Este año la celebración de mi cumpleaños por cuestiones médicas ha sido algo improvisada y con serias dudas de si se llegaría a cancelar, que además se ha unido a unas agendas apretadas de amigos con los que íbamos a compartir este momento, que el cumpleaños es un buen motivo para quedar pero no la razón principal, que esta siempre es la amistad, el cariño y el buen rollo. Resultado, que durante nuestro paseo por Madrid, cuando paramos a tomar un café en la Rotonda del Hotel Westin Palace, hicimos una reserva para cenar, ya que como en el cercano Museo Reina Sofía hasta el 2 de septiembre hay una exposición especial sobre Salvador Dalí, el restaurante de la mano de cuatro chefs (Marc Gascons, Quim Casellas, Vicenç Fajardo y Jordi Garrido) ha elaborado un menú para recordar al genio: Recordando a Dalí, del impresionismo al surrealismo.
El restaurante se sitúa en un lateral de la impresionante rotonda, uno de esos lugares con "caché" de Madrid, por el que yo tengo "querencia", es un placer sentarse en sus sillones a tomar un café o una copa.
Alrededor de la rotonda además hay una exposición llamada Fashion Art, vestidos que son arte, o arte transformado en vestidos, de la mano de los artistas Manolo Valdés, Ouka Lele, Rafael Canogar o Eduardo Úrculo. Doce vestidos que se expusieron hasta el 15 de junio.
Nos faltó tiempo, pero sobre todo concentración, para disfrutar de esta interesante y diferente exposición, y es que los ojos con "chiribitas" distorsionan la realidad de la visión y al terminar de cenar ya teníamos esta explosión de felicidad en nuestros ojos y nuestros cuerpos, ¡Feliz cumpleaños!
Ya es hora de cenar, el restaurante no tenía mucho público, ni para cenar con Dalí ni para cenar sin él.
Comenzamos con una especie de aperitivos: Huevos al plato (sin el plato), Miniatura del cerdo y Autorretrato blando con bacon frito, un tres en uno.
Los huevos al plato (sin el plato) a la derecha en la fotografía, es un huevo de codorniz pochado, botarga rallada (huevas de pescado) y espárrago blanco. Lo del "sin el plato" como no que termina de cuadrar, porque además en la página del hotel venía presentado el plato sobre un pequeño panecillo (que no era ampurdanés pero por lo menos era pan). Un pequeño bocado de buen sabor acompañado por un vino blanco Oliver Conti del Empordà, tierra natal de Salvador Dalí.
Este plato está basado en la obra homónima, en la que también hay plato y colgar un huevo no debe ser especialmente fácil en gastronomía, pero tal y como se desarrolla y avanza puede que hasta llegue el "huevo colgado".
A la izquierda en la fotografía tenemos la miniatura del cerdo, un sencillo fuet, que no es de los mejores que hemos probado, a mí me recordó a esos envasados que se venden tanto ahora, o bien escasos de este ingrediente en el restaurante o poca atención a la calidad del mismo.
No hay cuadro para acompañar, o eso creo porque no he encontrado ninguna obra con este título, así que supongo que está referido a que durante los años setenta, Dalí se identificaba con los cerdos, "con el puerco, en el buen sentido de la palabra", decía, añadiendo que "es el único animal que nunca retrocede", ya que siempre va hacia delante, aunque para ello tenga que pasar por encima de toda la (y perdón) mierda del chiquero donde habita.
Sobre el fuet, el autorretrato blando con bacon frito, un cremoso de panceta con flores de mostaza. A mí me gustó mucho esta crema de panceta, porque era comer panceta pero en otra textura, realmente una sorpresa, yo hasta este momento nunca la había probado así. El sabor predominante era la panceta, la grasa al poder en boca, quizás más adecuado para una comida que para una cena porque al final se quedaba con fuerza el sabor en el paladar.
El cuadro en el que se basa:
El primer plato principal es La persistencia de la memoria.
Un clásico mar y montaña de la cocina catalana con una versión quizás algo fuerte, carne de matanza y cigalas (una cigala para ser exacta). La carne de matanza muy rica, y a pesar de la fortaleza de su sabor no era repetitiva como lo podía ser la crema de panceta. La cigala quedaba diluida, pero no por la matanza sino por ella misma, no nos pareció una cigala acorde del todo en calidad y sabor. No recuerdo el sabor de la espuma si lo tenía, y es que a estas cenas tendré que ir con una libreta para ir anotando sensaciones y sabores para recordarlos con más nitidez. Lo acompaña un vino tinto Castillo Perelada de Finca Malaveïna, del Empordà, con el que creo recordar hicimos el resto de la cena.
Se basa en uno de los cuadros más conocidos y significativos de Dalí, el de los "relojes blandos", y a falta de relojes en el plato, lo que tenemos es el mar y la montaña.
Continuamos con Los primeros días de la primavera.
Un rico plato de lomo de lubina a la brasa (la brasa es una perfecta compañera en su punto justo en la gastronomía) con guisantes, alcachofas, ajos tiernos y menta. Un buen plato de pescado con exaltación de verde primaveral.
El cuadro de Dalí que le inspira:
Los platos principales terminan con Retrato de Gala con dos costillas de cordero en equilibrio sobre su hombro.
Un plato de cordero lechal de oveja con verduras de primavera, setas y judías. Llevaba más de treinta verduras y hierbas, lo que para mi gusto convertía el plato en un exceso, imposible (por lo menos a mi y a mi paladar) encontrar cada una de ellas, con lo que no me convenció, pero mi acompañante (y para eso de para gustos, los colores, y en este caso, los sabores) disfrutó mucho con él.
Basado en el siguiente cuadro:
Pasamos a la tanda de postres, comenzando con El momento sublime.
¿Un huevo frito?, así nos lo presenta el maitre, un huevo que no necesita pan. Es un huevo dulce que se come en un suspiro, con una divertida presentación, y no deja de ser un huevo por sus ingredientes. Creo que fue la mejor simbiosis de nombre de cuadro, de cuadro y de plato, sin duda un momento sublime. Con los postres llega un cava Brut Rosé Castillo Perelada.
El cuadro que lo acompaña:
El segundo postre es Los deseos insatisfechos.
Un bizcocho borracho con espuma de canela y helado de uva. Creo que el helado y los pequeños dados que lo acompañaban eran de sabor a moscatel, y el bastoncillo un merengue, en este caso alargado y no con forma de pequeña montaña. Nos gustó y nos refrescó, aunque el huevo dulce si que persistía en nuestra memoria, con lo que todo lo que viniera tendría serias dificultades para superarlo.
El cuadro de Dalí que le inspira:
Los postres terminan con Las acomodaciones de los deseos.
Siento la foto algo movida, debe ser que los postres tenían vida propia...Unas piruletas de chocolate, que si bien nos hicieron mucha gracia en su presentación, no nos dejaron el regusto final que deberían.
La teoría es que hay un cuadro detrás de este plato, del mismo nombre que él.
Pero en realidad se trata por un lado de una piruleta con los sensuales labios de Mae West, de la obra (instalación la llamarían ahora, que no sé si antes ya era llamada así) Mae West Room, que se tiene que contemplar desde una pequeña escalera para encontrarse con el rostro de la actriz, por lo que necesita perspectiva (un genio el señor Dalí), y con sus sensuales y sexuales labios convertidos en sofá, que se han podido ver en platós de televisión y en películas.
La otra piruleta es el bigote inconfundible de Dalí, y no hacía falta ni escribirlo a pesar de la mala fotografía realizada. Imposible no recordar al genio atusándose el bigote en sus entrevistas.
La cena resultó divertida aunque no fascinante en términos gastronómicos, lo que sin duda consigue es acercarnos a los más profanos al arte de Dalí por el hecho de querer visualizar los cuadros en los que se han basado los chefs para elaborarlos.
Terminamos la noche tomando unas copas (sí, unas copas más) en la rotonda, y es que había que seguir brindando, ¡Feliz cumpleaños!.
Un Martini de vodka y un Blue Sky.
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