5 de noviembre de 2012

Corea del Sur - Jeonju - Pueblo hanok (2) - Instituto de Papel Coreano de Jeonju - Omokdae e Imokdae - Jeonju Hyanggyo



El arte del hanji y de las compras


Continuamos el paseo por el pueblo hanok, que está lleno de encanto, y con esa sensación lo recordamos. En un callejón se encuentra una fábrica de papel hanji, el Instituto de Papel Coreano de Jeonju


Se puede ver el proceso de fabricación, no desde el principio pero más o menos, la parte más interesante y casi mágica en la que salen las láminas de papel. 


Las hojas de cáñamo o de morera, una vez prensadas en fibras vegetales, flotan en un líquido semi-viscoso, y con una cesta rectangular sin agujeros pero que permite algo la filtración de líquidos se recoge esta mezcla y se suelta el agua sobrante para que sólo quede la fibra. Es magia ver cómo el agua solidifica y se convierte en una pasta muy fina y con aspecto gelatinoso. 


Se le da la vuelta a la cesta y se coloca con mucho cuidado en una pila en la que ya hay acumuladas más hojas de este producto, para que con el peso siga escurriendo.



Estas láminas de papel hanji son extendidas sobre unas mesas y con un cepillo se las seca con rotundidad pero al tiempo con suavidad para tener finalmente las hojas en una pila para su distribución y uso. 



Con el hanji se realizan abanicos, paraguas o parasoles, cuadernos de dibujo o de escritura, material de papelería en general porque sobre él se puede dibujar o realizar caligrafía artística con tinta muy bien. Por supuesto, en esta fábrica hay una tienda donde comprar estos artículos y algunos más (nota: había unos preciosísimos papeles de regalo que podrían utilizarse para otros fines que no sea empaquetar). 

Esta visita nos pareció muy instructiva, yo no tenía idea de la fabricación del papel, una cosa es saber su origen y otra ver el proceso, y más en este caso que todavía es artesanal.

Desde el centro de fabricación de hanji ascendemos a una pequeña colina, y es que en Corea de alguna manera o de otra siempre hemos acabado subiendo por colinas y montañas, para llegar a una pequeña explanada donde se encuentran los pabellones de Omokdae e Imokdae.


Omokdae es el pabellón donde el General Yi Seong-gye celebró de camino a casa  la victoria sobre los piratas japoneses en Hwangsan en 1380, antes del final de la dinastía Goryeo. El general se convirtió en el rey Taejo, el primer rey de la dinastía Joseon, y el del retrado en Gyeonggijeon.


Imokdae es un pabellón en cuyo interior hay una estela de piedra escrita por el rey Gojong. Esta estela es un monumento a los ancestros del general Yi Seong-gye (alias rey Taejo). El pabellón fue trasladado al lado de Omokdae por la construcción de una carretera, ya que originalmente se encontraba al otro lado, en la montaña de enfrente, en el lugar donde habían nacido ascendientes del general Yi Seong-gye (en muchos mapas turísticos sigue figurando en su localización original). 


Desde la colina se obtienen vistas de la ciudad de Jeonju, divisando algunos de los tejados de las casas hanok


Vistas sobre los tejados también tenemos desde la habitación del hotel, que no todo iba a sonar a rancio o a película de terror, la pena es que no está tomada desde un piso muy alto desde el que se podría abarcar mucho más, la extensión del pueblo hanok y sus tejados.


Descendemos de la pequeña colina por el lado contrario por el que subimos, para llegar hasta Jeonju Hyanggyo


Es un santuario y escuela confucianos de 1603 al que le están haciendo una profunda reforma en su camino de acceso tras pasar esta primera puerta. 


A mí personalmente me siguen entusiasmando y divirtiendo las señales de advertencia y peligro en caso de obras y creo que me he convertido en una friki capturadora de estas señales. 


Con la llegada al poder de la dinastía Joseon el budismo fue desterrado como religión oficial y se abrazó el confucionismo, una pseudoreligión sin Dios (supongo que los reyes  de esta dinastía pensarían que para dioses, ellos). En Corea influyó decisivamente en los sistemas de educación, administración civil y en las ceremonias. 

En el patio del santuario llama la atención un árbol cimentado, podría ser un gingko, pero con la botánica mi relación es más visual que de aprendizaje. 


El Daeseongjeon, el santuario principal, está tapado por las obras, y además está cerrado, hemos entrado a última hora de visita casi colándonos, así que entre las obras y esto es difícil realizar una visita completa. En su interior se guardan las tablas mortuorias de siete eruditos confucianos y dieciocho hombres sabios. 


Myeongyundang, ya también cerrado, es el pabellón de conferencias. 


En el exterior del santuario un pequeño pabellón con una estela de piedra en su interior, pero las explicaciones del cartel son en coreano y no le pedimos la traducción a Sonia de su destinatario, suponemos que algún monje importante del santuario. Recuerda tanto a las cabinas rojas inglesas de teléfonos públicos…


A la salida del santuario nos encontramos con una pareja de novios que están realizando su álbum fotográfico, vestidos con los trajes típicos hanbok coreanos pero intentamos no molestarlos demasiado no me resisto a tomar una fotografía aunque sea mala.


Las visitas con Sonia se han terminado, su horario de cierre suele ser a las seis de la tarde, que ellos son guías con derecho a descanso, nosotros turistas con derecho a elegir, y elegimos volver con ella al hotel porque mis pies no pueden más, el día ha sido de caminar continuamente y he pasado de sufrir una fascitis plantar que he solventado utilizando zapatillas con cuña a sufrir una metatarsalgia de ambos pies, con lo que en estos momentos me están ardiendo y necesito ir a descansar inmediatamente. 

En el camino de vuelta al hotel paramos a comprar agua, y al cotillear de paso aprovechamos para comprar una mini-muestra de dulces coreanos, galletas de arroz, que al estar envasados individualmente y no en grandes paquetes son más accesibles a las catas. El resultado, riquísimos, y no era por hambre que tuviéramos y la pena es que así empaquetados no los volvimos a encontrar. 


Descansados y duchados no se oye mi petición de volver al pueblo hanok a cenar y descubrir un nuevo lugar, aunque no fuera comida coreana, una vez recuperados mis pies me valían pizza o sándwich o cualquier cosa para cenar, así que lo hacemos en el hotel, sin pena ni gloria, eso sí, descubriendo una nueva cerveza coreana, pero a la que nunca más volveríamos a verle la botella. 


Terminada la cena por fin se escucha mi petición de pasear nuevamente por el pueblo hanok, ya que la noche anterior estaba precioso y merecía la pena despedirnos de él y acercarnos hasta la puerta Pungnamun para fotografiarla iluminada.

Nos siguen gustando sus calles y sus hanok nocturnos iluminados.




Frente al Gyeonggijeon hay una pastelería-cafetería muy moderna, con una decoración algo galáctica pero con tintes afrancesados hasta en su nombre, es una franquicia que se encuentra en todo el país de nombre París Baguette


El paseo no fue en vano, y no solo por el placer de ver el pueblo hanok de nuevo, sino porque fue fructífero en compras, unos abanicos realizados en hanji y pintados a mano que están esperando para ser colocados en un buen lugar en casa (nos están faltando paredes). 

Jeonju y su pueblo hanok merecen una visita en profundidad, un día para perderse en él y en todos sus museos, que podrán ser más o menos interesantes, por sus edificios públicos (no llegamos a todos), en sus tiendas de hanji y otras artesanías, creo que a ser posible debe ser una ciudad indispensable en un viaje a Corea, y pernoctar en uno de esos hanok reconvertidos en hoteles guesthouses, aunque tengan el baño compartido y las camas a ras de suelo estilo futón, la experiencia humana debe ser gratificante y además el turista se mimetiza con el país y sus costumbres.

Nuestro recuerdo de Jeonju, de sus alrededores y del pueblo hanok, está lleno de admiración y cariño a partes iguales. 


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