La luna llena en un jardín
Con el callejeo por Kagurazaka ya son casi las cuatro de la tarde, y aquí todo lo visitable cierra a las 16.30 o a las 17 h, así que nos vamos hacia el jardín Koishikawa Korakuen, que dicen que es uno de los mejores para pasear en Tokyo. Desde la salida del metro hasta llegar es un gran paseo, ya que la entrada está dando la vuelta al recinto, y durante el paseo nos acompañan los gritos de los de la montaña rusa de un cercano parque de atracciones, pegado al estadio de béisbol Tokyo Dome.
El jardín es una preciosidad y está lleno de detalles, algunos paisajes son representaciones de paisajes reales. El nombre, jardín del sumo placer, proviene de un poema chino, El castillo Yueyang de Fan Ahongya: "Sé el primero en sentir los problemas del mundo, sé el último en disfrutar de sus placeres" (verdades filosóficas a tener en cuenta más en los tiempos que corren o que hacen correr).
La construcción del jardín se inició en 1629 y se completó 30 años después. Originalmente era cuatro veces más grande que el actual, casi 8 Ha y pertenecio a una rama de la familia del shogun Tokugawa.
El puente Tsukenkyo, que queda perfecto con su color anaranjado. En teoría es una copia de un puente de Kioto, pero desconozco el nombre y situación del original.
El puente Engetsukyo o de la luna llena, ¿se nota porqué? a pesar de que el agua no está todo lo cristalina que este puente se merece.
No se puede subir por él.
No falta el cautivador camino de piedras sobre uno de los estanques, sigo evocando a Scarlett.
También hay una pequeña cascada.
El recordatorio del lugar donde una vez hubo un templo.
En el paseo encontramos muy pocos turistas, más bien japoneses paseando, fotografiando y muchos también pintando.
En el jardín se representan grandes paisajes en miniatura: Rozan (una famosa montaña china), el río japonés Kiso y en medio del estanque la isla Horai.
El cerezo llorón, que en floración tiene que ser un espectáculo.
Me recuerda mucho al Central Park de Nueva York, con todas sus diferencias, pero es como el mismo pulmón verde en la ciudad rodeado de edificios.
Con los jardines japoneses nos quedan dos asignaturas pendientes: en primavera (un poco antes realmente; tendré que ir cargada de antihistamínicos) con la floración de cerezos, y en otoño con sus tonalidades rojas y cobrizas, esplendor cromático donde los haya. Aunque en un invierno de nieve tampoco estarán mal...tendremos que irnos a vivir un año al país.
No hay comentarios:
Publicar un comentario