La otra media vuelta al mundo (lástima
que se acabó el festival australiano)
Tras el último paseo por Melbourne os cambiamos de ropa y se
cierran las maletas un poco a lo bruto, es lo que tiene ir apurados de espacio
y comprar más de lo que puede entrar en ellas. Llega nuestro transporte a las 12.30 h,
de nuevo es el simpático chófer que nos recogió en la llegada y volvemos a
entablar una agradable y fluida conversación con él gracias a sus esfuerzos, no
en vano fue profesor de inglés en Alemania, así que tablas y paciencia para
enseñar, comprender y ser comprendido tiene.
Nos pregunta si nos ha
gustado Melbourne y la respuesta es “yes,
of course”, y le mencionamos que su arquitectura nos ha gustado más que la
de Sydney, nos ha impactado más, y que si tuviera la bella bahía de la segunda
estaría completa y sería perfecta. Él nos pregunta si nos hemos acercado a los
Docklands, los muelles rehabilitados pero no nos ha dado tiempo a tanto,
supongo que con la rehabilitación de este lugar aparte de hacerlos útiles como
en todas las ciudades y no dejar zonas deterioradas se pretende también
competir con Sydney, eternas ciudades rivales me temo.
Nos acompaña al aeropuerto,
e incluso nos ayuda a facturar las maletas, que afortunadamente no se pasan de
peso, aunque sí en lo que se refiere a una de ellas, que no es que se pase del
permitido sino que es por avisar de sus 22 kg para que los trabajadores la carguen con cuidado y no tengan problemas físicos.
Lo primero que hacemos,
aunque ya sabemos que no será posible, es acercarnos con nuestros tickets de
compra a la oficina del Tourist Refund Scheme para el reembolso de impuestos
pagados en el país ya que somos turistas. Y aquí son muy listos los
australianos, no vale con la factura, por muchos sellos que estampen y por muy oficiales que sean,
hay que llevar los objetos que se han comprado, pero ¿cómo se llevan si se han
facturado? ¿los boomerangs se pueden llevar? ¿no serán considerados un arma en
lugar de objeto decorativo? Aparte de este requisito algo más que curioso el
más importante es que se haya efectuado una compra de más de 300AU$ en el mismo
comercio. Así que no obtenemos nada, pero lo teníamos muy claro, se podría
haber intentando desde el mostrador de facturación pasar la maleta antes de
facturarla o que algún trabajador de esta oficina viniera a comprobarlo, pero
una auténtica locura sacar los regalos de arte aborigen, que son lo que
tendrían derecho, de las maletas, ya que están colocados entre la ropa para
evitar posibles golpes y roturas.
Con el didgeridoo que
compramos y enviamos directamente a casa el problema ha sido otro, allí no se
han pagado impuestos porque claramente es un bien que sale del país, pero hemos
pagado el IVA (curioso, si no está producido aquí) al entregarlo en casa, dato este
que también sabíamos porque uno de los del grupo ya nos avisó, a él le pillaron
de improviso en otro de sus viajes haciendo una de estas compras de envío a domicilio.
Tras una excursión por la
terminal internacional del aeropuerto, y tras gastarnos casi los últimos
dólares australianos, quedaba realmente poco y cambiarlos hubiera sido una
pérdida de tiempo, nos vamos a la sala VIP a pasar media hora de espera, y nos
damos alegremente a la bebida y a la comida, que ya son las 14.30 h; con el
detalle que van pasando bandejas de productos calientes a menudo, que si unos
muslitos de pollo, que si unas patatas fritas…
Conocemos el monstruo en el
que volaremos, un Airbus 380, del que las últimas noticias que teníamos es que
había tenido que volver a Singapur de
donde había salido porque uno de sus motores se había incendiado y toda la
flota había tenido que ser aparcada y puesta en revisión, así que suponemos que
estarán bien ya que han vuelto al trabajo y la normalidad. Lo último que se ha publicado de estos monstruos aéreos es que están saliendo fisuras en sus alas, que se van agrandando y tienen que pasar nuevamente por "pega, chapa y pintura".
La diferencia, aparte del
tamaño a primera vista, que notamos primero son los fingers, que tiene varios, no recuerdo cuantos pero si que el
principal luego se bifurcaba en varios, y es que para llenar este avión gigante
se necesita hacerlo bien para provocar un colapso de pasajeros.
De nuevo volamos en el piso
superior, ahora con tres filas de dos.
Nuestra butaca está
preparada con la manta, en esta primera parte no nos corresponde pijama,
supongo que porque es de día, salimos a las 15.30 h, pero seguro que si se
solicita lo dan.
Y sí, estoy inmesamente
feliz del viaje que hemos realizado, ¡cómo no estarlo!
En el viaje de ida creo
recordar que también existía la posibilidad de ver el vuelo con una cámara en
la cola del avión, pero en esta ocasión tomo una foto de la pantalla.
Ahora es cuando consigo
capturar entero el vídeo de presentación de Travolta y ya puesta la pantalla
del recorrido del vuelo…y es que tantas horas por delante dan para mucho o para
intentar distraerse con todo.
De Melbourne a Singapur, esta
será la escala y no Bangkok como a la ida, nos toca comer, con lo que vamos a conocer algo de la comida de los aviones, que no siempre es mala, lo que no es bueno es el precio para que sea mejor. De primero un King Prawn and Soba Noddle Salad with Ponzu
Dressing, muy ricos los langostinos.
De segundo un riquísimo Slow Cooked Kurobuta Pork Ragout with
Kalamata Olives, Pappardelle, Broccolini and Gremolata.
De postre tomamos algo ligero, un
pequeño surtido de fruta y para terminar un té o café con una chocolatina, como mucho puedes coger dos pero no quedarte con la cesta.
Yo aprovecho el viaje para
terminar de ver la película Australia,
y además me veo La elegancia del erizo,
libro que también he terminado de leer durante el viaje, tras una larga lucha
con él, porque no es fácil, y la película se hace más amena, con la
inconmensurable Josiane Balasko.
Escala de algo más de una hora en el
aeropuerto de Singapur, en el que no tengo ganas de pasear y recordando dónde
se encontraba la sala VIP del año anterior no fuimos a ella, no merecía la pena
para tomar nada ni para descansar ya que se encuentra demasiado lejos, así que tras ver alguna tienda y poco más, nos vamos a la zona de
embarque, que comienza antes de lo previsto, puntualidad asiática en este caso.
De Singapur a Londres nos
toca cenar, pero la cámara ya estaba guardada así que os evito la fotografía de
los platos, que fue de nuevo pato, Chinese
Style Five Spice Duck with Gai Lan and Noodles.
Y a dormir, o por lo menos
intentarlo, que en esta ocasión la verdad es que me cuesta conciliar el sueño,
más que nada dormito, para abrir los ojos ante un nuevo amanecer en el aire.
Hacemos un desayuno
nuevamente frugal, que rellenamos como en el vuelo de ida en los papeles correspondientes, croissant y
tostadas, y avisamos de que si estamos dormidos no nos despierten, pero como no
fue el caso, pues a seguir moviendo la mandíbula.
Llegada a Londres, de nuevo
sin vistas apropiadas, mira que da rabia cuando sabes que es una maravilla y no
te lo dan, directos a la sala VIP a descansar, por lo menos estar sentados, y
allí hay unos bocadillos de bacon recién salidos de las cocinas que no nos
resistimos a probar…el pecado de la gula sin pausa en aviones y aeropuertos.
El vuelo a Madrid sale con
casi dos horas de retraso, la salida la tenía a las 8.40 h, y ya se nos hace
pesada la espera, lo que tenemos ganas es de llegar a casa. Volaremos de nuevo
con la British Airways, en un Boeing 767, en el que podemos volver a desayunar,
el típico huevo revuelto, pero con unas tazas de té tenemos suficiente, que ya
vamos cargados de comida.
Desde el avión puedo capturar uno de los
bonitos aviones decorados con símbolos aborígenes de la Qantas.
FIN de la crónica larga de este viaje,
que nos ha dejado un estupendo recuerdo y unas ganas increíbles de volver a
este maravilloso y camaleónico país, lástima su lejanía para nosotros. Espero haber transmitido en parte todo lo que Australia puede ofrecer, que es un mundo de colores y alegría, y de actividades de todo tipo para aquellos a los que la adrenalina es importante descargarla.
Para terminar nada mejor que una buena música con didgeridoo.
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