Comer es un placer
Una vez que hemos conocido donde
estaremos alojados y dormiremos como auténticas marmotas, Hotel La Torre del Visco, pasemos a uno de los
puntos fuertes de este hotel con tanto encanto, la gastronomía. Creo que desde
hace poco está en manos de un nuevo chef, Jordi, y siento no poder dar más
datos sobre él, pero sus platos hablan por él, no es una cocina minimalista, no es nueva cocina pero tiene su punto de originalidad con algunos ingredientes, lo que es sin duda es rica, muy rica.
Nuestra mesa para todas las
noches está al lado de una ventana que da a una terraza, que en las noches de
verano, primavera u otoño con buen tiempo si habilitan mesas tienen que haber
peleas por ellas, aunque ahora en invierno es utilizada para los fumadores
satisfacer sus necesidades.
Hagamos un pequeño recorrido
por nuestras cenas, un auténtico deleite para nuestro paladar y nuestros
sentidos, algunos platos nos pudieron parecer más acertados que otros, pero
ninguno nos dejo indiferente o nos terminó de gustar. Creo que algo muy
importante es la calidad de los ingredientes utilizados, algunos de propia elaboración
en la masía, como el aceite (buenísimo, del que parece que no te saciarías
aunque te lo bebieras a copas), verduras de su propio huerto (aunque el huerto
que nosotros vimos estaba más bien pelado, ya bien porque estaba recolectado
bien porque hayan cambiado su situación bien porque el frío no dejaba salir a las verduras), mermeladas caseras (la de limón un
auténtico descubrimiento), y estas ricas confituras nos llevan a los
espléndidos bizcochos que Ana Mari confeccionaba por la mañana y nos servía en
los desayunos y que podíamos degustar en una merienda si era necesario…placer,
auténtico placer.
Como he divagado un poco,
incluso emocionado, recordando los buenos y apetitosos momentos, nos volvemos a
centrar en las cenas que es donde quería ir.
Todas las noches teníamos un
pequeño aperitivo, la primera noche fue un queso empanado, que si bien no
sorprende por conocido no deja de ser un buen aperitivo, y fue la única ocasión en la que hicimos fotos, el resto se nos olvidaba entre comer y charlar pero nos ofrecieron chupitos de cremas, pequeños pinchos de terrina de foie, entre otros.
El recorrido no va a llevar un orden lógico de primeros, segundos y postres, sino que voy a hacerlo cronológicamente, noche a noche, y en algunas de ellas faltarán las fotos, bien por repetido, bien por no acordarnos de realizar la fotografía.
Judías verdes con calamares
(el aliño no lo recuerdo, además no fue el plato elegido por mí y si ya es difícil recordar el propio, el sabor del ajeno lo es todavía más).
Salmón ahumado en la casa,
que debía venir acompañado de salsa de yogurt, pero como no me gusta mucho, por
no decir casi nada, preferí que viniera solo…y ummmm, este salmón solo se
necesita a sí mismo.
Lomo de bacalao con pisto
manchego (y además era manchego, ya que llevaba berenjena, como debe ser, y si
son de Almagro mejor, pero sin ser encurtidas claro -creo que ya he comentado en alguna entrada que mis raíces son manchegas, nacida en casa de pueblo).
Carrilleras al vino tinto,
este plato me lo pedí yo y resultó espectacular, la carne era jugosa, melosa y
rica, con un ingrediente de alta calidad. Para chuparse los dedos.
No recuerdo el nombre del
plato, era una pequeña tarta de almendras, pero muy suave y nada pesada,
que es lo que se suele asociar con este tipo de tartas.
Merluza a la plancha con verduras;
la merluza buena, las habas buenas pero esos espárragos necesitan una mención
especial, aparte de su buen punto de cocción, crujientes pero no duros, y con
un sabor…ummmm…
Cuajada con miel, que para mi comensal era como néctar de dioses, y solo verle la cara al
comerla sí que lo parecía.
Merluza sobre salsa de
marisco (aunque tengo mis dudas recordatorias con la salsa, y es que deberíamos
haber hecho foto también del menú o llevar una libreta para ir apuntando).
Crema de espárragos con
huevo confitado y jamón de Teruel (el jamón no podría ser de otro sitio, y
aunque no sea de Jabugo o de Montánchez a su modo es bueno). Siento la oscuridad de la foto pero he cambiado de programa de tratamiento de fotos y no me termino de aclarar con sus posibilidades, y si yo no me aclaro, la foto tampoco se aclara.
Este huevo confitado me lleva al huevo a baja cocción del restaurante La Terraza del Casino de Madrid. Para realizar este huevo se utiliza un aparato llamado Roner, que dado su alto precio no es para tenerlo en casa, aunque hay métodos alternativos caseros que se pueden utilizar...me tengo que animar a probarlo.
Farfalle (puede que no lo
escriba bien) de acelgas rellenas de cordero. Un plato demasiado fuerte para la
cena, sobre todo cuando había pasado la noche anterior y el día mal del
estómago, pero un plato espectacular en sabor.
Verduras a la plancha con un
sabroso fondo de carne; por supuesto las verduras espectaculares.
Lubina a la plancha con una
salsa que no recuerdo su sabor, ya no su nombre, aunque por el color podría ser
mostaza, pero no recuerdo un fuerte sabor de este ingrediente.
Rosbif de ternera en salsa,
con una carne jugosa y tierna, y no porque la salsa le dé esa textura sino porque
era propia.
Raviolis de calabaza en
salsa suave de Stilton, de este plato tendría que haber pedido la receta, sobre
todo porque el queso Stilton está entre mis favoritos desde que lo descubrí en
los desayunos en Londres, un rico queso azul de vaca y además esos raviolis de calabaza ya suenan bien sin el queso.
Ahora pasemos a la bebida, cuatro de las cinco noches tomamos vino, tres
de ellos recomendados por nuestro camarero. Uno de ellos no nos convenció,
aunque su nombre era una promesa, Barranc de l’lnfern, y rápidamente nos cambió la botella por otra. Dos de ellos son
mencionables porque nos lo hemos apuntado entre las buenas novedades: el
primero es un priorato, de nombre diferente y de etiqueta cautivadora, L’Insconcient,
de Les Cousins Marc & Adrià.
El segundo es uno de la
Tierra, del Bajo Aragón, Ventus.
Quiero hacer una mención
especial al desayuno del día de nuestra partida, donde la mesa estaba repleta
de comensales y la conversación fue igual de placentera que las viandas. Dos de
las noches el chef, Jordi, tenía derecho a vacaciones, que no todo es trabajar, y le
hicieron la suplencia dos cocineros de amplia experiencia y currículum, aunque
todavía no lo sabíamos: Mar Barba y Kristian Lutaud, el segundo con sus años de aprendizaje en
los fogones de El Bulli, y ambos ya retirados de la hostelería, aunque no como
negocio, porque él ahora tiene una empresa de asesoramiento hostelero en
colaboración con el conocido repostero Paco Torreblanca.
Aparte de hablar algo de
gastronomía y senderismo, se habló del mundo del gintonic, del que no soy
aficionada porque ni me gusta la gin (a pesar la amplia y rica variedad actual)
y mucho menos me gusta la tonic, pero cuando habla gente que sabe de lo que habla hay que aprovechar para aprender y tomar notas. Fue una pena no
estar aquella tarde allí, porque estaba alojado un joven mâitre del Hotel
Palafox de Zaragoza, gran experto del tema y le hubiéramos liado para
que nos preparara unos buenos gintonics aparte de enseñarnos a hacerlos bien (ya no solo mejor). De todas formas he aprendido que los pepinos
deben ser holandeses y no españoles (estos para las ensaladas), que son más
suaves y no lo inundan todo de sabor a pepino.
Escribiendo esta entrada se
me ha hecho la boca agua…ummmmm.
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