey
Company, empresa que abría restaurantes junto a las estaciones de ferrocarril, y algunos de estos restaurantes se
ampliaron a hoteles, como es el caso del cercano hotel El Tovar.
Harvey descontento
con el rudo trato del servicio de los camareros varones, comenzó a contratar
mujeres publicando anuncios en la prensa de todo el país requiriendo
“mujeres de entre 18 y 30 años, de buen carácter, atractivas e inteligentes”, y solteras.
El sueldo, 17,50 dólares al mes más propinas, con alojamiento. El
incumplimiento más frecuente del contrato era por contraer matrimonio. En el
año 1942 se publicó la novela The Harvey Girls, y en 1946, la MGM grabó la
película inspirada en ella, protagonizada por Judy Garland y dirigida por
George Sidney. Otra de las
innovaciones de la Fred Harvey Company fue contratar mujeres para dirigir tours
en el suroeste. Claramente fue una apuesta femenina en todos los frentes.
Los primeros
visitantes del gran cañón eran transportados en coches de caballos, y que seguramente si volvieran a utilizar este medio de transporte seria todo un reclamo turístico, ¿y si fuera una diligencia?.
La chimenea de esta
sala, diseñada por Colter, está construida con piedras del gran cañón, piedras que muestran
la geología de la zona: la parte superior tiene piedra caliza de Kaibab, de 270
millones de años de antigüedad; más abajo, capas de piedra paleozoica de entre
270 y 525 millones de años; a continuación, piedras de entre 740 y 1250
millones de años; y finalmente, la parte inferior, piedra oscura de esquisto
del interior de la garganta. El contorno de la chimenea dibuja las laderas y
acantilados del cañón.
Las habitaciones del
lodge se distribuyen en cabinas.
Red Horse Cabin fue construida
en 1890 en Red Horse Ranch, 25 millas al sur del Gran Cañón, siendo utilizada como una
de las paradas de los transportes entre Flagstaff y el Gran Cañón. En 1902
Ralph Cameron la trasladó a este lugar, añadiendo un porche un el segundo piso,
pasando a ser conocida como Cameron Hotel. De 1910 a 1935 la cabina alojó la oficina
de correos. Tras una exhaustiva restauración en 2012 ahora es uno de los alojamientos
del Angel Bright Lodge, y la cabina que nosotros ocuparemos.
Aparte de su
historia, lo especial del alojamiento es su amplitud, que es la razón de haberla
elegido. Tiene un amplio salón, donde hay un armario, dentro del cual aparte de
las consabidas perchas hay una cama plegable.
Un coqueto rincón de
una mesa con cuatro butacas, por aquello de querer tomar algo aquí, ya sea
desayuno, comida o cena (no hay servicio de habitaciones, tú lo compras, tú lo preparas, pero no hay cocina así que alimentos ya preparados).
Pero lo mejor es el
sofá frente a la chimenea, aunque la pantalla de televisión no está en el mejor
ángulo, pero ¿quién quiere televisión con las vistas que tenemos?, y si es de
noche, pues pasamos las fotografías por la tablet o sencillamente ejercitamos
el bello arte de la comunicación. Junto a la chimenea, una máquina de cápsulas
para hacer café, chocolate o infusiones. Nada mejor que
descansar frente a la chimenea eléctrica, que le resta encanto pero le aporta practicidad al no estar preocupada por los troncos o el humo.
Y por si acaso, hay una manta, que los días y las noches son muy fríos.
Junto al salón, como
se puede colocar la cama plegable, un baño completo, con un aire muy retro. Además hay dispensadores de gel de baño, champú y suavizante.
Desde el salón se accede al dormitorio, con
una cama de postes y cuyo colchón favorecía el descanso tras las palizas de
caminar. A ella también se podía acceder por una puerta directa, pero nunca la
utilizamos, creo que incluso no llegamos ni a probar la llave.
Junto a la
habitación, que tenía su propio armario, muy amplio, con otra cama plegable en
su interior, otro baño, de las mismas características al anterior, aunque en este caso la
bañera tenía cortina.
Otra de las
habitaciones especiales del lodge es la Buckey O’Neill Cabin, construida en la década de
1890 por William “Buckey” O’Neill, miembro de los Rough Riders de Teddy
Roosevelt, que murió en Cuba en 1898. La cabaña, la construcción más antigua en
el South Rim –orilla sur del Gran Cañón- se incorporó al lodge, y su gran
ventaja que también me parece un inconveniente, es que su puerta da directamente al Gran Cañón. La
ventaja es clara, salir y encontrar el precipicio asombroso; la desventaja, que
mañanas o tardes de tranquilidad no se tienen, el tráfico de gente por el camino es tremendo,
y con ello, también nos podemos encontrar con miradas indiscretas a través de las ventanas, cosas que en
nuestra cabaña no tenemos, porque siempre se pueden acercar curiosos, pero su localización no la hace tan accesible.
En las cercanías del lodge, una
señal de ayer y de hoy, ya que todavía se realizan travesías en burro por el
Gran Cañón, como por ejemplo la que recorriendo el cañón desde el South Rim llega al North Rim, a un alojamiento situado en su inmensidad paisajística, en el que sentirse un auténtico aventurero, ya sea explorador, buscador de oro o vaquero.
En el edificio
principal del lodge hay una tienda de regalos, un bar de copas y un
restaurante, The Dining Room, donde nos tomamos unos espléndidos desayunos, pero
sin lugar a dudas, lo mejor fue la amable atención de sus camareros, como si
estuvieras en casa de amigos. Y el detalle, algunos de estos camareros
presentaban algún tipo de discapacidad, física o mental, lo que muestra la
implicación de la empresa gestora en la integración laboral de estas personas.
Huevos fritos, jamón,
bacon, patatas ralladas como en tortilla pero sin huevo (hashbrown potatoes),
salchichas, tortilla, tostadas, y para aligerar, algo de fruta. Por supuesto el
café siempre dispuesto a ser servido sin parar.
El restaurante más
formal se encuentra en un edificio más alejado, eso sí, cerca del paseo junto
al acantilado del Gran Cañón, Arizona Room. La primera noche fuimos a cenar aquí,
pero como no teníamos reserva tuvimos que esperar un largo rato, que pasamos
primero paseando por la noche fría -y sin vistas-, y luego en la pequeña antesala
en la que te puedes tomar algo.
La decoración del
comedor no es nada formal, es un poco tipo oeste, con lámparas con cuernos (que no nos
gustan nada), y por supuesto está lleno, con un trajín continuo de mesas que
terminan y que rápidamente son ocupadas.
Para beber, cerveza
Grand Canyon –que no fue nada del otro mundo-, una copa de vino tinto –un
auténtico despropósito como era de suponer- y una jarra de tap water (agua del grifo, agua del cañón muy buena).
Ensalada César para
compartir, que en lugar de poner el plato en el centro
como es lo normal, la sirvieron en platos individuales.
Dos entrecots con
diferentes guarniciones, unas clásicas alubias, brócoli, patatas fritas o gajos
de patatas. Muy rica la carne, tierna y sabrosa.
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