Los
saltos del río
Hoy tenemos una
excursión de larga duración y de largo trayecto. A las ocho tenemos la cita
para estar en la recepción del hotel, pero como pasaban los minutos y nadie
pasaba por allí, dada nuestra experiencia complicada en San Pedro de Atacama, algo de nervios comienzan a aflorar, y al vernos el joven (muy joven
nos pareció y muy amable siempre) encargado de la puerta y de las maletas nos
dice que pasarán, que depende de la ruta que realicen para recoger viajeros -y es que una excursión organizada por una empresa pero no directamente realizada por la agencia de viajes con la que hemos contratado-. Con retraso aparece la minivan para recogernos y respiramos.
Salimos de Puerto Varas y recorremos la Costanera, teniendo al lago Llanquihue a nuestra
izquierda, pero nosotros vamos sentados en el lado de la derecha, con lo que
tenemos una visión parcial pero muy agradable del mismo.
Lo que si podemos ver
desde donde estamos sentados en la pequeña furgoneta son las extensas granjas
que hay a las afueras de la ciudad, grandes y verdes; pasamos por dos edificios
incluidos en el paseo patrimonial, la casa Radditz y la iglesia luterana, pero
no fueron captados por la cámara de fotos, y también pasamos por el Liceo
Alemán, no podía faltar este colegio en la ciudad.
También tenemos una
buena visión del volcán Calbuco.
Entramos al Parque Nacional Vicente Pérez Rosales (mirar mapa de localización),
el primer parque nacional de Chile, creado en 1926, que ocupa 253.780 ha, llegando hasta
la frontera con Argentina y donde hacemos una parada para seguir el curso del río Petrohué, que nace en el cercano lago Todos los Santos.
Por el camino hay
varios senderos, nosotros solo podremos hacer uno de ellos, en el que hay
carteles con los nombres de los árboles, y donde conocemos al coihue, que se
movió para la foto y parece un árbol temblón cuando se trata de un árbol
fuerte, por lo que no os lo puedo presentar. Es el sendero a los saltos del
Petrohué (entrada 1.500 CLP; mirar mapa de localización), unos 370 m de recorrido fácil, que termina en unas pasarelas con
miradores al río y sus saltos.
Tan impresionante
como la fuerza del agua en estos saltos del río es el paisaje a la sombra de los volcanes Osorno y Calbuco.
Las piedras por las
que circula y salta el agua son de roca volcánica negra muy resistente a la
erosión.
Lo que hace es un frío
tremendo, 9.30 de la mañana, zona sombría, agua fría salpicando… estamos todos
congelados y eso que íbamos enfundados con múltiples capas de protección. Pararte para sacar una foto es entrar en "punto de congelación", lo mejor es no dejar de moverse.
La fuerza del agua es
tremenda, cae con un gran caudal y aunque los saltos no son de gran altura el
sonido a nuestro alrededor es atronador.
Tras la zona principal de los saltos, el río continúa con fuerza y formando remolinos de agua de azul inmensamente claro; pero su verdadero color verde brillante se debe a la presencia de algas.
Al fondo de este tramo del río hay un
embarcadero, del que salen lanchas para ver los saltos desde la base; pregunte
a nuestro guía, aun sabiendo que si salían no tendríamos tiempo de disfrutar de
uno de estos divertidos viajes de jet boat, como los que disfrutamos en Nueva
Zelanda, en el río Shotover (Queenstown) y en el río Dart (también en Queenstown).
Tomamos el camino de
vuelta hacia la furgoneta, justo a la entrada de los saltos hay una tienda
cafetería regentada por un hippie donde poder tomar un café caliente para
desentumecerse.
En la furgoneta un
osado pajarillo espera ser alimentado por el grupo de turistas, y es que el
descarado se posaba sobre el pastel que le ofrecían y se lo iba comiendo poco a
poco.
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