25 de marzo de 2013

España - Madrid - Restaurante Thai Gardens

Thailandia en la mesa

Uno de los restaurantes a los que solemos acudir, no con una frecuencia para que nos consideren "sospechosos habituales", es Thai Gardens, que en Madrid, y que nosotros sepamos, están en su tercer local, conociéndoles en uno amplio y precioso que se localizaba en la calle Jorge Juan, para luego pasar por un inmenso local en el Paseo de la Habana que ahora ocupa un intento creo que algo fallido, de mercado-restaurante gourmet, Isabela, al estilo del precioso Mercado de San Miguel o del animado Mercado de San Antón.

Pero esto no va de mercados, sino de un restaurante tailandés, que actualmente se ubica en un chalet de Arturo Soria, una calle transitada al tiempo que tranquila en el tramo donde están. En este chalet antes existía una parrilla argentina. 

 

La entrada ya es poner de algún modo un pie en Asia, en esa Asia que nos ha ido robando el corazón y el paladar, pero que de Tailandia sólo conocemos el aeropuerto de Bangkok.



Al entrar una amplia barra y algunas mesas; en nuestras visitas no hemos visto utilizar ninguna de las dos por clientes. 


La decoración interior es sobria y elegante, sin grandes alardes asiáticos, creo que los justos para dar ambiente. Posiblemente con el cambio de lugar han perdido capacidad de comensales, pero el entorno con un jardín le da un aire acogedor, y para cenas tiene que tener un ambiente más íntimo y romántico. 




Hay un salón y una terraza cubierta pero en la que se puede tener sensación de frío en días invernales, por lo menos si es de los primeros comensales y el ambiente no está caldeado todavía.  


Sobre nuestra mesa una especie de retablo dorado, que en alguna de las restauraciones realizadas no se ha utilizado pan de oro y se ha hecho con purpurina, por aquello del coste y las prisas, pero esto a ojos de un entendido en la materia no se le podía pasar...si lo llegan a saber nos colocan en otra mesa.


La carta está adornada con la flor nacional de Tailandia, la orquídea. 



En nuestra anterior visita a esta ubicación no disponían, extrañamente, de cerveza tailandesa, pero en esta ocasión sí, así que la pedimos, la que tienen es Singha y yo la encontré rica y suave, de la que puedes beber una y otra mientras degustas la comida. 


De aperitivo un clásico pan de gambas, que yo nunca le he terminado de encontrar el sabor a gambas ni aquí en los restaurantes chinos, pero que es un auténtico vicio. 

 
Tienen un menú de degustación, que desde la primera vez que probamos el restaurante ha ido ajustando su cantidad y su precio -y es que en los tiempos de crisis hay que realizar estos ajustes- , ambos a menos pero no su calidad, que siempre nos parece exquisita, aunque en el local de Jorge Juan creo que tenían un mejor toque. Este menú lo van cambiado, no sé la frecuencia, pero es un buen detalle para ir probando de todo un poco sin necesidad de liarse con la carta, a no ser que se tengan las ideas claras. 

Lo que no siempre figura en las entradas son los rollitos de primavera al estilo The Garden; hoy además tenemos brocheta de langostinos con salsa agrio-picante y un toque de cilantro; vieira salteada en salsa de soja y hierbas aromáticas; triángulo de pasta de arroz frito relleno de carne picada y verduras al turmérico (cúrcuma), y una tradicional masa al vapor rellena de taro (ñame), bambú y verduras. 


El langostino muy rico, pequeño para lo que nos hubiera gustado, en la ocasión anterior, en el mes de diciembre, era una estupenda brocheta de pollo teriyaki. 

La vieira muy sabrosa por la salsa y las hierbas pero ella en sí misma algo floja de sustancia. 

El triángulo muy rico, al estilo del rollito pero con menos verdura. 

La masa al vapor, pues no es de mis preferidas, estos dim sum me gustan con la pasta muy ligera y no era este el caso. 

Los platos principales son: carne de buey al curry rojo suave con patatas; langostinos salteados en aceite al ajo fresco, hierbas y salsa de ostras, y finas tiras de pollo salteadas en wok, con salsa de soja, piña y anacardos. Acompañado por un cuenco de arroz perfumado salteado con huevo. 


El arroz impresionante, cuencos y cuencos de arroz se pueden tomar tanto de acompañamiento como de plato principal. 

La ternera en esta ocasión sí que tenía el curry suave, porque en la anterior visita era bastante picante. La carne se deshacía en hilos al cortarla y era muy tierna y exquisita. 

Los langostinos buenos, aunque en comparación para nuestro gusto con los demás platos es el más flojo, que no con ello quiero decir malo. 

El pollo muy sabroso y su salsa muy rica; tanto esta salsa como la de la ternera al mezclarla con el arroz le da a éste un estupendo sabor. 

De postre, un coulant de chocolate que para darle un toque un poco exótico acompañan con una base de crema de mango, el contraste le da un buen punto al plato. 



La comida no es realmente copiosa para aquellos que sean de buen comer, pero para una comida normal no te quedas con sensación de haber comido poco, y creo que está muy bien ajustado al precio. 

Para terminar la comida un té rojo, servido de forma individual para los comensales. 



Seguiremos acudiendo a este restaurante porque siempre salimos satisfechos y contentos. 

Un detalle sobre los servicios: son casi mixtos, un lavabo compartido y cuatro cabinas, dos a la derecha para las damas, dos a la izquierda para los caballeros, con lo que si hay overbooking en alguno de ellos siempre se puede utilizar el de los contrarios. 


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