16 de enero de 2015

Canadá - Ville de Québec - Jardin Jeanne d'Arc


Donde se estrecha el río 

Desde el canyon Sainte Anne continuamos ruta por la carretera 138, pero lo tenemos que hacer en otro autobús,  el nuestro tan simpático se ha estropeado; por una parte, una de las puertas de los maleteros superiores no cierra –alguna maleta o bolsa de más tamaño del posible se ha ido colocando, y a base de golpes para cerrarlo terminó sin cerrar más-, con lo que tenemos riesgo de darnos en la cabeza con nuestras propias maletas y bolsas; por otra, no funciona el aire acondicionado, y aunque es un viaje corto, no sería de recibo hacerlo de mala manera.

Estamos en la llamada costa Beaupré y llegamos a la localidad de este nombre, Beaupré, pasando junto a la Paroisse Notre Dame du Saint Rosaire. 


Más adelante pasamos junto a la supuestamente impresionante Basilique Sainte Anne de Beaupré, de la que podemos ver a duras penas sus torres, ya que pilla hacia el lado derecho y en esta ocasión nos ha tocado el lado izquierdo. Sainte Anne es la patrona de Québec y esta basílica rivaliza en tamaño y esplendor con cualquiera europea, eso dicen, pero nos quedamos sin comprobarlo.

También nos quedamos sin ver ni disfrutar de otro lugar cercano a la basílica, el Cyclorama de Jerusalém, una gran pintura circular que ilustra la ciudad de Jerusalén el día de la muerte de Jesús. Tengo la sensación de que debe ser impresionante, de los de pasar no minutos sino horas ante su visión, y quedarse con la boca y los ojos abiertos.

Ahí dejo los dos datos para los interesados que busquen la información y lo puedan tener en cuenta para un viaje por esta zona.

Rompamos la magia del arte que no vimos, con otro tipo de arte, la arquitectura o similar, ya que en venta se encontraba esta casa cuyos propietarios tenían que ser Los Pitufos. 


Pasamos junto a la cascada de Montmorency, pero hoy no es el día de visitarlas, aunque ya nos ha dejado una buena vista desde el autobús –curioso resulta verlas completamente desde la carretera, una de las razones por las que he llamado a este tour naturaleza urbana en Canadá-.

Desde Beaupré a nuestra izquierda hemos tenido la visión de la gran Ìle d’Orleans, un recinto de paz para los ciudadanos de Québec Ville, aunque como siempre ocurre, cada vez con menos paz y tranquilidad. Pasamos junto al puente que la comunica, construido en 1935, hasta el momento sólo era accesible por ferry. 


Finalmente la visión de la ciudad de Québec, destacando la torre del Château Frontenac, además del edificio Price y el Seminaire de Québec



Pasamos junto a la inconfundible carpa del Cirque du Soleil -cuyos orígenes conocimos en Baie Saint Paul, situada en el Vieux Port, que tenían programado un espectáculo gratuito en la ciudad pero finalmente fue suspendido. 


Ángel propone que paremos todos juntos a comer y luego hacer un pequeño recorrido por la ciudad para situarnos, aconsejarnos e "historiarnos"; aceptamos y en sus manos queda la cuestión gastronómica.

Paramos en la Avenue Wilfrid-Laurier, junto a la Place George V; donde se encuentra el majestuoso, y de apariencia palaciega, edificio del cuerpo de infantería Les Voltigeurs de Québec, que aparte de este este uso, además aloja un museo. 



A continuación se encuentra la Maison de la Découverte, edificio construido en 1938 para albergar el arsenal federal y que en la actualidad alberga un centro de interpretación de las Plaines d'Abraham (Llanuras de Abraham). 


Caminando llegamos a la amplia avenida Grande Allée Est, muy comercial y con muchos locales de restauración, donde se localiza el restaurante que ha elegido Ángel, Savini, de cocina italiana, que muy atrevido él porque claramente para el grupo de españoles es una buena opción, pero con el grupo de italianos se puede encontrar con paladares afilados. 


La decoración del restaurante es muy moderna, muy cool,  y es que también es un lugar de copas, con lo que tiene que estar acorde para el uso de mañana, tarde y noche; pero resulta muy agradable. Las bolas de cristal que cuelgan se mueven haciendo la ola y supongo que las luces de neón por la noche le dan otro toque. Tiene dos pisos y nosotros estamos concentrados en el segundo. 


Para ir haciendo boca panes de tomate. 


Elegimos entre un menú. Nuestras elecciones, de primero, sopa de tomate y pimientos rojos; y rillette de pato (como un paté más compacto). El rillette estaba muy rico. 
 


De segundo, risoto de langosta con crema, espinacas y gremolata (salsa parecida a la salsa verde, con ajo, perejil y zumo de limón); y tortiglioni con pollo y tapenade de tomates secos. Nos gustan los dos, aunque quizás algo pasados de cocción ambos, pero este detalle no me importa demasiado a no ser que se queden en una pasta incomible. Hicimos intercambio de platos a mitad de la masticación para probar de los dos con tranquilidad. 



Acompañamos la comida con una copa de vino tinto canadiense conocido -en Saguenay nos acompañó la cena-, Jackson Triggs, de la Península del Niágara, y con una de tinto canadiense desconocido, Château de la Gardi, ganando el primero por goleada. Y la finalizamos con un buen café, ¡un café italiano!, había júbilo entre las tropas porque en Canadá el café es como en EEUU, un “aguachirri” (menos mal que yo soy de té).

Como era de suponer, los españoles salimos contentos de la comida, los italianos no tanto, ellos tienen un nivel de comparación más alto, y al preguntarles su puntuación me dejaron atónita, sólo un 5 justito -un notable no sé pero un bien alto seguro que le hubiera dado-.

En el autobús nos acercamos hasta el cercano (pero que muy cercano) Jardin Jeanne d’Árc, que está rodeado de unas mansiones espléndidas, que se cuentan entre las más caras de la ciudad. El edificio con una rotonda de cristal en su parte superior que se ve detrás es el Hotel Loews Le Concorde, y esa rotonda alberga un restaurante que tiene que tener unas vistas muy buenas, pero que dado el poco tiempo que pasamos en la ciudad fue descartado de los planes gastronómicos y visuales. 



El jardín recibe el nombre de la santa a la que está dedicado con una estatua en el centro; estatua que fue donada en la década de 1930 por un matrimonio millonario estadounidense, que sucumbieron al encanto de la ciudad y quisieron rendirle homenaje; sus nombres no han sido revelados. Tras el regalo de la estatua se construyó el jardín (en algún lugar, y a ser posible bonito, había que colocarla). 


Réplicas de esta estatua se pueden encontrar en otras ciudades, como en New York, en el bonito y tranquilo Riverside Park.

Salgamos del jardín florido, que es elegido para realizar el reportaje fotográfico para las bodas. 




Ya es hora de ir al hotel, el Hilton, que se encuentra a los límites del casco antiguo de Québec y frente al edificio del Centre de Congress; entre ambos una plaza con una curiosa escultura, Au seuil d’un siècle (El umbral de un siglo), obra de Pascale Archambault. 


Tras recoger las llaves, recibir las maletas y algo de descanso salimos a dar una vuelta de reconocimiento por Ville de Québec, conocida como Québec de forma general, de la mano de Ángel. 

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