El milagro
de los peces y las ajumas
Después de la comida abundante lo mejor hubiera
sido una siesta reparadora, sí, de esas de pijama y todo, pero el turista tiene
que seguir el ritmo para ver lo que se pueda, así que salimos al verdadero Mercado de Pescado de Jalgachi (mirar mapa).
El nombre del mercado proviene de las palabras jagal, pequeñas rocas, porque en la zona
hay muchas de ellas, y chi, aldea
junto al mar. En Jalgachi principalmente trabajan mujeres, y por lo general
casadas, llamadas ajumas, que al tiempo
que preparan los pescados, los venden durante todo el día, limpian sus puestos,
atienden a sus familias, una verdadera casta de profesionales en todos los frentes.
La fiesta de las pinzas (pronúnciese como en la serie
Futurama).
La fiesta de los bivalvos y las conchas (la talla S no parecen conocerla mucho).
Yo me hubiera comido uno de esos lenguados (o similar) de la
izquierda con sumo placer.
Algo que no probaré jamás (y nunca se debería decir
jamás), la lombriz de mar o gaebul,
que para mayor castigo (o placer) a los paladares se sirve y se come cruda,
cortada en trozos que todavía se mueven en el plato y en las bocas…no, gracias.
El pescado crudo recibe el nombre genérico de hoe (y es que “joé”, hay que tener apetito para comer cierto tipo
de alimentos en esta “no-preparación”).
Ya las conocimos en el mercado de Tsukiji de
Tokio, las piñas de mar, aunque aquí me parecen más sonrosadas.
Erizos de mar, otro plato que no me apasiona ni
aquí ni allí ni en ningún lugar, y para muchos es una exquisitez.
De estos animalitos sí me puedo poner tibia y no
dejar ninguno.
Lo que a mis ojos es un bonito pez de acuario, allí
parece que es un ejemplar comestible…y es que es mejor no ver lo que te comes
porque te puede provocar pena, es como cuando en Navidad en los pueblos se
alimentaba a los pavos y los lindos corderitos y luego llegaba el día de
cortarles la cabeza y servirlos en la mesa después de haber convivido con ellos.
El mercado tiene dos secciones, una para pescados y
mariscos frescos, por la que hemos paseado en primer lugar, y otra para mariscos desecados, aunque creo recordar que ya
había una mezcla de ambos por algunas zonas.
Las rayas abiertas a mí me impresionan, me parecen
animales de estudio para un forense.
Las anguilas enseñando sus carnes, y al fondo sus
cabezas, supongo que para hacer ricas sopas de pescado, aunque los asiáticos por regla general se lo comen todo sin necesidad de buscar aprovechamientos solo para caldos.
No sé lo qué es y realmente no me importa demasiado aunque me intriga, su
aspecto me parece repugnante, aunque se asemeje un poco a un revuelto de espárragos
trigueros.
En el mercado no veo unos pulpos pequeños que se sirven y comen
crudos, que reciben el nombre de sannakji,
y que vi en un reportaje de Españoles por el mundo, sobre todo cómo se mueven las patitas
al entrar en la boca…de nuevo, no, gracias.
Nuestra visita ha sido meramente turística y a deshora, sin el
trajín que tiene que tener el mercado a primera hora de la mañana, o mejor
escrito, de la madrugada, con los barcos descargando, las mujeres trabajando
sin parar limpiando los pescados y colocando los puestos, las subastas…
En líneas generales me ha parecido un mercado más
organizado que el mencionado de Tsukiji de Tokio, supongo que porque el edificio
es más nuevo, con lo que los pasillos son más amplios, está mejor iluminado,
pero mi recuerdo del mercado de Tokio es insuperable, no sólo por lo que vimos
sino por lo que desayunamos, el mejor desayuno japonés sin ninguna duda.
Salimos del grandioso mercado por la parte externa,
la que da al puerto, donde comienza todo.
Pero aquí no se termina el mercado, aparte del
edificio hay otro mercado, el de los puestos en la calle, que es otro mundo.
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