De
puerto a puerto
Puerto Montt (mirar mapa de situación) es la
capital de la X Región de Los Lagos y desde la llegada del ferrocarril en 1912
se convirtió en el principal nudo de comunicaciones del Chile Austral, y lo
sigue siendo a pesar del cierre de la vía férrea.
El mote de la ciudad
es el de Muerto Montt, y eso porque es una ciudad eminentemente industrial y contaminada, por lo que el turismo no suele parar aquí, somos aves de
paso, ya sea por escala de crucero o por llegada en avión, con lo que de la
ciudad nosotros decidimos no ver nada -aprovechamiento de los recursos, el tiempo, de la mejor manera posible-, y a pesar de su mala fama seguro que tiene sus joyas.
La ciudad fue
destruida por el terremoto de 1960, tras el cual se descubrieron sus aguas
frías ricas en plancton, y sus bahías abrigadas, estableciéndose
piscifactorías e industrias afines, que producen verdaderas montañas de
residuos orgánicos formados por excedentes alimentarios y heces de los
salmones, lo que ha provocado un aumento de la contaminación, además de un
efecto medioambiental colateral, ya que para fabricar 1 kg de harina de pescado
con la que se alimenta a los salmones, son necesarios 4 kg de otros tipos de
pescado.
De camino a Puerto Varas, que será la ciudad en la que nos alojemos, pasamos por un bosque
cementerio, donde se pueden ver desde la carretera tocones de árboles alerce,
un árbol que ahora está protegido pero del que se han realizado talas masivas
ya que su madera es fácilmente cortable en tablas, siendo además de gran
calidad, con una hermosa veta, muy apreciada por ser imputrescible, por lo que se ha utilizado para revestimientos de
fachadas y muebles. Impresiona ver la cantidad de tocones de estos árboles, e
impresiona más pensar que esta no es la única zona donde han sido esquilmados.
Nuestro guía Apolo durante el
viaje nos pregunta si queremos realizar alguna excursión esta tarde
aprovechando el buen día que hace, un sol espectacular y nada de lluvia en el
horizonte (de lo más extraño en la región de la lluvia), pero denegamos su oferta, nuestro paso por Atacama,
días extensos e intensos con importantes madrugones, y toda la mañana de hoy nos la hemos pasado de
aeropuerto en aeropuerto y de avión en avión, con lo que preferimos pasar la
tarde tranquilamente en la ciudad, y así de paso la conocemos un poco.
Apolo nos entrega un
sobre con las excursiones contratadas y los horarios de recogida y es curioso
que al ser una carta tipo en uno de los párrafos han mantenido el nombre del
hotel de los anteriores visitantes… esto es despiste pero que al tiempo dice
mucho de esos pequeños detalles de organización, aunque no será ningún
problema.
Llegamos al hotel,
que fue elegido por su ubicación, cerca del centro urbano, el Hotel Solace
–hay otros con mejores vistas e incluso con mejor ubicación, pero en las
elecciones se tienen en cuenta muchos factores-. La habitación nos gusta y nos
parece cómoda, ya que dispone de un sofá donde descansar sin necesidad de tener
que tumbarse en la cama a descansar, además de disponer de una zona de
escritorio donde tomar notas para las excursiones pasadas o futuras.
Pero lo mejor de la
habitación son las vistas que tiene, hacia el volcán Osorno.
Y hacia el volcán Calbuco.
Un volcán para cada
ventana, o una ventana para cada volcán.
Tras acomodar las
maletas y nosotros mismos, nuestros cuerpos, bajamos al restaurante a comer,
Dios dirá si nos quedaremos después durmiendo el cansancio o no, pero en este
viaje he aprendido a relajarme mucho, a dejar pasar oportunidades de visitar
lugares y a aprovechar los momentos de descanso… algo está cambiando en mí.
Estamos solos en el
restaurante y elegimos una mesa con vistas a la calle, que no es especialmente
bonita ni llamativa, pero siempre mejor tener luz natural y posibilidad de
cotillear un poco.
Los dos pedimos el
mismo plato, ¡parecemos un matrimonio bien avenido!, un lomo a lo pobre, que
consiste en un filete de res o entrecot sobre una cama de patatas fritas y
coronado por un huevo frito. Sencillo, contundente y sabroso.
La comida la
terminamos con un café, por aquello de si nos espabila un poco.
En el restaurante hay
una zona destinada a bar, con unas sofás y una chimenea, que está encendida, y
que proclama ser utilizada para noches noctámbulas y de copas.
Para explorar un poco el hotel, desde el pasillo donde
se ubica nuestra habitación hay unas escaleras, por las que bajamos y nos
encontramos con una buena visión de la iglesia, de una de las iglesias de
Puerto Varas, la iglesia católica.
Que buena pinta!!!
ResponderEliminarme apetece salir corriendo para allá...
Un besito
Trini
http://yoadoroviajar.blogspot.com
Hola Trini!, me parece que tú y yo nos vamos a cualquier lugar del mundo, o la vuelta de la esquina, y seguro que ¡nos encantará!
ResponderEliminarNos vemos-leemos Un beso!